martes, 29 de septiembre de 2015

Los juegos del hambre


Lo primero que me vino a la mente cuando vi Los juegos del hambre fue lo que aprendí en los textos de Arthur Miller y Nicholas Hytner en la edición de Tusquets de Las brujas de Salem. Decían, a grandes rasgos, que un texto se puede desarrollar a partir de palabras y conceptos, mientras que una película necesita imagen. Y esto, que parece tan sencillo y tan de cajón, no siempre se hace tan bien como en Los juegos del hambre
La novela de Suzanne Collins, por si no os acordáis, está narrada desde el punto de vista de su protagonista y, para colmo, la narración sigue el ritmo de los acontecimientos mismos. Recuerdo que la amiga que me recomendó esta saga me comentó en una ocasión que a veces las películas caían en silencios extraños que sólo se podían explicar leyendo las novelas. Es lo más frecuente en estos casos, por lo que he podido ver: muchas películas se obsesionan con repetir el discurso que les da origen, casi olvidando que su registro es completamente diferente. 
Por eso Los juegos del hambre me parece una adaptación tan inteligente: mantiene a Katniss como eje de la acción, protagonista indiscutible, pero se desprende de la narración en primera persona y, además, trasciende el punto de vista de Katniss para incorporar a la historia todo lo que ella misma desconoce. Así, el espectador puede asomarse al corazón mismo del Capitolio y entender cómo funciona el mundo de Los juegos del hambre de una manera mucho más natural. Creo que algunas de las escenas más brillantes de la película corresponden precisamente a esos momentos. Y esto, para que quede claro, es información nueva para todos; no aparece en las novelas. Lo que esto supone, en última instancia, es que novela y película se complementan entre sí, sin cojear ni pisarse terreno. 

lunes, 28 de septiembre de 2015

En el ojo de la tormenta

No sé si lo recordaréis, pero hace un tiempo vi Noé y me quedé un poco chafada cuando descubrí que, efectivamente, es un drama bíblico. Yo sí me acordaba, y sin embargó me sorprendió que En el ojo de la tormenta fuese una película de catástrofes. Nunca aprenderé.
Creo que el mayor problema cuando me pasa esto es que la película en cuestión acaba decepcionándome y, si lo piensas, la culpa es sólo mía: ¿cómo puedo pedirle a una película que haga algo distinto de lo que está anunciando desde su mismo título? Otra cosa no, pero estas películas suelen ser muy honestas acerca de sus intenciones. Lamentablemente, yo lo soy menos. Aunque siempre digo que es importante que una película sea entretenida, en el fondo espero que también sea novedosa. ¿Tengo derecho a sentirme defraudada cuando eso no ocurre? 
Lo único que puedo decir en mi defensa es que la repetición del patrón acaba anulando el suspense. En las películas como En el ojo de la tormenta está tan claro todo lo que va a ocurrir que el espectador sólo puede preguntarse cuándo y cómo: una curiosidad despreocupada ocupa el lugar del antiguo sinvivir. 
Con todo, tengo que reconocer que En el ojo de la tormenta me hizo dudar de todo lo establecido por el género durante unos angustiosos minutos. No os digo más, por si acaso. Lo señalo porque, para ser justos, el suspense en esa escena está lo bastante bien construido como para desmontar todo lo demás. No es poco ¿no?
Otro detalle que personalmente agradecí mucho fue que esta película prescindiese de esos absurdos romances tan fuera de lugar (¿en serio una evacuación es el mejor momento para jurar amor eterno o no sé qué mierdas?). Esto sí que es una manía, lo reconozco; aquí ya no hay defensa que valga.

Begin Again

No puedo evitar sonreír cuando pienso en Begin Again. Bien podría dejar el comentario aquí, pero no es plan. 
Llevo un rato preguntándome por qué me gustó esta película. Creo que fue su honestidad lo que me cautivó. Aunque me encantaría no perder el tiempo explicando el argumento de Begin Again, llegados a este punto es inevitable un pequeño repaso. En pocas palabras, esta película une a un productor musical en horas bajas y a una artista que no sabe que lo es o que no quiere serlo o, más exactamente, que no quiere transigir en ciertos aspectos. Muy por amor al arte todo. 
Releo este resumen y encaja poco con lo que he visto. Por esto nunca hago sinopsis: nunca le hace justicia al conjunto. Si no lo borro es porque ese amor al arte aparece en la forma misma de hacer la película. Begin Again es una cinta sin grandes pretensiones pero se nota el mimo y el cariño con que se ha hecho. Abandona cualquier intento de grandilocuencia y se centra en lo más importante: la música, la historia. Recuerda a la magia de la música en directo. 
Quizá lo mejor que pueda hacer sea incluir un fragmento de la banda sonora. Recuerdo que fue como recomendé esta película a una amiga. Le dije, y tengo que repetirlo ahora, que este es un buen ejemplo del tono de Begin Again: cuidado, ingenioso, entusiasta.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Sputnik, mi amor, de Haruki Murakami

