miércoles, 26 de diciembre de 2012

Los Miserables


Sí, Los Miserables es un fenómeno musical, pero es difícil que pase de ahí.
Los Miserables tenía todos los ingredientes para convertirse en una gran película y, sin embargo, no los supo aprovechar. El resultado final, obviando lo espectacular (que no se le puede negar), es algo mejor que mediocre, aunque no mucho. 
Antes de verla había leído algunas críticas por ahí, críticas en general malas o, como mucho, no excesivamente entusiastas. Que conste que me negué en redondo a creerlas y, de hecho, no terminé de leer ninguna. Ya no me gusta ir al cine sabiendo de mano qué opina la crítica, pero en este caso era diferente. No sé si habéis visto el trailer de Los Miserables. Los que sí lo hayáis hecho, supongo que entenderéis perfectamente de qué hablo cuando digo que, después de ver eso, no podía entender esas críticas. Sin embargo, parece que nos encontramos ante el típico caso de un trailer mejor que la propia película, un fenómeno por desgracia hoy muy extendido. 
No me interpretéis mal: no quiero decir que Los Miserables sea una mala película. Es más, os recomiendo verla en el cine porque la experiencia merece la pena, no sólo por la banda sonora (simplemente soberbia), sino por la espléndida actuación de todos y cada uno de los actores. En ese sentido Los Miserables rebosa intensidad.
Mi problema es sobre todo con el tratamiento de la historia. Aún no he leído la novela de Victor Hugo pero casi podría asegurar que la película omite mucha información que debería aparecer. Alguien que ya lo haya leído probablemente haya seguido el argumento sin problemas, pero yo me perdía. Creo que eso es síntoma de una mala adaptación. En mi opinión, una película, aunque se base en una novela, debe existir por sí misma y no dar nada por sentado, como parece ocurrir constantemente en el caso que nos ocupa.
Con todo, no conservaré un mal recuerdo de Los Miserables. Creo que podría haberse hecho mucho mejor (en momentos como este sí pegaría una segunda parte, mira), pero la intensidad de la que os hablaba antes es lo que ocupa casi toda mi impresión.
La que os dejo como conclusión de este post es una de las escenas que más me gustaron de toda la película y que mejor ejemplifica la fuerza a la que me refiero. 

lunes, 24 de diciembre de 2012

Ratatouille

Nunca he estado en París pero supongo que, como mucha otra gente, de tanto verla en películas, antiguas o nuevas, esta ciudad se ha convertido en una vieja conocida. 
Y es que parece que todo lo que toca París se convierte en oro. Crea un aura diferente, más romántica, más mágica. Una magia que ya posee Pixar por sí sola. Junta todo eso y tienes Ratatouille, una historia sobre pasión y sueños, cumplidos y por cumplir. 
Ratatouille tiene un sabor distinto, un sabor especial. Para mí la distingue de cualquier otra película, no sólo de animación. No sabría decir muy bien por qué, pero Ratatouille es una de mis películas favoritas de todos los tiempos. La he visto un montón de veces, no sabría decir cuántas, y nunca me canso. 
Ya os he comentado muchas veces que me encantan las películas de animación. Creo que en ellas se aprecia la esencia misma del cine: poder ilusionarte de la misma forma que cuando eras niño, con la misma intensidad e ingenuidad. Porque, al fin y al cabo, ¿la labor del cine no es esa? ¿No se trata de trasladarte por un tiempo a mundos mejores? Para mí todo eso y más está en Ratatouille. Siempre que la veo me siento mejor persona y eso, amigos, no se paga con dinero. 

