sábado, 13 de junio de 2015

Minority Report

Minority Report es una de esas películas que, de tan conocidas, casi parece que no hace falta verlas. Todo el mundo conoce, al menos, un par de guiños, un par de detalles (el del póster, por ejemplo). Lo que pasa es que muy rara vez esas piezas nos llevan en la dirección correcta. Por lo menos yo, cuando me decidí por fin a ver Minority Report, me encontré con una película completamente distinta de lo que yo me hubiese podido imaginar. 
En realidad, no sé qué esperaba en principio. Supongo que lo que más me sorprendió cuando vi Minority Report fue el concepto mismo de la trama. Esta película es, en esencia, poco más que una idea: una idea simple y desnuda, desarrollada hasta el extremo. Lo bueno de una construcción así es que los pequeños detalles de los que hablábamos antes lo tienen muy complicado para revelar lo auténtico de la historia.
Cuanto más lo pienso, más me gusta. Es que no deja de ser impresionante el partido que esta historia saca a un concepto tan abstracto: lo amplía, lo retuerce, lo magnifica. Y nunca entra en contradicciones; no más de las que supone el concepto mismo, quiero decir. Aunque también es verdad que algunos detalles quedan en el tintero o no se resuelven de manera totalmente satisfactoria. Pero, en comparación con todo lo demás, diría que esa es una pequeñísima pega. 
Tengo ganas de ver Minority Report otra vez. A ver qué más encuentro.