lunes, 12 de junio de 2017

El círculo

Nunca entenderé cómo ni por qué internet se ha convertido en el nuevo super villano de moda. No deja de ser una herramienta como cualquier otra: se le puede dar un uso terrible, sí, pero no por ello han de obviarse sus grandes ventajas.
El círculo me hizo pensar en todo esto, no porque abra una nueva puerta en el debate, sino porque parece recorrer todo el desarrollo de la discusión de siempre: empieza como la gran utopía de la información y la inmediatez y, estirando el concepto de transparencia, acaba corrompiéndolo sin remedio. 
A partir de este punto me va a resultar un poco complicado hablar de mis problemas con El círculo sin entrar en spoilers.
Para empezar, no entiendo la razón de ser de la protagonista. Sé que en este tipo de historias es necesario un observador ajeno para que el espectador pueda ir entrando en el nuevo sistema, pero me pregunto si en un caso como este no habría sido más interesante adoptar la perspectiva del creador de la red que se maneja en El círculo: es el personaje de John Boyega quien vive en primera persona la caída que siempre se sugiere cuando se habla de internet; el de Emma Watson, en cambio, se mantiene como consumidora, consciente de lo que ocurre y cómo sólo hasta cierto punto.
En otras circunstancias podría conceder que se tratase de una manía personal (porque tampoco a la toma de conciencia de la protagonista le falta interés), pero no en El círculo: la historia opta en el último segundo por una especie de término medio que a lo largo de la película parecía imposible y, lo que es peor, anuncia ese nuevo estado de las cosas sin explicar cómo se ha llegado ahí: si el conflicto se resuelve recuperando un sistema corrupto, lo suyo será explicar cómo se hace.
Tendré que echarle un ojo a la novela de Dave Eggers; podría ser todo una cuestión de adaptación.

domingo, 11 de junio de 2017

Las chicas Gilmore (T3)


Sí, es la imagen más tópica que podría escoger, no tengo excusa. La tercera temporada de Las chicas Gilmore tiene sensación de cierre, y no hay nada que pueda hacer para obviarlo.
Sin embargo, bien parece que la serie misma se resiste a asimilar el cambio: fijaos de qué manera se prolonga la tradicional cena de los viernes en casa de los Gilmore. Supongo que la intención era establecer una especie de paralelismo entre Lorelai y Rory, o quizás hacer que la hija recogiese el testigo (por no decir la deuda) de su madre. A mí no me termina de convencer, si os digo la verdad, no tanto por el detalle en sí sino por la manera tan desesperada y casi chapucera con que se aferra al pasado: después de todo este tiempo estaba tan claro que Rory disfrutaba esas cenas que convertirlas en un nuevo pago resulta gratuito.
Pero me estoy dejando llevar por mis neurosis; en realidad lo que más me resquemó de esta temporada fue la relación entre Rory y Jess. Tengo una relación de amor-odio con el personaje de Jess: su historia me parece tremendamente interesante, un (agradecido) paso más allá del típico "chico malo"; y los momentos más entrañables con Luke surgen con tanta naturalidad que resulta imposible no tenerlos en cuenta. El problema es que la mayor parte del tiempo Jess se comporta como el "chico malo" de manual, y eso me crispa bastante. Menos mal que Rory no se deja llevar por gilipolleces. 
Estoy avanzando muy tranquilamente por esta serie para no ser yo una forofa de los dramas y romances.