jueves, 31 de marzo de 2016

The Martian, de Andy Weir

La primera vez que oí hablar de The Martian fue en el tráiler de la película. Como siempre, muy al día de la más rabiosa actualidad. En fin, será mejor que vaya asumiendo que nunca en mi vida voy a ser puntual para nada. 
Parece que las historias de astronautas están de moda (vamos a superproducción por año, si no me equivoco). Lo malo es que han seguido un camino muy irregular. No sé vosotros, pero yo sentí más miedo que otra cosa cuando vi el tráiler de Marte
Al final acabé cayendo: todo el mundo hablaba tan bien de esta película que era imposible no contagiarse del entusiasmo. Y en el último segundo todo lo que podía salir mal salió mal y me la perdí. Sólo cuando leí la novela empecé a plantearme que a lo mejor no haber visto Marte fue en realidad un golpe de buena suerte.
Cris, de Si Dumbledore fuera librero, describió a Mark Watney como náufrago antes que como astronauta, y no creo que haya mejor referente para acercarse a este libro. En The Martian pesa más el individuo que la trama: es fascinante cómo el protagonista se sobrepone a su mala suerte y, sobre todo, cómo se forja una nueva normalidad en circunstancias tan extraordinarias. Podemos ver todo eso a través de su diario, y si funciona tan bien es porque Andy Weir consiguió darle al personaje una voz propia, genuina como pocas. Sólo por eso The Martian ya es una novela que merece la pena. 
Aquí empieza mi pequeña crisis: a partir de cierto punto, The Martian alterna la trama de Mark con la de los otros astronautas y los trabajadores de la NASA que intentan ayudarlo. Entiendo que sin todo esto la historia habría quedado algo incompleta pero tampoco puedo dejar de pensar que habría sido muy interesante experimentar como lectores el mismo aislamiento que Mark. 
Creo que esta combinación de tramas encaja mejor en una película que en un libro (qué suerte tener tan a mano la posibilidad de comprobarlo) y, aunque me encanta que disciplinas tan distintas se alimenten mutuamente, tengo que reconocer que me da un poco de pena que la palabra se acabe disolviendo en la imagen.

viernes, 18 de marzo de 2016

Uprooted, de Naomi Novik

Mi abuela me contaba muchos cuentos cuando era pequeña. Tenía una voz clarísima y muy dulce, y conseguía que todo sonara como de casa. Ya conocía todas sus historias pero siempre sentía mariposas en el estómago cuando la veía abrir el libro que me iba a leer. 
Con mi madre, sin embargo, nunca hubo manera de saber qué iba a contar cuando empezaba a hablar. Su especialidad eran las actualizaciones de los cuentos de mi abuela, pero siempre recordaré con especial cariño uno de sus originales: el de la niebla que bajaba de la montaña porque se sentía sola.  
Veo todo eso en Uprooted. Veo los cuentos de mi infancia y la certeza de que están vivos, de que pueden cambiar con nosotros; en el fondo nadie está escrito sobre piedra. Así crecí, aunque reconozco que no lo tuve tan claro hasta que leí Uprooted
Nunca lo hago, pero hoy me da especial miedo lanzarme a escribir una sinopsis porque Uprooted empieza como un cuento que todos conocemos: hay un valle, un bosque mágico, una torre, un mago. Uprooted parte de esos lugares archiconocidos y los va enredando hasta que, de pronto, todo está al revés. Sólo hace falta un poco de paciencia: este cuento te acaba encontrando con la naturalidad de las buenas historias. 

P.D. Ya podéis encontrar Uprooted en español, traducido como Un cuento oscuro. Lo acaba de terminar una amiga mía y, por lo que me contó, la traducción está muy bien hecha. 

