lunes, 30 de julio de 2012

Wall·E

No sé exactamente cuándo me hice lo bastante mayor como para volver a ver películas de animación. También es verdad que desde hace un tiempo, no sé si casualmente el mismo que el que llevo yo reviviendo los placeres de este tipo de cine, los "dibujos" no son tan para niños. 
En ese sentido, Wall·E está muy cerca de Up, aunque su carga emocional no es ni mucho menos tan intensa. Wall·E es más ligera en cuanto a personajes. Ojo, eso no significa que no plantee una historia interesante y unos protagonistas creíbles, humanos y tiernos. Con todo, sigo diciendo que en ese sentido no llega al nivel de Up
El fuerte de Wall·E está en contar una historia casi sin palabras. No hacen falta ni diálogos ni largas secuencias de paisajes para que sepamos exactamente a qué se dedica Wall·E. qué siente por EVA y que no es correspondido. 
Es curioso cómo en poco tiempo se llega a simpatizar con Wall·E. Todavía me sorprende la forma en que Pixar logró dotar de ternura a un robot, tan tradicionalmente frío.
No quiero seguir alabando Wall·E porque todavía queda gente por ahí que no la ha visto así que quedaos con que es un peliculón, una joya que luce por sí misma, una especie de drama futurista que no es dramón ni película de acción. 

Puesto #65 de las 200 de Cinemanía.

viernes, 27 de julio de 2012

Ice Age

A veces en la vida hay que decidir entre morirse de calor a la intemperie pero en buena compañía o mantenerse fresquito en casa. Por suerte, siempre cabe la opción de ir al cine, uno de los pocos espacios que hoy constituye, en mi opinión, el término medio perfecto para esta disyuntiva (a la que, por cierto, estoy muy poco acostumbrada).
Ayer fue una de esas veces. En momentos como este, más siendo verano, una se pone poco exigente con la cartelera: lo importante es ver algo entretenido y que mantenga a salvo del calor durante un tiempo. En ese sentido, Ice Age 4. La formación de los continentes cumple perfectamente su misión. 
Claro que el caso de Ice Age es un tanto especial. Esta saga comenzó, por lo que puedo ver en Google, en 2002. No sé a vosotros, pero a mí este dato me da hasta vértigo: han pasado diez años ya y casi no me he dado cuenta.
En cualquier caso, dejando estas cábalas a un lado, lo que quiero decir es que las sagas, máxime cuando llevan tantos años abiertas, son un caso aparte. A veces me siento nostálgica y me gusta recuperar algunas de ellas, ver en qué quedaron, qué fue de ellas. Si a esto le juntas un calor como yo no recordaba en toda mi vida, ya tienes el plan de la tarde hecho. 
Ice Age 4 no es un peliculón (y ya ni hablamos de rigor histórico y científico...), pero está bien. La ves y pasas un rato más que agradable, que al fin y al cabo es de lo que se trata ¿no? Yo, sinceramente, me reí muchísimo mientras la veía. Aunque, claro, ese es el fuerte de Ice Age en general. Su humor nace de lo absurdo de las situaciones y lo ridículo de los personajes pero, por alguna razón, siempre es efectivo. Vi, desde su estreno en cines hasta ahora, la primera entrega de Ice Age bastantes veces. No podría contarlas, pero desde luego no han sido pocas, y me sigo riendo casi como la primera.
Ojo, también os digo que creo que hace mucho que sus creadores perdieron el norte. Personalmente, me declaro totalmente en contra de esta manía (no sé de quién, no sé a quién echar la culpa) de estirar una historia y darla de sí hasta que resulta casi irreconocible. Creo que esto es lo que ha ocurrido con Ice Age. Es más, diría que la segunda película y la tercera casi no tienen relación con la idea original. Hombre, en Ice Age 2 sí que hay algún acontecimiento que habría que saber para conocer a todos los personajes de esta última entrega, pero desde luego de la tercera, en cuanto a argumento, se puede prescindir. 

Con el buen rollo que transmite esta película, no quiero marcharme terminando el post con un comentario negativo, con otra de mis muchas quejas. Así que os resumo: para reírse sin más (ni menos), no dudéis en ver Ice Age 4. La formación de los continentes

sábado, 21 de julio de 2012

¿Sensible o sensiblera?


