jueves, 10 de abril de 2014

Cómo conocí a vuestra madre. Temporada final


Pues no, no era ninguna broma. Realmente es así como termina Cómo conocí a vuestra madre. Haré un esfuerzo por evitar posibles spoilers, aunque sólo sea por no echar para atrás a los que no la siguen o la dejaron de ver en algún momento. Respiremos hondo y a ello.
No sé si lo recordaréis, pero fue precisamente Cómo conocí a vuestra madre la que inauguró la sección de series de este blog. Por entonces era mi serie favorita así que fue un momento bastante especial para mí. Luego nos hicimos todos mayores. 
No todas las series evolucionan igual de bien. Algunas empiezan con un grupo de personajes muy reducido y, tal vez por un excesivo miedo al prematuro desgaste, van incorporando más y más secundarios hasta que ya no sabes quién es quién. Otras conservan siempre su fórmula y su sello aunque introducen de vez en cuando pequeñas novedades, puntuales pero jugosas, para mantener el interés. Y luego están esas que acaban pareciendo más preocupadas por los números que por su integridad, que venden lo que las hizo especiales y desaparecen. Os podéis imaginar a cuál me refiero. 
Es muy curioso ver cómo se desarrolla este proceso. Se parece mucho a esas fases de la aceptación o algo por el estilo, no estoy segura. Sólo sé que, por lo menos en mi caso, empezó por la negación. Veía cada capítulo, sobre todo en esta novena temporada, pensando "Bueno, me estoy riendo". Era cierto la mayor parte de los casos. Sin embargo, por muy fan que uno sea, llega un punto en que no puede mantener los ojos cerrados a la realidad y tiene que asumir que lo que está viendo no tiene sentido. Creedme cuando os digo que, después de tantos años, es casi devastador. 
Los que hayáis seguido Cómo conocí a vuestra madre hasta el final notaríais en su momento su desigual desarrollo. Hasta el espectador que no quiere verlo acaba dándose cuenta de cuándo una serie avanza hacia un final precipitado y cuándo está simplemente haciendo tiempo. Y sinceramente, a estas alturas me parece una falta de respeto tremenda hacia nosotros. No estuvimos esperando nueve años para luego acabar así. Mejor respiro hondo otra vez y lo voy dejando ya. 
Pero no puedo marcharme sin comentar lo ofendida que estoy por el trato dado a "la madre". Es difícil quejarme de esta cuestión sin soltar ningún spoiler, la verdad. Baste decir que prometía ser un personaje genial, como lo demostró las pocas ocasiones en las que pudimos verla. Sin embargo, ni su historia estuvo a la altura ni su final le hizo justicia. Creo que en lo que respecta a Tracy (a estas alturas ya se merece un nombre) se han portado peor que mal.
Por suerte, aun en lo peor de lo peor había todavía buenos momentos. Intentaré quedarme con eso, aunque ahora mismo se me hace un poco difícil. 

domingo, 6 de abril de 2014

Noé

A veces tengo la sensación de que no termino de entender el concepto de género. En algún momento pensé que no era importante y dejé de preocuparme por el tema. Me he llevado algunas sorpresas gratísimas, que conste, pero este no es un método infalible. Bueno, ni siquiera es un método.
La primera vez que vi el trailer de Noé no daba un duro por esta película. Creo que un tiempo después una amiga me dijo que la dirigía Darren Aronofsky y empecé a replantearme las cosas. Tengo muy buen recuerdo de Cisne negro (inquietante, pero bueno al fin y al cabo) así que supuse que este hombre sabría darle un enfoque ligeramente distinto al tema. Vaya, que no haría el típico drama bíblico. Ingenua de mí.
Vale, Noé no es tan típica pero no deja de ser un drama bíblico. Mi nula conciencia de género me impidió verlo en su momento. No voy a negar que introduce giros muy interesantes. Para empezar, no impone esa conciencia tan rígida y arcaica del bien y el mal, sino que plantea a un personaje que, llevándolo al extremo, acaba más cerca de la crueldad. Ha sido muy interesante ver eso. Pero como de todas formas el bando de los buenos y el de los malos acaba igual de diferenciado, seguimos en las mismas. Eso sí, es estéticamente impresionante en todo momento, como era de esperar. 