Creo que ya lo comenté en alguna ocasión: a mí lo que me gusta es que me cuenten cuentos. A su manera, hay mucho de eso en Sputnik, mi amor
Esta novela empieza como esos cuentos urbanos de todos los días: "un amigo mío...", "un conocido de mi tía...", "el vecino que teníamos en la antigua casa...". A mí me encantan. No dejan de ser anécdotas de segunda mano, heredadas de vete tú a saber quién, distorsionadas las más de las veces. Para mí ese es su mayor encanto: recuperan un poco de aquella ficción de buenas noches en un tiempo en que parece que sólo queda tomarse todo muy en serio. En fin, ese es otro asunto. 
Lo interesante de Sputnik, mi amor es que recupera esa forma de narrar pero no se aferra a ella como a un clavo ardiendo: el primer narrador deja paso a Sumire y a Myû para que, llegado el momento, ellas mismas puedan contar su historia. Al fin y al cabo, ellas son las protagonistas de la novela; el narrador es un espectador poco menos ajeno que el lector.
Aquí me acerco al dilema que aún no he resuelto. Me gustó mucho, como os digo, que en Sputnik, mi amor se alternasen distintas voces: le daba otro ritmo a la historia y, además, siempre es interesante ver cómo se compagina lo que un personaje da por sabido y al mismo tiempo es una revelación para otro; es una manera muy curiosa de ir construyendo el enigma que acabará apoderándose de la novela. 
Ahora bien, lo que no me termina de convencer es cómo se resuelve ese enigma. No tengo nada en contra de los finales abiertos; todo lo contrario. Lo único que pido es que se me dé un respiro: no me pongas la respuesta al alcance de la mano para luego cerrarme la novela en las narices.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Hannibal (T2)


La primera temporada de Hannibal es un círculo perfecto. Aunque los indicios nos podían ir guiando en la dirección correcta, no había manera de predecir el giro maestro que remata la temporada. Pero lo que realmente me tiene en shock es que el final de esta segunda temporada aún remite a los inicios de la serie. Nunca había visto nada igual. 
En esta temporada la evolución de los personajes se convierte en piedra angular de la trama. Ahora bien, no se trata de una evolución al uso. No sabría muy bien cómo explicarlo; es un tema que aún no se ha resuelto en lo que llevo de tercera temporada. Todo empezó con la exhaustiva descripción de los caracteres de Will Graham y Hannibal Lecter. Ya en los inicios de la serie, se intuía que no era tanto lo que separaba a estos dos personajes. Funcionan, más bien, como las dos caras de la misma moneda. 
Llevo algún tiempo reflexionando sobre ello, aunque repito que aún me parece muy pronto para concluir algo. De momento, lo único que puedo decir es que nunca habría podido imaginar una forma más brillante de enlazar la comprensión clínica de Hannibal con la empatía visceral de Will. ¿Cómo es posible que ambos caminos llevasen a un punto de encuentro como aquel?  
Sé que este post no vale gran cosa como comentario, pero no creo que pueda hacerlo mucho mejor. Con Hannibal las palabras no bastan: hay que ver. También es recomendable encontrar a alguien con quien comentar esta serie o, como yo, os encontraréis boqueando como pez fuera del agua intentando asimilar lo que habéis visto. 