Por todo esto es un honor para mí que este post sea el número 100 de No olvides el paraguas. Cuando veía acercarse este momento pensé en hacer algo realmente diferente pero, la verdad, creo que eso iría directamente en contra de la esencia de este blog. Así que aquí me tenéis: emocionada por poder hablar de una de mis películas favoritas en un momento que, para qué nos vamos a engañar, es especial para todo bloggero. 
Sólo me queda dar las gracias a los que habéis seguido la evolución de este espacio (que, sinceramente, a mí misma me ha sorprendido) y a los que os habéis ido incorporando, y desearos a todos una feliz Navidad y próspero Año Nuevo. 

domingo, 23 de diciembre de 2012

Kramer contra Kramer

Ya me habían dicho que Kramer contra Kramer era una película lacrimógena pero, la verdad, no esperaba pasarme toda la película con los nervios a flor de piel y las lágrimas a punto. 
Supongo que alguien podría pensar que este tipo de películas, si no te consideras una persona especialmente sensible, no sirven ni para pasar una tarde de domingo. Yo no pienso en mí de esa manera ni, ahora que la he visto, de Kramer contra Kramer.
El planteamiento quizá no sea el más innovador, como tampoco parece serlo el desarrollo de los acontecimientos, pero no se le puede negar el asombroso cambio en la forma de ser de los personajes. Esto no habría sido posible sin las brillantes actuaciones de los protagonistas, los tres: Dustin Hoffman, Meryl Streep y Justin Henry. No recuerdo la última vez que vi a un personaje evolucionar de una forma tan sutil y al mismo tiempo tan evidente. Ahí se concentra, en mi opinión, el mejor trabajo y la mayor virtud de Kramer contra Kramer. A este respecto tengo que destacar la escena de las tostadas francesas, al principio y al final de la película. Personalmente, me pareció un giro brillante. 
Me quedo con eso de Kramer contra Kramer. Nunca la recordaré como una película de lágrima fácil aunque tampoco me expondré a verla en un día triste. 

Puesto #160 de las 200 de Cinemanía.

domingo, 16 de diciembre de 2012

El Hobbit. Un viaje inesperado


Mi mayor miedo cuando esperaba en el cine a que se apagasen las luces era que El Hobbit no llegara al nivel de El Señor de los Anillos. La cosa estaba complicada: la anterior trilogía había marcado un antes y un después en la historia, no sé si sólo en la del cine o también de la literatura; eso lo dejo al juicio de cada cual.
Os adelanto que no tardé mucho en respirar tranquila y dejarme envolver, de nuevo, por la atmósfera épica de la Tierra Media. 
Tengo que reconocer que hace ya mucho que leí El Hobbit, así que hay bastantes detalles que no recuerdo con claridad. No puedo, pues, hablar de hasta qué punto la película es fiel al libro. Eso sí, tengo el firme propósito de releerlo antes de que se estrene la segunda parte y así tenerlo todo más fresco. 
En cualquier caso, estoy encantada con el resultado. Es verdad, todo hay que decirlo, que no me acaba de convencer la forma en que se enlazó esta nueva saga con la anterior, aunque la considero necesaria para todos los que no han leído ninguno de los libros. Me parece todo un detalle por parte del equipo de la película, la verdad, porque no soporto esas adaptaciones que siempre se andan apoyando en la novela y acaban dejando unas lagunas tremendas. Es, en mi opinión, un quiero-y-no-puedo. Por suerte, con Tolkien no se ha hecho nada remotamente parecido. 
A partir del principio "real", cuando lo que vemos ya es El Hobbit propiamente dicho, la cosa mejora considerablemente. Aquí ya aparece la esencia de esta nueva saga. 
Poco más puedo decir. Sólo que como fan estoy plenamente satisfecha, deseando ver El Hobbit otra vez y ansiosa por que lleguen las siguientes partes, aunque para eso todavía queda un año...

Eres una bestia, Viskovitz

Eres una bestia, Viskovitz, de Alessandro Boffa, es una colección de cuentos fabulados. Boffa recupera la clásica forma de las fábulas de toda la vida y les da un toque más humano, si cabe. 
Aunque todas las historias que constituyen esta pequeña joya literaria están protagonizadas por animales, las cubre un cierto halo de tragedia, perfectamente compatible con intermitentes destellos de humor. 
De alguna forma, al aparentar que no pretende enseñar nada al lector, las lecciones de Boffa calan mucho más hondo que cualquier fábula de antaño. Eso, o que precisamente por ser un relato contemporáneo, la información no se pierde con el paso del tiempo y el correspondiente cambio de perspectiva. 
Sea como fuere, es su estilo impecable, limpio y sencillo y su aparente inocencia, unida a una sabiduría inmanente, lo que hace de Eres una bestia, Viskovitz un libro imprescindible para cualquier amante de lo auténticamente clásico. 

