viernes, 29 de marzo de 2013

Modern Family

Se agradece encontrar series así, que apenas te piden saber el nombre de sus protagonistas: a cambio de nada te hacen pasar unos ratos estupendos. 


Todavía no sé cómo lo ha conseguido, pero Modern Family es una de las pocas series que, con casi cuatro temporadas a cuestas, puede presumir de mantener el tirón y, lo que es aún más sorprendente, mejorar con cada temporada. 
No sé si el hecho de no necesitar mucha continuidad (los primeros minutos de cada capítulo ya sitúan el contexto) hace esta tarea más fácil o más difícil. Y es que hay bastantes series circulando que al cabo de un tiempo agotan su concepto y para cuando deciden renovarse ya es demasiado tarde o, lo que es más frecuente todavía, el cambio es tan radical que se convierte en una serie distinta, para disgusto de los seguidores más puristas. 
A lo mejor precisamente porque no se aferra a una idea única y firme, Modern Family puede renovarse con cada capítulo y de esa forma mantener una perenne sensación de frescura. Porque realmente cada episodio constituye una historia completa, sin necesidad de segundas partes o extras y, si hacen falta, no lleva más de treinta segundos poner al espectador al día.
La verdad, cuanto más lo pienso, más mérito me parece que tiene ser capaz de crear una serie coherente con unos protagonistas tan numerosos, cuyas historias quedan siempre perfectamente entrelazadas. Pensadlo: en condiciones como estas sería muy fácil acabar con un montón de anécdotas dispersas; sin embargo, cada capítulo de Modern Family ofrece distintas ramas perfectamente focalizadas. Esperemos que mantengan su fórmula. 

miércoles, 27 de marzo de 2013

Alta fidelidad

Yo tenía muchas esperanzas puestas en esta película. Había visto por ahí la primera escena, un primer plano de John Cusack preguntándose: "¿Qué apareció antes: la música o la miseria?". Me pareció una excelente pregunta y quería saber la respuesta. 
Sin embargo, lo que me encontré no pasa del típico grupo de pseudointelectuales (como en el fondo somos todos, también hay que reconocerlo) que mira a los demás por encima del hombro para disimular que se han decepcionado a sí mismos.
Si no recuerdo mal, cuando vi Annie Hall fue cuando os comenté la manía que le acabo cogiendo a una película cuando su protagonista me cae mal o simplemente me crispa los nervios. Y no os hacéis idea del mal humor que tenía contemplando al elenco de Alta fidelidad... En fin, supongo que tiene la gracia en guiños que yo no pillo así que esa parte de la historia la voy a dejar a un lado. 
A pesar de eso, todavía me creo capaz de disfrutar una buena historia cuando la tengo delante. Creo que si la película es entretenida por lo menos puedo sacar algo en claro. Sinceramente, estoy un poco incómoda en este caso porque no encuentro nada completamente aborrecible y tampoco algo, aunque sea un detalle, que salve a la película. Sólo sé que la primera mitad se me hizo eterna y que el final no me llenó. Además, después de pasar tanto tiempo escuchando a un personaje lo menos que espero es poder llegar a conocerle. En cambio Rob, protagonista de Alta fidelidad, sigue igual que al principio: es un personaje prácticamente plano, y eso sí que me pone de los nervios. 

The Darjeeling Limited

Algunas veces, aunque no todas, lo realmente importante de un viaje es el viaje mismo. En esas pocas ocasiones el destino apenas pasa de complemento circunstancial. 
Cuando ocurre eso viendo una película poco se puede hacer para resumirla. Además, ya sabéis que en este blog no somos muy amigos de resúmenes; los perdimos por el camino. 
The Darjeeling Limited es uno de esos viajes. No voy a detenerme en esa parte porque la gracia de la película precisamente reside en ella. 
Sí os voy a contar algo que me ha maravillado de esta película, aun a riesgo de estropearla un poquitín: su estructura, perfectamente circular, simplemente me ha encandilado. La forma en que un final (vamos a dejarlo así) da comienzo y conclusión al relato es, a mi modo de verlo, simplemente brillante. Es un gustazo ver películas así, en las que cada detalle encaja con el todo que lo rodea. Pero claro, siendo una película de Wes Anderson tampoco es que nos pille desprevenidos. 
Eso sí, The Darjeeling Limited no es como las demás películas que he visto de este director. Es muy suya, de eso no cabe duda, pero tiene un regusto agridulce que no alcanzaban las demás. Es más, creo que nunca me había encontrado con una película tan ambivalente en ese sentido: nunca había tenido tantas ganas de reír y llorar, todo al mismo tiempo. Fue sólo por un segundo, pero llevaré conmigo ese momento hasta el fin del trayecto.