Espero no ser la única persona aquí que siempre llora con una película aunque ya la haya visto un millón de veces. De verdad que lo espero. 
Me "escandalizo" tanto porque no soy una persona que suela emocionarse fácilmente; o por lo menos no lo era. El caso es que desde hace algún tiempo no puedo evitar llorar (o acercarme peligrosamente) cada vez que veo ciertas películas. Es el caso de Bajo el sol de la Toscana.
Sí, me emociono con esta película tipo telefilm. Pero no es su estética lo que me gusta de ella. De hecho, no me fijé en eso hasta hoy y desde luego no son pocas las veces que la he visto.
Lo que valoro de Bajo el sol de la Toscana es lo que de alguna manera representa: es esperanza. En qué, eso ya no sabría decirlo con exactitud. Lo que sí tengo claro es que transmite una cierta ansia de vivir, de probar cosas nuevas, sin miedo. Llega a ser un poco exagerada a veces, pero siempre tiene al menos un toque significativo. Pasar una tarde de llorera con esta película es una experiencia casi catártica; viene bien de vez en cuando.
Me gusta Bajo el sol de la Toscana porque irradia, a su manera, belleza en cada frase, donde reside su mayor fuerte. No hace historia, pero es una de esas películas que recupero de vez en cuando para "reconciliarme con el mundo". Encontraréis películas mejores, sí, pero pocas voces más sensibles.

viernes, 20 de julio de 2012

Carmen Laforet y la novela de posguerra

Creo firmemente que la literatura siempre va ligada al momento histórico en el que surge, pero con la Guerra Civil ocurre de una manera distinta, más fuerte, más desgarradora.
Creo que la característica más notable de la narrativa de posguerra es el dolor. Hay mucha gente que por eso diría que este periodo, en cuanto a literatura se refiere, es sobre todo deprimente. En cambio, para personas que, como yo, piensan que el dolor es el mejor motor literario, eso no tiene por qué ser algo negativo. Es como esas imágenes tan sobrecogedoras que llegan de los más terribles conflictos en lugares recónditos que sólo llegan a conocer los valientes fotógrafos que se adentran en ellos. Estas imágenes son ciertamente sobrecogedoras, pero no por ello carecen de una cierta belleza, igual de potente. 
Para mí, eso es lo que ocurre con la novela española de posguerra, especialmente con Nada, de Carmen Laforet (Premio Nadal 1944). 
Nada cuenta la historia de Andrea, una joven que viaja a Barcelona para estudiar Letras. Para ello, deberá alojarse en casa de unos parientes, una familia burguesa venida a menos. Mucho menos. 
Andrea no tardará en abandonar su ingenua mirada de extrañeza en favor del rechazo hacia las actitudes de estos familiares a los que realmente no conocía. Y claro, no tardará en contagiarse de ellas. Sin embargo, el suyo es un papel generalmente pasivo, que no acrítico. No sólo conocemos las desventuras de los habitantes de la calle de Aribau, sino también las opiniones que sobre ellas tiene Andrea. Claro que su perspectiva, curiosamente, es la del recuerdo: la narradora es una Andrea adulta que rememora aquella época de escasez y tensión constantes. 
Hay angustia en Nada, hay dolor, sí, pero también algunas de las descripciones más bellas (aunque la palabra se le quede corta) que he leído en mi vida. Es lo que me gusta de la novela de posguerra: posee un lirismo desgarrador, una expresividad dulce pero de aristas afiladas. Igual que su tiempo.

