domingo, 25 de septiembre de 2016

Big Eyes

Cuanto más digo que no me gustan los biopics, más biopics veo. De verdad que no lo hago aposta. Quiero creer que estoy aprendiendo a no dejarme llevar por mis prejuicios, aunque eso me ponga luego más difícil escribir estas valoraciones o críticas o lo que sea. 
Supongo que en el caso de Big Eyes influye, sobre todo, que no tuve claro desde el principio que era un biopic. No recuerdo qué vino antes: el aviso de realidad o la voz en off. Sé que algo en esta película me atrapó antes de saber dónde me metía. 
Siempre he dicho que me encanta que me cuenten historias. Las que sean. Big Eyes arranca de esa manera, con una voz profunda y magnética que guía al espectador confiado a través de lo que, en el fondo, es un cuento. Para alguien como yo este es un prólogo estupendo. 
Claro que, si bien lo miras, no parece que Tim Burton pueda desprenderse de ese aire de irrealidad, ni siquiera cuando la historia que cuenta es totalmente auténtica. Se impone su estilo particular hasta que, de pronto, cuando ya estamos todos perdidos en el relato, algo tira de él hacia el mundo exterior y le recuerda que Big Eyes debía ser un biopic. Creo que es ahí donde empiezan los problemas de este tipo de películas: en el momento en que hay verdad y personas reales de por medio, la historia sólo puede contarse a medias. Big Eyes, por ejemplo, cae en un precipitadísimo resumen y en una serie de convenientes lagunas: alguien no quiso contarlo todo. Y estaba en su derecho, por supuesto; yo sólo digo que en una película eso se acaba notando, y por eso nunca me convencen los biopics
Pero, como siempre digo, esto no deja de ser una manía como otra cualquiera. Si de verdad estoy madurando, tengo que quedarme con todo lo bueno que ofrece Big Eyes, que es bastante: una película de muy buen ritmo, sólo titubeante al final; un tratamiento de personajes magistral, en buena medida gracias al brillante reparto; y, ante todo, una firma reconocible pero nunca ostentosa. 
Me guste más o me guste menos, Big Eyes no ha sido, ni mucho menos, una pérdida de tiempo.