martes, 26 de marzo de 2013

Los peces no cierran los ojos, de Erri De Luca

Siempre he dicho que no sé leer poesía. Es un género que, por alguna razón, me resulta extraño. Siempre que me acerco a algún poema tengo la sensación de que se me escapa entre los dedos, en todos los sentidos.
Me gusta más la novela. La veo más terrenal, más firme. Siempre que leo una novela sé perfectamente dónde estoy y dónde está todo. A lo mejor ese es precisamente el problema: soy una maniática del control. Eso, o que no soy lo bastante espiritual como para interesarme por la poesía. Vete tú a saber. 
Y sin embargo me encantan las novelas que, mientras se desarrollan, hacen que te detengas un momento a pensar: algo ha hecho click mientras pasabas página. Es posible que sigas un par de capítulos más con la mosca detrás de la oreja pero siempre llega el momento, más tarde o más temprano, en que te das cuenta de que lo que estás leyendo tiene un cierto regusto poético, una textura diferente a la de una novela cualquiera. 
Así ocurre con Los peces no cierran los ojos. La verdad, no hay palabras que puedan hacer justicia a esta encantadora novela. Cuenta, por resumirlo brevemente, la historia de un primer amor, del despertar mismo del amor. Impresiona la pureza de las imágenes que evoca y la forma en que Erri De Luca logra recrear la mirada de un niño que deja de serlo, la sorpresa que le produce todo lo que le rodea. Lo que más me gustaría destacar en ese sentido es el hecho de que no necesita recurrir a una pretendida incomprensión del mundo para reproducir ese proceso de aprendizaje. Es más, el protagonista de la novela se sitúa más bien en el extremo opuesto: lo absorbe y asimila todo, lo ordena. Esa fase es lo que De Luca, de un modo magistral, plasma en Los peces no cierran los ojos.

sábado, 23 de marzo de 2013

Juego de Tronos


Lo bueno de ver una serie algo después de su lanzamiento es que probablemente encuentres a tu disposición una o varias temporadas completas. Ojo, que esto puede resultar peligroso, casi perjudicial para la salud: hay por ahí algunas series peligrosamente adictivas que no te dejarán escapar fácilmente. 
Este es el caso de Juego de Tronos, que estrena su tercera temporada el 31 de este mes. Hoy terminé la segunda, así que creo que me dará tiempo a recuperarme del shock. Os advierto ya que Juego de Tronos es la serie con los finales de temporada más apoteósicos que he visto en mi vida. Ensalza y trasciende géneros. De hecho, casi diría que Juego de Tronos constituye un género en sí mismo.
Quiero hacer especial hincapié en eso. Como podéis ver por los posts de esta sección, las series que suelo ver entran en categorías bien distintas. Sin embargo, hace unos años, como a todos (o casi todos), me encantaban este tipo de historias. Todavía tengo algunos libros de aquella época y en casi todos había elementos propios de la Edad Media. Cierto es que, no mucho después, empecé a darle vueltas al asunto y dejé de entender qué tenía de bonito este bárbaro periodo. Con todo, no puedo deshacerme de un cierto apego por estas historias. Soy una nostálgica. 
Sin embargo, Juego de Tronos no es la clásica historia de caballeros y princesas; no se parece a las que yo leía. George R. R. Martin, autor de Canción de hielo y fuego, saga en la que se basa la serie, sabe que la Edad Media no es como la pintaban. Casi podría decirse que "se aprovecha" de ello y usa la distancia que separa ficción y realidad para darle un sello propio a su obra y, aunque resulte irónico, una mayor carga de realismo. Eso deduzco de la serie, vaya, porque no he leído ningún libro todavía. Estoy ocupada con otro tipo de lecturas ahora mismo, pero tengo en mente ir leyendo la saga poco a poco, con calma. Ya os iré contando. 
Mientras tanto, pegaos a la butaca. Con esta primavera empieza el invierno. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Manhattan


Volvemos a encontrarnos con Woody Allen, esta vez en su entorno natural. 
Manhattan es un homenaje a una ciudad, que casi tiene más protagonismo que los personajes que la habitan. Incluso diría que es la criatura que Allen trata con más mimo, por encima de cualquiera de sus personajes. Y es que la ciudad, no sólo Manhattan, sino todas las que el director ha decidido retratar, se convierte de alguna forma en el clavo ardiendo al que se aferra el protagonista, lo único que le puede aportar seguridad y firmeza en el estado más o menos lamentable en el que la película decide presentárnoslo. 
Eso es lo que parece dominar las películas de Woody Allen: la nostalgia por una felicidad pretérita y casi olvidada, sobre todo muy remota. Con todo, cuando conocemos a sus protagonistas, que parecen inmersos en un mar de dudas y desasosiego, siempre tienen un momento para detenerse y contemplar. 
Esto es lo que me quedo de Manhattan, una película de amor urbano y desamor humano.