jueves, 13 de diciembre de 2012

The Pelayos

Creo que ya ha quedado claro que tengo fe en el cine español. Por eso y por tráilers muy interesantes es por lo que me decidí a ver The Pelayos.
Basada en una historia real, esta película cuánta cómo una familia al completo intentó desbancar un casino de forma legal. Hasta donde yo sé, su hazaña en la vida real terminó con su expulsión de todos los casinos del país.
De todas formas, como me suele pasar en estos casos, no conozco el caso real ni a la familia en cuestión, así que lógicamente no puedo meterme en si están mejor o peor imitados o hasta qué punto la película es realista o no. Por lo que me han contado, se cambiaron unas cuantas cosas, más o menos importantes, pero a estas alturas ya considero eso algo inherente al cine. 
Sobre The Pelayos tengo que decir, en primer lugar, que me sorprendió lo bien hecha que está, lo limpio de su técnica. Ahora bien, quizá me ocurrió más o menos lo mismo que otras tantas veces: un comienzo brillante, un toque especialmente llamativo, disparó mis expectativas y acabé por perderme en ellas.
Yo esperaba, por lo que iba viendo según avanzaba la película, poder llegar a conocer a estos personajes pero no fue así, ni mucho menos. En ese sentido me pareció muy plana. Es impactante en cuanto a la estética pero, en lo que tiene que ver con el tratamiento de los personajes, se queda corta. 
Le reconozco que es entretenida, que nunca se siente el impulso de echar un vistazo, aunque sea rápido, al reloj. Sin embargo, no puedo pasar por alto que al final me quedé tal y como estaba al principio.

El túnel, de Ernesto Sábato

El argumento de El túnel es muy sencillo: se trata de la confesión de un asesinato. La miga está en que el propio asesino nos cuenta cómo conoció a su víctima y qué le llevó a acabar con ella. 
Esta macabra crónica no escatima en detalles, aunque nunca llega a ser excesivamente escabrosa. Lo que nosotros llegamos a conocer al dedillo, casi como la palma de nuestra mano, es la conciencia del asesino, su mente, sus manías y su forma de pensar. 
Pero, ante todo, El túnel es una novela sobre la soledad, el aislamiento y la necesidad, casi patológica, de sentirse comprendido. 
La historia que hay detrás de esta novela, y me estoy refiriendo al contexto histórico y cultural que sostiene cualquier obra artística, es más que digno de mención. Lo mejor que podéis hacer si os interesa un poco la novela argentina de mediados de siglo, con todas sus peculiaridades, es leer el prólogo de la edición que aparece en la imagen. 
Ya os hablé de Cátedra cuando leí Cien años de soledad, no sé si os acordáis, y no puedo sino repetir la jugada porque el prólogo de Ángel Leiva para El túnel es fantástico. Además, no estropea el libro, no desvela nada. Yo lo leí al final porque desde La metamorfosis les cogí miedo a los prólogos casi demasiado exhaustivos pero, si os pasa lo mismo, con este podéis estar tranquilos.
Ahora, os advierto que El túnel no es, ni muchos menos, una "novela de placer", como suele decirse. Su lectura es complicada en general, un poco extenuante y enrevesada a veces, pero siempre interesante. Merece la pena leer El túnel, pero no olvidéis que es una novela introspectiva: prácticamente toda la acción está en la mente del protagonista. Supongo que por eso esta es una de esas novelas que acabas amando u odiando, sin términos medios. Yo desde luego la voy a leer más veces. Muchas más.

Antes de irme os dejo un enlace al blog Un desván azul. Su autora, Raquel F., publicó el post al que me refiero mientras yo leía El túnel y, a lo mejor por esta coincidencia, no puedo desprenderme de una cierta inquietud e indignación. No sé de dónde viene ni adónde irá, pero tengo la sensación de que precisamente esta falta de definición es el origen de esta incomodidad y del problema que se plantea en el post, sutilmente relacionado con todo lo que supone El túnel como obra. 