domingo, 13 de marzo de 2016

Deadpool

Esperaba pasarlo bien viendo Deadpool. Sin más. Ni siquiera me interesaba todo el concepto de "antihéroe" o lo que este personaje pudiese tener de atípico porque ya sabemos todos dónde acaban ese tipo de etiquetas. Lo que no me esperaba era que todo estuviese tan bien aprovechado. Eso me pasa por prejuiciosa. 
Estoy muy lejos de ser una experta en super héroes pero, por lo que he visto, las historias sobre el origen de estos personajes suelen seguir la misma estructura: un tipo normal, muy cerca del absoluto patetismo, un día se da de frente con algo extraordinario y se acaba convirtiendo en un héroe no tan inesperado. La transformación ocupa el centro de la historia, supongo que porque regodearse en la mediocridad del protagonista consigue que su empeño y tesón lo hagan más admirable. El problema no es la estructura en sí; a fin de cuentas, es una fórmula que sigue funcionando y que en el fondo tiene su sentido. Pero, dios mío, cómo se agradece cuando cambia. Es una de esas cosas que se necesitan desesperadamente, aunque uno nunca es consciente de ello hasta que lo tiene delante. 
El gran mérito de Deadpool no pasa por cambios sustanciales de la fórmula clásica, sino en una astuta reorganización. Salí del cine y de pronto me di cuenta de que realmente la principal línea argumental ocupa sólo un par de días, y eso no es más que la mitad de lo que cuenta la película: el resto es un gran flashback que lo explica todo pero, y aquí viene lo interesante, en lugar de plantearlo como dos medias películas distintas, ambos tiempos se van intercalando. Así consigue no perderse en planteamientos duplicados y que la película nunca pierda ritmo. Cuando te quieres dar cuenta, estás viendo pasar los títulos de crédito. Nunca olvidemos lo difícil que es eso. 

sábado, 12 de marzo de 2016

El renacido

Fui a ver El renacido por un pálpito. Me bastaba saber que dirigía Iñárritu y que estaba DiCaprio. Cuando coincide tanto talento en una misma película no hay que mucho que pensar. 
La verdad es que de aquella no sabía más: no tenía ni idea del grandísimo reparto que se reunía en El renacido y, por supuesto, tampoco conocía su argumento ni que estaba "inspirada en hechos reales" (lo que quiera que eso signifique). 
De todas formas, tampoco podría haber estado preparada: El renacido es una de esas películas que exigen un salto de fe. Se abren al comienzo distintas líneas, más temporales que argumentales (si tuviese que decir algo), y la confluencia se hace esperar: lo único que queda es ser paciente y un poco receptivo, y confiar en que al final todo encajará. Y así ocurre. Sin embargo, aunque no puedo señalar la más mínima falta en esta película, lo cierto es que no llegó a calarme. Reconozco su inmenso valor artístico pero, salvo ocasiones puntuales, la historia en conjunto no llegó a emocionarme, no en el estricto sentido de la palabra. Para mí le faltaba un poco más de alma. No se me ocurre otra forma de decirlo. 
Parece que vi El renacido como quien oye llover, y no; no es esa la imagen que quiero transmitir. La verdad es que aún no terminé de salir del pozo de autonegación en el que me refugié después de cierta muerte (menos mal que quedan los copos de nieve para lidiar con la pérdida). Tampoco se me va de la cabeza el discurso tóxico de un brillantísimo Tom Hardy, ni creo que pueda llegar a olvidar la última mirada de El renacidoNo se me pasa por la imaginación cuestionar la absoluta maestría de esta película; es sólo que eché en falta más momentos como esos, más viscerales, más íntimos, más de dentro.

jueves, 10 de marzo de 2016

Historia abreviada de la literatura portátil, de Enrique Vila-Matas

No elegí bien el momento para leer este libro. Fallo mío.
Cuando estoy tan ocupada con cosas de clase procuro escoger lecturas que me permitan descansar un poco de la materia. A la vista está que no siempre acierto.
La verdad es que cuando cogí Historia abreviada de la literatura portátil no me acordaba del argumento ni de nada. Hacía tiempo que tenía ganas de leer esta novela y con eso me bastó. 
Creo que acabo de repetir mi gran error: Historia abreviada de la literatura portátil está muy lejos de ser una novela. Culpa mía, repito, por no tener las cosas claras desde un principio. Mientras leía, buscaba desesperadamente un hilo argumental hasta que por fin, más o menos a mitad de libro, me di cuenta de que lo que tenía entre manos seguía un camino muy distinto. Tengo la sensación de que fue sobre todo esto lo que me hizo tan incómoda la lectura de Historia abreviada de la literatura portátil: yo buscaba un relato y me encontré con algo más parecido a una nota a pie de página o el apéndice de algún manual de literatura. El título de la obra ya era una buena pista, soy consciente, pero cuando me obceco con una idea me cuesta mucho abandonarla.
De todas formas, también influye que sencillamente Historia abreviada de la literatura portátil no es un libro para mí: reconozco que está magníficamente escrito, pero no me gustan las historias de sectas literarias. Las veo demasiado seguras de su verdad, demasiado empeñadas en dar con una Literatura Única. Como si eso fuese posible. Esta es una idea estrictamente personal, claro. Yo no veo unidad en la literatura y tampoco querría hacerlo. En mi imaginación tiene la misma cara que el universo, y eso me relaja.