Puesto #93 de las 200 de Cinemanía.

sábado, 16 de marzo de 2013

La cinta blanca

Creo que estoy empezando a pillarle el punto a Michael Haneke. Bueno, más bien me estoy acercando al que considero que es el denominador común de todas sus películas. Es algo que sólo se me ocurre llamar inmovilismo, aunque quizá sería más exacto decir que su cine es predominantemente pictórico. Es como si sus películas fuesen una sucesión de imágenes, de cuadros, comentados de modo que formen parte de un todo. Por lo menos esa es la impresión que tengo después de ver La cinta blanca
La verdad es que esta película me ha resultado algo lenta y, sobre todo, extraña por lo que comentaba en el párrafo anterior. No son pocas las ocasiones en que la cámara queda fija en un punto mientras hay movimiento alrededor, un movimiento que se oye y se intuye pero que nunca llega a verse. Personalmente, eso me resulta bastante incómodo. Claro que eso ya son manías de cada uno y admito que no me sentía tan mal como para no poder darme cuenta de la belleza de cada uno de esos planos. 
También tengo que reconocer la gran coherencia interna de La cinta blanca. La historia se conoce a través de los recuerdos de uno de los personajes, que no llega, ni mucho menos, a ser protagonista de la misma. La verdad es que es un personaje bastante inocente, sobre todo si se le compara con los que le rodean. Este personaje, profesor del pueblo, no llega a saber nunca qué ocurre realmente; se acerca peligrosamente a la clave, pero nunca resuelve el misterio. Nosotros, lógicamente, tampoco. 
La cinta blanca es una película  bastante dura y, precisamente por ser su concepto tan rígido, el final queda abierto a todo tipo de suposiciones. Al principio, debo reconocerlo, me sentó hasta mal no obtener la respuesta a la pregunta que se plantea desde el primer minuto. Luego, después de pensarlo un poco, no pude sino darle la razón a Haneke. Era mejor así. 

Esto no es una película

Esto no es una película presenta la historia real del director de cine iraní Jafar Panahi. Quiero hacer especial hincapié en eso: es una historia tristemente real y eso es lo que intenta mostrarse en este documental. 
Las últimas noticias que tengo de este hombre confirman la condena que se comenta en el documental: seis años de cárcel y veinte de inhabilitación, por la que se le prohíbe llevar a cabo cualquier actividad relacionada con el cine. 
Ante estas perspectivas tan poco halagüeñas, Panahi se decide a "rodar" este documental. La verdad es que digo "documental" por etiquetar Esto no es una película de alguna manera. Y es que debemos ser conscientes de que en esta clasificación está la clave de un posible delito. 
De Esto no es una película se desprenden muchas y muy valiosas reflexiones sobre lo que es y no es el cine y, en consecuencia, sobre lo que es y no es el arte y cuál es la labor del artista en todo esto. 
No es filosofía, estad seguros de ello: para nosotros, como espectadores, puede no pasar de ahí pero no olvidéis que hay un hombre detrás (más bien delante) de todo esto para el que es una cuestión crucial. Es por ello, a falta de palabras mejores, sobrecogedor. 
Con todo, este no es un testimonio triste. No se parece a esos especiales que de vez en cuando echan en televisión: no compila una serie de dramáticas declaraciones montadas de un modo más o menos espectacular. Es, "simplemente", un hombre hablando de cine. 

lunes, 4 de marzo de 2013

Las novelas tontas de ciertas damas novelistas, de George Eliot

A pesar de haber sido publicado por primera vez en el siglo XIX, Las novelas tontas de ciertas damas novelistas trata un tema aún de actualidad: ¿hay una literatura femenina?
Personalmente me opongo a tal idea: cuando leo una novela pienso en lo que su autor me está contando, no en lo que tiene entre las piernas. 
Sin embargo, todavía hay un sector bastante potente que se aprovecha de esas posibles diferencias y hace negocio con ellas, uno muy bueno y particularmente lucrativo. 
George Eliot, nacida con el nombre de Mary Anne Evans, arremete en esta obra contra sus coetáneas exhibiendo un gran sentido del humor y sentido crítico. Expone las cualidades que unen a prácticamente todas las escritoras de su época y realmente sorprende (incluso asusta) la uniformidad de esas características entonces y ahora, lo que es aún más preocupante.
Aún están entre los libros más vendidos novelas como Cincuenta sombras de Grey, Crepúsculo y derivados, por no hablar de las hordas de literatura "rosa" que siguen invadiendo catálogos. Así se mantiene la idea de que hay una literatura particular por y para mujeres, que encima debe ser de menor calidad. Lo más triste es que son muchas las mujeres que conservan y transmiten estos estereotipos.
Por eso recomiendo encarecidamente la lectura de Las novelas tontas de ciertas damas novelistas: George Eliot pudo plantear hace más de un siglo un problema que aún seguimos sufriendo. Ojalá tenga razón el dicho y el primer paso para resolver un problema sea admitirlo.