jueves, 19 de julio de 2012

Un dios salvaje

Un dios salvaje está basada en la obra teatral homónima de Yasmina Reza. Fue adaptada a la gran pantalla por Roman Polanski y la propia Reza.
Cabría suponer que la adaptación de una obra de teatro al cine sería más fácil que la de una novela. Sin embargo, no podemos dejar de tener en cuenta que el teatro es muy distinto al cine. El teatro tiene un sabor bien diferente, una viveza que se puede palpar. Lógicamente esto no puede ocurrir en el cine porque tú no estás a
Este es el problema de Un dios salvaje. Aunque es muy intensa, no puede llegar a serlo tanto como una representación en vivo. Quizá Polanski y Reza se empeñaron demasiado en ser fieles al original y no supieron suplir las carencias del diferido. 
La interpretación de los actores (Jodie Foster, John C. Reilly, Kate Winslet y Christoph Waltz) es fantástica, lo mejor de la película, pero ni siquiera esto puede resolver los problemas de la adaptación.
Hombre, la película conserva parte del encanto, eso no lo puedo negar, aunque sólo sea por cómo se plantea desde el principio. Pero le falta un algo.
Con todo, la idea es (o era) estupenda: dos matrimonios que se conocen porque el hijo de unos agrede con un palo al de los otros. Para evitar juicios, denuncias y otros follones, los padres deciden hablar entre ellos de una manera más cordial, más educada y, como les gusta decir a ellos, civilizada
Aquí entra en juego el dios salvaje. Lo que empieza como un debate muy adulto sobre educación y valores se convierte muy pronto en una batalla que no por encarnizada deja de ser algo patética.
Y es que estos adultos no disponen de los medios (que no armas) de los niños: no pueden desahogarse o, si se quiere, expresar sus verdaderas emociones de un modo físico porque es "de mala educación". El resultado de tanta frustración reprimida, hoy una auténtica pandemia social, es más que digno de observar. 
Vería encantada Un dios salvaje en cualquier teatro. Ahora, la película... no es que me apetezca especialmente repetir, la verdad.

lunes, 16 de julio de 2012

Los Tenenbaums

Ésta es una de las pocas cosas por las que sí podría decir que una imagen vale más que mil palabras. Pero claro, sabiendo que es otra peli de Wes Anderson, ¿quién se extraña?
Hacía tiempo que quería ver Los Tenenbaums y, la verdad, no fue porque hubiese oído buenas críticas o me hubiese llamado especialmente la atención su argumento. De hecho, no sabía nada de ninguna de estas cosas. Sólo vi imágenes por ahí, escenas congeladas en las que se puede apreciar lo que ya es, según palabras de LaSexta3, "la marca de la casa": ese tipo de plano que tan especial hace al cine de Anderson. 
Ésa no es su única cualidad, sin embargo. La facilidad con que se desarrollan los acontecimientos es pasmosa; la riqueza de cada detalle y el simbolismo que arrastra no deja en ningún momento de resultar sorprendente. 
Y es que Los Tenenbaums es una película tremendamente alegórica, llena de pequeños gestos que esconden grandes intenciones y simples detalles que tarde o temprano lo significarán todo.
Bizarra en su planteamiento, ácida en su desarrollo y dulce de corazón, Los Tenenbaums es una de esas películas que hay que ver sí o sí.

viernes, 13 de julio de 2012

El proceso

Lo interesante (y por lo que me decidí a leerlo cuando me hablaron de ello en clase) de El proceso de Kafka es la sutileza de la transición hacia lo fantástico de una novela que en principio parece totalmente realista.
El proceso cuenta la historia de un nombre, Josef K., que de pronto es arrestado. Él no sabe el motivo y nosotros tampoco lo llegamos a saber.
El proceso avanza y se vuelve cada vez más absurdo, espeso e impenetrable. De alguna forma, esto se proyecta sobre el lector: esta novela resulta especialmente densa por lo lento y rocambolesco de su desarrollo.
Sin embargo, en su favor debo añadir que la empatía hacia K. es muy fácil de sentir, ya que uno termina igual de confuso, perdido y frustrado que él.
Pero, a pesar de reconocer su calidad, tengo que admitir que El proceso me resultó, con todo, pesado. Un final impactante, eso sí, pero un conjunto pesado.

La edición en particular que he manejado (la que os muestro en la imagen) incluye capítulos incompletos y fragmentos suprimidos por el propio Kafka, así como un par de postfacios escritos por Max Brod, gran amigo del autor y encargado de destruir la obra de éste a su muerte. Se entiende que Brod no cumplió tal misión.
Brod, como explica en el primer postfacio, creía en la genialidad de Kafka más que el propio Kafka. A él debemos que las grandes obras de este autor, como La metamorfosis (algo más llevadera que El proceso), sean hoy conocidas: era él quien hacía ver al torturado escritor la calidad de su obra y le convencía para sacarla a la luz. 
La verdad, casi resultan más gratas estas narraciones que la novela en sí. Desde luego, es muy interesante ver el contexto en el que surge una obra y el proceso de depuración que atraviesa a lo largo de su composición. Además, se nota un cierto afecto.