domingo, 6 de marzo de 2016

Lo que dijo Harriet, de Beryl Bainbridge

Cuando empecé esta novela no podía imaginarme hasta qué punto sería literal el título. 
Llevo un rato intentando acordarme del nombre de la narradora protagonista. Me preocupaba no retener la información tan bien como solía hasta que me di cuenta por fin de que uno de los pilares más sólidos de Lo que dijo Harriet es precisamente que nunca se llega a conocer a esa otra niña. Detengámonos aquí un segundo: es ella quien cuenta la historia, y además la vive directamente. 
Harriet dice, ella hace. Lo curioso es que eso no parece importarle: Harriet siempre ha sido la líder, la más inteligente, la más encantadora, la más magnética. La narradora está completamente rendida a Harriet, y nosotros la seguimos, atrapados por la misma luz. 
No voy a detenerme en explicar qué hacen estas dos niñas. En todas las sinopsis hablan de un crimen horrible que conmocionó al país entero y a la sociedad de su tiempo, pero la novela no da esa sensación. Uno no puede sorprenderse tanto de lo que lee porque ha visto evolucionar la idea desde el germen más insignificante. 
Para mí lo escalofriante de Lo que dijo Harriet es cómo la influencia de un tercero invade el pensamiento y lo corroe desde dentro. Es ahí donde está la miga de la novela: en lo que se escucha, no en lo que se hace.

sábado, 5 de marzo de 2016

Fangirl, de Rainbow Rowell

Empecé a oír hablar de Fangirl en un momento en que estaba viviendo lo que llaman "fandom" de una manera bastante intensa. Estaba muy estresada, muy frustrada, y agotada hasta unos límites que nunca antes había conocido; necesitaba el refugio de la ficción. Y eso, según decían, es Fangirl. Más o menos. 
Tengo la sensación de que Fangirl funcionó para mí más por las circunstancias en que lo leí que por ella misma. Y es que seguramente este es el único año en que podría haberme identificado con Cath, la protagonista. Además de por la ansiedad que os comentaba al comienzo del post, este es el primer año que vivo fuera de mi casa, como ella. Hombre, tengo a mi favor que soy algo mayor (cómo se notan esos cuatro años) y que este no es mi primer año de universidad. Vamos, que mi cupo de novedades es más reducido.
Pasados esos puntos en común, acabé perdiendo el interés. Supongo que era inevitable: con este libro me alejé mucho de lo que suelo leer ahora mismo y, aunque no me cuesta salir de mi "zona de confort", sí es difícil retenerme fuera de ella. Terminé porque es un libro sencillo, tierno y carismático, y también porque soy incapaz de dejar un libro a medias. Además, lo que en ningún caso se le puede negar a Fangirl es que tiene una voz personalísima. Eso es lo que me llevo de esta novela. Puede que no tengamos las mismas prioridades, pero Fangirl es capaz de hablar como una persona real. Y si encima parece que te puede entender, tienes asegurado que al menos pasarás un rato a gusto.