sábado, 5 de abril de 2014

Pushing Daisies (Criando malvas)


No creo que pueda llegar a decir que acabé de ver Pushing Daisies. La cancelaron en la segunda temporada y, aunque parece que hicieron lo posible por darle alguna conclusión, no lo lograron del todo. Es cierto que empecé a verla sabiendo en qué condiciones estaba pero aún así... Es posible que esta espinita se me quede clavada para siempre. 
Es que además no entiendo por qué se canceló. Vale, la segunda temporada no fue en general tan brillante como la primera (sospecho que debido a la amenaza de un final prematuro). Quedaron muchos cabos sueltos y otros mal atados, además de algunos pequeños errores garrafales, por paradójica que resulte la mezcla, pero aún estaba muy lejos de merecer que se cancelase. 
Recuerdo que cuando la empecé a ver me planteaba que quizás la fórmula de Pushing Daisies no podía dar más de sí. Os pongo en situación: Ned es un pastelero que puede resucitar muertos durante exactamente un minuto; si los mantiene más tiempo, una forma de vida equivalente muere en su lugar. Además, no puede volver a tocar al resucitado; de otro modo, moriría de nuevo y esta vez para siempre. 
Ned le saca partido a su don con sus pasteles y, de paso, con una lucrativa asociación con un detective privado, Emerson Cod. Qué fácil todo ¿no? Resucitas al muerto, le preguntas quién le mató y cobras la recompensa. Todo ventajas. Hasta que un día el muerto resulta ser Charlotte Charles, alias Chuck, el gran amor de la infancia de Ned. Os podéis imaginar que Ned no se ve capaz de renunciar a ella a pesar de las consecuencias que conlleva.
Afortunadamente en Pushing Daisies hay subtramas jugosas que animan bastante el asunto, además de los casos que resuelven entre los tres, a cual más estrambótico. Y creo que con esto ya os he contado suficiente. Desde luego, es mucho más de lo que suelo hacer. 
Sin embargo, lo mejor de esta serie no es el argumento en sí, sino la manera de contar las historias. Es esa forma como de cuento, con esos colores tan brillantes, un narrador muy oportuno y una cierta inocencia lo que me atrapó desde el primer momento. Por eso Pushing Daisies, a pesar de todo, siempre tendrá un hueco entre mis series favoritas. 

miércoles, 2 de abril de 2014

El gran hotel Budapest

Wes Anderson tiene ese estilo tan particular que nunca pasa desapercibido. Ni siquiera yo, que tengo poco ojo para estas cosas, dudo en identificar una de sus películas. Me gusta porque esa imagen siempre tiene un sentido: aporta algo de verdad a la historia. 
Esta particular estética es lo que hace que las películas de Wes Anderson se conviertan en cuentos modernos. Al menos para mí tienen ese aire de irrealidad, aunque nunca demasiado como para que dejen de ser creíbles (a su manera, claro). Supongo que por eso, porque en el fondo siempre me encantó que me contasen cuentos, me zambullo con tanto entusiasmo en cualquiera de las películas de este hombre.
No obstante, tengo que reconocer que El gran hotel Budapest no es lo mejor que ha hecho Anderson. El comienzo era más que prometedor: nos iban a contar una historia, una "de las de toda la vida". Es uno de los pocos casos en los que no me quejo de las voces en off; todo lo contrario. La verdad es que me gustan este tipo de cruces entre cine y literatura, sobre todo cuando se hacen así de bien.
Los problemas de El gran hotel Budapest aparecen al final, muy al final, después de ver la película y de haber pensado un poco en lo que se ha visto. No sé hasta qué punto esto es bueno o malo. Realmente tiene mérito poder plantear una historia con alguna que otra laguna y no perder por ello al espectador ¿no? 
El gran hotel Budapest es una película que se disfruta. Siempre entretiene; a veces también sorprende. Sin embargo, no se puede decir que esté tan bien hilada como otras. Creo que Anderson no supo manejar del todo bien la historia, que se metió en demasiadas líneas argumentales y se empeñó en demasiados cameos, y acabó dejando muchos cabos sueltos. Una pena, porque tiene algunos puntos realmente geniales.