Para acabar, querría animaros a que leyerais El proceso. Es una obra ciertamente perturbadora y sí, pesada, como ya he dicho. Pero, sabiendo que no es una novela de esparcimiento, merece la pena adentrarse en ella para deleitarse con algunos fragmentos simplemente magistrales. 

Semena Negra de Gijón

Nuestro apéndice ya no tiene una función específica. Es lo que se llama un órgano vestigial. No es más que un añadido, un elemento que puede faltar o no sin afectar al funcionamiento del conjunto.
En eso consiste esta sección nueva, Apéndices. Aquí os voy a contar todas esas cosillas que se pueden hacer por aquí y que a veces tanto tienen que ver con la temática que este blog ha ido adoptando. Espero que os guste y, quién sabe, a lo mejor algún día digo algo que os resulta útil.

De lo que quiero hablaros hoy es de la Semana Negra de Gijón. Para aquellos que aún no la conozcáis, es una especie de festival literario en el que librerías de todo el país se reúnen y exponen su oferta, muchas veces a un precio muy económico (buena parte de los libros son de segunda mano, así que salen mucho más baratos). También hay autores presentando y firmando sus últimas obras, algo siempre muy atractivo, además de algún que otro concierto interesante. 
Como ya os comentaba el otro día en facebook, mi amiga Clío de El universo de Clío, otra chica y yo fuimos a la Semana Negra a ver qué encontrábamos por ahí. La tarde resultó muy productiva, especialmente en lo literario, aunque no hicimos ascos a otras cosas que fuimos encontrando. Aquí una muestra de lo que compramos; a ver si adivináis de quién es qué.



Cualquier bibliófilo que se precie encontrará encanto en la Semana Negra, aunque sólo en los primeros puestos y en lo propiamente literario del evento (y bueno, en la comida, que lo de feria siempre entra muy bien, más cuando llevas un buen rato pateándola). El resto ya... Reconozco que igual soy yo muy rancia, pero en general los parques de atracciones me resultan agobiantes.
Afortunadamente, la Semana Negra tiene algo para todos: desde el poligonero hasta gente tan pedante como Clío y yo. 

domingo, 8 de julio de 2012

Shame

Sobre Shame se ha dicho de todo. Hay quien alaba la profundidad de sus personajes y hay quien sólo ve las numerosísimas escenas de sexo explícito que se suceden a lo largo de toda la película.
A mí personalmente Shame me supone un serio problema. Cuando no me gusta una película porque "se me hace rara" tiendo a pensar que el problema es mío, que yo no he entendido lo que intentaba transmitir. Por eso le he estado dando tantas vueltas desde que la vi, hace ya una semana. 
Creo que mi problema con Shame es que la encontré lenta. La historia en sí no es mala y los actores principales, Michael Fassbender y Carey Mulligan, están espléndidos pero el desarrollo de la acción es muy lento. De hecho, casi no hay acción ni, en mi opinión, suficiente diálogo que lo compense. 
Cuando se tratan temas tan personales y se intenta desnudar el inconsciente de un único personaje se corre el riesgo de caer en lo que podemos llamar "PowerPoint de cantautor": una sucesión de imágenes con poco o ningún movimiento y una canción melancólica de fondo. Es más o menos lo que ocurre en Shame, sobre todo en su planteamiento. 
Quizá lo que hace "rara" a Shame es que buena parte de su contenido lo tiene que deducir el espectador. Hay que analizar cada pequeño gesto de los actores, cada mirada y lo que provoca o deja de provocar. Hay que suponer, presuponer, deducir. Mucho. 

Os dejo con la versión de Carey Mulligan de "New York, New York", una de las mejores escenas de la película, si no la mejor. Para que veáis hasta qué punto tienen peso (y calidad) los actores en Shame.

Reservoir Dogs

Tarantino es un tipo peculiar, eso ya lo sabíamos todos. Precisamente ahí está su fuerte y el de su cine, tan característico y reconocible. 

