Ésa es la maravilla de este peliculón: te metes en ella pensando en todas esas cosas que la ciencia ficción nos ha estado enseñando y de pronto te encuentras con una historia sobre humanidad. Humanidad descontrolada y sin programar, para colmo.
Eva tiene todos los matices, las subtramas y la profundidad que siempre se echan de menos en las clásicas películas de robots. Es, por decirlo en pocas palabras, mucho más de lo que ofrecían aquellas entonces y de lo que, por lo menos yo, podía imaginar.
Y además está bien hecha. Quiero recalcar este aspecto porque normalmente, cuando una película que quiere ir de ciencia ficción y acaba potenciando otros aspectos más realistas, se queda en una especie de quiero-y-no-puedo que no convence a nadie. No ocurre lo mismo con Eva, todo lo contrario: en ella aparecen algunos cachivaches chulísimos que no se podrían ni soñar y que dan el pego. Hay ingenio en esta película, ingenio en cantidades industriales.
La verdad es que tenía grandes esperanzas depositadas en Eva. Sabéis que opino que esperar mucho de una película no es bueno porque casi nunca llega al nivel esperado. Por suerte no es lo que ha ocurrido en este caso: no sólo se han cumplido mis expectativas, sino que se han visto superadas con creces.
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