domingo, 3 de enero de 2016

Star Wars. Episodio VII. El despertar de la fuerza

Creo que todos nos empeñamos tanto en encontrar la esencia genuina de la trilogía original que acabamos perdiendo un poco el norte. 
Yo fui al cine, como tantos otros fans, deseando que me encantase El despertar de la fuerza. Es posible que luego saliese tan entusiasmada de la sala porque quería estarlo. Siempre hablo de lo peligroso que es tener unas expectativas demasiado altas, pero lo cierto es que en ocasiones el cariño es aún peor. 
Sinceramente, no me habría dado cuenta de todo esto si no hubiese comentado la película con más gente. Una amiga me dijo, por ejemplo, que El despertar de la fuerza sería una película estupenda si obviásemos las seis anteriores. Como secuela, decía ella, funciona rematadamente mal. Estuve reflexionando sobre aquello mientras recogía los pedazos de mi entusiasmo infantil. 
Parece que a todos nos pudo la nostalgia. Con El despertar de la fuerza nos devolvieron lo que ya habíamos visto en las primeras películas y nos quedamos tan satisfechos porque, a fin de cuentas, es una fórmula que funciona muy bien. El problema es que en el camino se pierde el suspense. Tengo en mente (y seguramente no soy la única) aquel encuentro entre padre e hijo, demasiado marcado por el escenario como para suponer un auténtico impacto. 
La verdad es que sigo bastante dividida. Disfruté mucho con El despertar de la fuerza pero tampoco quiero ignorar unos problemas que están ahí. En fin, todavía quedan dos películas por delante; espero que se alejen de esta especie de homenaje ligeramente mal entendido y asuman nuevos riesgos. Creo que aún están a tiempo de conseguirlo.