No es tan fácil

Meryl Streep, haga lo que haga, siempre está estupenda. Por eso no suelo obviar sus películas, aunque de entrada me parezcan una chorrada. Claro que las cosas no siempre salen bien o, por lo menos no tan bien como una espera.
No es tan fácil es una película sencilla tirando a simplona, pero que acumula un reparto de lujo, como podéis ver en el cartel, debajo del pecholobo de Alec Baldwin. 
Este cartel me recuerda a esos novelones que ponen a la entrada las grandes librerías; esos que se convierten en best-sellers antes de salir; esos con un título pequeño, marginado y arrinconado, donde lo importante es el nombre del autor. Así va todo cuando lo que interesa no es el producto, sino quien lo firma. Es lo primero que se me ocurre cuando veo posters y así, y la verdad es que hasta me pongo de mal humor. 
De todas formas, aquí sí son los actores, y no sólo los principales, los que consiguen salvar No es tan fácil del más absoluto desastre porque, de otra forma, esta película no tiene nada de especial. Hay algún momento por ahí que hace gracia y realmente no es una película que deje un mal sabor de boca, pero tampoco un recuerdo imborrable. 

viernes, 7 de diciembre de 2012

2001: Una odisea del espacio

Se dice, y con razón, que Una odisea del espacio es una de las mayores obras de ciencia ficción de la historia del cine. Creo que puedo añadir poco más, la verdad.
Mientras la veía pude por fin entender todas las referencias que se le han hecho y que lógicamente entonces no pude llegar a coger. Por ejemplo, aquel capítulo de Los Simpson en el que convierten su casa en una versión nueva, robotizada, inteligente, y un panel circular rojo, omnipresente, los observa y controla desde cualquier rincón del hogar. Éso es ser un clásico.
Ahora, preguntadme cómo una película se convierte en un clásico y sólo podré morderme el labio. Supongo que una de las claves debe ser la atemporalidad. En el caso de Una odisea del espacio, aunque hay muchos elementos muy típicos de los sesenta, ninguno de ellos ancla la película a aquel momento. Es más, diría que incluso hoy se mantiene el efecto futurista. 
Sin embargo, si hay una sensación que predomina es la de pequeñez, pero no esa ridiculez de tamaño que minimiza las cualidades del héroe de turno, sino esa pequeñez que, según dicen, contiene las grandes esencias. 
Una odisea en el espacio me pareció una historia de superación, pero no una cualquiera, sino superación humana. Los protagonistas, como en aquel capítulo de Los Simpson con el que casi inauguraba el post, se oponen a un cerebro perfecto que se supone a su servicio. A estas alturas, supongo que todos sabréis perfectamente de qué estoy hablando. 
Como llevo unos días diciendo, hay algunas novelas que hace falta leer varias veces, la primera para empaparse de su esencia, y el resto, para intentar descifrarla. Una odisea del espacio funciona más o menos de la misma manera: como cualquier película de Kubrick, su estética es más que potente, con una increíble fuerza en los detalles, que no se puede apreciar en un único visionado. 
2001: Una odisea del espacio simplemente impresiona. 


Puesto #38 de las 200 de Cinemanía.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La Lolita de Kubrick

A veces pasan estas cosas. A veces (pocas, para qué engañarnos) coincide que terminamos un libro, casi hemos dejado de darle vueltas, y de pronto nos ponen la película en bandeja. 
Este año la adaptación de Kubrick de la Lolita de Nabokov cumple medio siglo y TCM, como no podía ser de otra manera, anoche la emitió. Por desgracia no pude ver el corto que iba antes, una especie de mini documental; seguiré buscando y si lo encuentro os lo haré saber. 