jueves, 3 de marzo de 2016

Dando la nota 2. Aún más alto

Cuando vi Dando la nota ya hacía tiempo que se había estrenado la segunda parte. Vamos, que esto no me pilló por sorpresa, ni mucho menos, aunque fue lo último que pensé cuando empezaron a pasar los créditos de la película original. Apagué la tele, me fui a la cama y seguí tranquilamente con mi vida: no necesitaba saber más. 
Volví a acordarme de Dando la nota 2 en un viaje en autobús, cuando la vi en la lista de películas disponibles. Mira qué a punto, pensé. Aunque no esperaba gran cosa (por aquello de "Segundas partes nunca fueron buenas"), una parte de mí creía que en esta secuela encontraría aquel pequeño plus que me había faltado en Dando la nota
Tal vez habría funcionado si Dando la nota 2 se hubiese centrado en los elementos ya apuntados en la película original. Lo que encontré, sin embargo, son todos los ingredientes para una continuación más: Dando la nota 2 parece tan centrada en sentar las bases de una futura saga que no se preocupa por caer en el autoplagio. De otra forma no se entiende qué hacen los personajes nuevos o qué pintan todas esas tramas amorosas de pronto; tampoco el calco de duelos (¿es o no es la misma escena que puse en el anterior post?) y campeonatos cada vez más grandes.
Pero justo cuando todo parecía tan gratuito, Dando la nota 2 ofrece un final maestro. Y te lo tienes que creer, no te queda otra: la redención funciona dentro y fuera de la historia. Me tienta decir que esta última escena le da sentido a todas esas cosillas que estuve comentando en este mismo post
No me resisto a terminar la entrada con ese momento. Seguramente no tiene el mismo efecto sin haber visto el resto de la película antes, pero es que es precioso.

Dando la nota

En el fondo, Dando la nota es la clásica comedia de instituto o, como poco, su heredera universitaria más directa. Recurro a la etiqueta para orientar el comentario aunque, ahora que lo pienso, tal vez acabo de predisponer a muchos en contra de esta película. Por otro lado, bien podríamos plantearnos por qué las llamadas "comedias de instituto" están tan mal vistas. Como si no hubiésemos sido todos adolescentes. Como si no nos acordásemos de cómo éramos entonces. A veces parecemos la Trunchbull, de verdad. Pero bueno, ese no es el caso. 
Dando la nota es una película que hace reír. Si es una buena comedia o no, eso quizás es otro tema. Aquí es donde me pasa factura aquello de que "yo no entiendo de géneros". Sin embargo, sí voy a atreverme a aventurar que una comedia que se precie nunca deja de explorar los personajes que la forman. Eché en falta algo más de eso en Dando la nota, sobre todo porque no estaba del todo ausente: sólo les faltó estirarse un poco más, centrarse un poco más... Estoy pensando en una de las últimas escenas, una reunión de grupo que promete confidencias. Espero no ser la única que se quedó a medias con esa escena. 
Creo que aquello me dio tanta rabia porque las chicas de Dando la nota son personajes muy bien definidos: se molestaron en darles a todas una personalidad propia, con sus particularidades y manierismos. Lo que echo en falta es un punto más de profundidad, ese algo que las haga trascender el mero tipo y las haga del todo humanas.  
A estas alturas de post parece que me he olvidado de que quizá Dando la nota es una película más musical que comedia. Pero no me olvido, no. Creedme, no lo pasé por alto. Seguramente es por la música por lo que Dando la nota se ve tan bien y tantas veces: aquí está todo lo que podría faltar en el resto de la película. Ved esta escena, por ejemplo, y decidme si es o no personal:

miércoles, 2 de marzo de 2016

La trampa, de Ana María Matute

Que la trampa es la vida. Me lo dijeron hace una semana, comentando la trilogía de Los mercaderes. No le di mayor importancia en su momento pero hace unos días que no me lo quito de la cabeza; espero que una buena relectura me ayude a darle forma a todo. 
¿Sabéis qué es lo más curioso de La trampa? Que sí se parece a la continuación que esperaba encontrar en Los soldados lloran de noche. Inocente de mí. La trampa recupera por fin a Matia, de Primera memoria, aunque ya no queda nada de la niña de entonces: ahora tiene un hijo, por ejemplo, y también una carga más pesada sobre los hombros. Lo que la devuelve a los orígenes que conocimos es una obligación muy de adulta: el compromiso que uno se impone aunque nunca es capaz de explicar por qué. 
Leí el primer capítulo de La trampa y di por hecho que por fin sabría qué había sido de Matia desde Primera memoria. En eso acerté, pero me equivoqué de pleno al suponer que La trampa sería sólo eso. Tardé más de lo que me gustaría en darme cuenta de que Matia ya no podía ser la única protagonista del relato: en La trampa sólo es una de tantas voces. 
Esta es una novela que se construye sobre el recuerdo, más que sobre la acción, así que, si lo piensas, en el fondo tiene todo el sentido de mundo que sólo cuando confluyen varias líneas de memoria puede surgir una imagen clara. ¿No? Más que la vida, a lo mejor la trampa es necesitar a otros para saber, para ver, para imaginar. Al menos mi primera lectura se ahogó un poquito en esa parte.