lunes, 14 de septiembre de 2015

Mr. Holmes

A veces una película tiene todos los ingredientes necesarios para ser una gran experiencia y, al final, se queda en algún extraño limbo, muy lejos de aquellas expectativas. Y te parte el corazón. 
El atractivo de Mr. Holmes estaba en su regreso a los orígenes de la historia (qué mejor forma de hacerse notar en un momento en que abundan las versiones actualizadas, como la magnífica Sherlock) y, sobre todo, en la contraposición del conocido personaje y la persona que acabó eclipsando. El hecho de que Mr. Holmes se desarrolle a partir de los intentos frustrados de un anciano Holmes por recordar su último caso subraya lo brillante que era la idea. Sobre el papel. 
Aún no entiendo qué pasó, si os digo la verdad. En Mr. Holmes aparecen bien claros todos esos elementos, nada se pierde. Y sin embargo la película se acaba haciendo pesada. En teoría, ir intercalando nada más y nada menos que tres líneas argumentales distintas debería haber evitado que el ritmo de la película fuese lenta. 
Ahora que lo pienso, quizá fuera ese el problema. Creo que esas historias empezaban en momentos diferentes de la película, de modo que el planteamiento de una iba seguido del de otra. Sí, juraría que el planteamiento de las tres historias ocupaba, en proporción, una gran parte de la película. Lamentablemente, lo que eso supone es que al final se haga necesario terminar cada relato deprisa y corriendo, y que queden demasiados cabos sueltos. 
Es una auténtica lástima que todo esto eclipse el encanto que, a pesar de todo, tiene Mr. Holmes.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Sinsajo, de Suzanne Collins

Recuerdo que cuando empecé En llamas me avisaron sobre el final. Que era uno de los cliffhangers más despiadados de los últimos años, decían. Y lo es, eso vamos a dejarlo claro desde el principio, pero lo cierto es que yo no quedé tan destrozada como me habían hecho creer. Supongo que si no me impactó tanto como el final de Los juegos del hambre fue porque ya empezaba a acusar el ligero cansancio del que os hablé en su momento y, además, porque En llamas me gustó un poquito menos que Los juegos del hambre
Con todo, diría que lo más determinante es que realmente el final de En llamas sí supone un cambio en la dinámica anterior, mientras que en Los juegos del hambre la certeza de que aún quedan asuntos sin resolver impide que la etapa se cierre. Lo que hace Sinsajo, por ir entrando en materia, es abrir la puerta a un mundo que hasta entonces no era más que un rumor. 
Con todo, la novedad no supera el nivel de lo aparente: muy pronto Sinsajo revela que la esencia de los dos bandos enfrentados es exactamente la misma. Este es un aspecto que ya se apuntaba en En llamas, si no recuerdo mal. Sí estoy segura de que me encantó la idea en su momento, y me impactó más todavía cuando la vi tan bien desarrollada como aparece en Sinsajo. Intentaré no decir más porque, en el fondo, el mayor encanto de este libro es que permite al lector ir recogiendo indicios hasta construir su propia visión. 
La verdad es que este desarrollo me conquistó, tanto que durante la lectura incluso me dejé arrastrar por un final que, en el fondo, se hace escaso. No deja de ser curioso, y hasta irónico, que al final de Sinsajo le ocurra justo lo contrario que al comienzo de Los juegos del hambre: si entonces dije que ciertos datos parecían fuera de lugar en el monólogo de Katniss, en Sinsajo la narradora se centra hasta tal punto en sus propias experiencias que apenas percibe lo que ocurre al margen de su visión. Este es el efecto más lógico de la narración en primera persona, eso es verdad, pero al final de este maratón yo no podía ser racional: sólo quería saber qué le pasaba a todas estas personas. 

viernes, 4 de septiembre de 2015

Hannibal (T1)

Como tantas otras veces, me sumerjo en un fenómeno del que sé lo justo, poco más que lo legado por la cultura popular. Aunque valoro el enfoque de frescura que eso me permite, a veces siento que tengo por novedosísimo algo que en el fondo no lo es tanto. 
Sin embargo, también intuyo que cualquier cosa que toque Bryan Fuller tiene todas las papeletas para convertirse en algo, si no nuevo, desde luego sí memorable por sí mismo; acordaos, por ejemplo, de la maravillosa Pushing Daisies
Pero centrémonos de una vez en Hannibal. Lo que me fascina de esta serie es cómo mima a sus personajes. No me refiero a esa protección mal entendida, sino a un retrato exhaustivo, con todas sus consecuencias. Una de ellas (mi favorita, por cierto) es que a menudo el espectador se ve trasladado al punto de vista del protagonista, Will Graham, que a su vez es capaz de empatizar hasta niveles increíbles con los asesinos que analiza. Esa identificación se hunde en el personaje y extiende sus raíces hasta embotar todos sus sentidos y, en última instancia, también los nuestros. El resultado es una conjunción escalofriante de imágenes fantasmagóricas, terroríficas por lo natural de su evolución. 
Y si se detuviese ahí... Pero es que no lo hace; lo que pasa es que yo ya no sé cómo explicarlo. Una serie como Hannibal, impecable de principio a fin, no se puede reducir a un par de comentarios; estas cosas hay que verlas porque, a diferencia de este intento, son capaces de envolverlo todo.