Lolita es una adaptación soberbia. Está claro que ayuda que el propio Nabokov colaborase en el guión, sobre todo porque se logró un resumen y una reelaboración de contenidos que alguien ajeno a la concepción de la obra no habría podido igualar. Tengo que reconocer que, de hecho, la película me ayudó a darme cuenta de algunos detalles que en el libro se me pasaron totalmente. 
Eso es una adaptación, y una de las buenas, además. Puede tener su propia identidad más allá de la novela pero sigue siéndole fiel, sigue estando muy claro cuál es su origen. Ojo, hay por ahí películas fantásticas que no tienen nada que ver con el libro en que se basan. A mí, la verdad, me da igual que se parezcan más o menos siempre y cuando se mantenga la esencia de la novela o se cambien ciertos elementos para adaptarlos a las condiciones propias de una película. Hay auténticas maravillas en este sentido. Se me vienen a la cabeza El erizo, basada en La elegancia del erizo o Criadas y señoras, adaptación de la novela homónima.
Pero, independientemente de todo eso, Lolita es una buena película. Por eso no entiendo que años después se hiciese un remake. No sé, después de ver esta no me parece que fuera necesario. Es verdad que aún no la he visto entera y que en general soy reacia a los remakes; manías, oye. De momento, por lo poco que llegué a ver del remake, tengo la sensación de que se decidió repetir la jugada porque tanto en el momento en que se publicó la novela como en el que se hizo la película, Lolita causó un gran revuelo. Sin embargo, treinta años después, no. Aún así, sigue sin parecerme necesario: todo está ahí, todo se sabe; no hay necesidad de caer en nada remotamente parecido a la exhibición. Es, como ya dije de la novela, la perfecta encarnación de la elegancia. 

martes, 4 de diciembre de 2012

Lolita

Uno no puede empezar a leer Lolita pensando en lo típico: "Ah, es la historia de un pedófilo que se lió con su hijastra y la arrastró por Estados Unidos durante dos años". Si vais a quedaros con eso igual os vale más leer alguna de esas novelas pornográficas para señoras de mediana edad que están tan de moda ahora. 
Nabokov, por suerte, tenía sus prioridades bien claras: el arte por encima de todo. El resultado es (para mi sorpresa, lo reconozco) una de las novelas más elegantes que he leído en mi vida. 
Lolita, más que una historia -casi- cualquiera, es el recuerdo de una tróspida aventura: será el mismo protagonista, Humbert Humbert, quien nos cuente la historia de primera mano, sin ningún pudor ni reparo y sin olvidarse nunca del lector. 
De una manera o de otra, Nabokov siempre intenta mantener un diálogo abierto con el lector o, al menos, las voces que emplea que no son propiamente suyas apelan a alguien que podemos ser nosotros, si le echamos imaginación. Un ejercicio muy interesante después de leer Lolita, con todos los datos sobre la mesa, podría ser responder a la pregunta que de algún modo Humbert Humbert deja planteada (y que por supuesto yo no revelaré). Lo dejaré para una segunda lectura; la primera es para recrearse, sobre todo en  el caso de esta novela.
Lo que más me sorprendió de Lolita fue lo amoldada que está a la mente de Humbert. No hay más que eso en la novela: es sólo Humbert, Humbert desvariando en  pleno éxtasis, Humbert viajando con su obsesión de copiloto, Humbert cayendo al abismo rodeado de fantasmas. Bien podrían serlo, porque en comparación con el atormentado narrador el resto de personajes apenas llega a trozo de cartón. La verdad, esto puede llegar a ralentizar un poco el desarrollo de los acontecimientos, aunque no demasiado, lo justo para adecuarse a periodos de cierta calma.
Me alegro de haber leído por fin Lolita (qué mejor crítica podría hacer) porque, a pesar de conocer ya la historia, todavía pude sorprenderme con las increíbles descripciones de Nabokov. Tengo muchas ganas de leer otras cosas de este hombre. Ya os contaré.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Ciudadano Kane

Un peliculón donde los haya, una obra maestra de principio a fin. No tengo más palabras para describir Ciudadano Kane.

El fallecimiento de cualquier personaje célebre lleva siempre consigo un gran revuelo, pero en este caso no se trata de un personaje cualquiera así que, como no podría ser de otro modo, su última palabra, rosebudabre un misterio que, se espera, arroje algo de luz sobre la vida del fallecido. 
Es increíble ver cómo a partir de algo en apariencia tan nimio, una única palabra, se intenta desgranar toda una vida. Más sorprendente aún, sin embargo, es ver hasta qué punto hay distancia entre personaje y persona; hasta qué punto es enorme el abismo que separa la grandeza pública y las miserias de la intimidad. 
Va a ser verdad eso de que no somos nadie.

Puesto #23 de las 200 de Cinemanía.