Reservoir Dogs es una película sangrienta. Tarantino no es apto para sensibles, ni ahora ni en sus comienzos. 
El debut cinematográfico de un director hoy ya legendario es una apuesta curiosa: el atraco a un banco narrado de una forma indirecta, sólo a través de lo que los miembros de la banda recuerdan y suponen. 
Además de este interesante juego creativo, la gracia de Reservoir Dogs es que cada personaje no sabe de los otros más que el color que el jefe de todos les ha asignado. Encima se encuentran con que uno de ellos debe de haberles tendido una trampa: la policía les estaba esperando en el lugar del atraco y ahora, si realmente hay un traidor, el lugar fijado para la posterior reunión no es seguro. Los ánimos están caldeados, la paranoia se siente en el aire. La trama está servida.
Sorpresas y mucha sangre es lo que aguarda al espectador, pero merece la pena ver Reservoir Dogs aunque no seas un incondicional de Tarantino o de las pelis de acción en general. El cine de Tarantino siempre es interesante porque le da un giro a todo: coge el género más trillado que se te pueda venir a la cabeza y le da una vuelta que lo convierte en novedad. A mí, personalmente, eso me impresiona. 
Sólo por eso (aunque no es poco) merece la pena ver esta y otras películas de Tarantino. Menos Malditos Bastardos, de esa igual podéis pasar. 

Puesto #44 de las 200 de Cinemanía.

sábado, 7 de julio de 2012

Up

Una de las cosas por las que siempre recordaré Up es por ser capaz de contar en cinco minutos y casi sin palabras una de las historias de amor más tiernas que jamás he visto. Sólo esta secuencia, apertura de la película, es una obra maestra en sí misma.
Up confirma, además, un fenómeno que llevo un tiempo observando: en los últimos años lo mejor de la cartelera siempre son las películas de Pixar (obviando las excepciones que confirman toda regla, claro).
Creo que precisamente por su éxito masivo Pixar incluye en todas sus obras algún "chiste" dirigido a los padres que llevan al cine a sus hijos pequeños o a esos no-tan-niños que vamos pare recordar viejos tiempos.
En el caso de Up, con esto no me refiero a esas supuestas referencias sexuales que todos acabamos encontrando tarde o temprano en las películas que en su día vimos cándidamente, sino a una profundidad y madurez inusitadas.
No quiero decir que Up sea mejor porque tenga "moraleja" o algo por el estilo. Al contrario que Moonrise Kingdom, hace ya tiempo que la vi, y no una sino varias veces, así que he tenido tiempo para reflexionar. Sobre todo he meditado sobre eso de las moralejas. Creo que la única conclusión válida a la que puedo llegar es que cada uno deduce su propia enseñanza. Es más, diría incluso que ésta cambia con cada visionado.
No diré qué saqué yo en claro la última vez que vi Up. Lo mejor es que vosotros, sin ninguna idea previa, la disfrutéis sin más.

Puesto #39 de las 200 de Cinemanía.

viernes, 6 de julio de 2012

Moonrise Kingdom


Moonrise Kingdom es una gran historia de amor en un envoltorio pequeño. 
Aunque, para ser sincera, esto me plantea un problema. Recuerdo Moonrise Kingdom, vista hace unas pocas horas, no como una película de amor, sino como la entrañable historia de unos niños que, bueno, se quieren. Sí, su relación es definitivamente romántica, pero su historia demasiado bizarra como para que la recordemos sólo como "una de amor". Así parece una película más de la sección de "comedia dramática" de un videoclub cualquiera y eso no le hace justicia.
¿Qué se puede destacar de Moonrise Kingdom, entonces? ¿Cómo puedo convenceros para que la veáis? No puedo limitarme a enumerar sus muchas virtudes, sobre todo porque la tengo muy reciente, como ya os he dicho. 
Voy a limitarme, pues, a deciros que salí del cine con una sensación de paz que lamentablemente no puedo describir, que me reí, que sufrí por los personajes, que se me quedó grabada su banda sonora hasta mucho después de encenderse las luces de la sala. 
Eso sí, no puedo marcharme sin antes mencionar su extrañamente peculiar estética, tan característica en la filmografía de Wes Anderson, y esa comicidad, a ratos absurda pero sobre todo sarcástica y mordaz, que tanto me sorprendió ya en Fantástico Mr. Fox.