domingo, 31 de agosto de 2014

Fahrenheit 451


Es probable que este post contenga spoilers.
Hace algunos años mi madre me regaló Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury en la que se basa esta película. Recuerdo que se la veía entusiasmada. Según me dijo, esta historia le había impactado muchísimo cuando tenía mi edad y creía que podía tener el mismo efecto en mí. Recuerdo también que, si bien me impresionaba lo que leía, no cumplía las expectativas que me había formado. Ahora me planteo que quizá era cosa del momento más que del libro en sí. En fin, el caso es que esta película sí logró el efecto esperado entonces. 
No deja de ser curioso, porque nunca se me había pasado por la cabeza que se pudiese adaptar al cine una novela de este corte, de las que llaman distópicas. Que pudiese hacerse bien, quiero decir. Para mí lo mejor de estos libros es que lo grotesco va calando poco a poco, filtrándose en lo que de otra forma podría haber sido una historia perfectamente normal. De pronto llega la revelación, y a menudo la sigue la angustia porque el problema no parece tener solución: es la sociedad el monstruo de la historia y nadie lo quiere ver.
¿Cómo trasladas eso a la pantalla? Esto es lo que yo no podía imaginar hasta que vi Fahrenheit 451. Es increíble el poder del simbolismo en esta película y hasta qué punto ningún detalle es gratuito. 
Me gustaría destacar también la última quema de libros. Seguramente es la escena más escalofriante de la película (y también la más brillante): consigue transmitir esa fascinación por quemar y, además, hace que parezca hermoso. Ver para creer.
Lo único que me pregunto ahora, pasado el trance, es ¿qué libro sería yo?

lunes, 25 de agosto de 2014

Halt and Catch Fire


Empecé a ver Halt and Catch Fire hace cinco días. Para probar, porque había visto imágenes por ahí y más o menos sabía de qué iba, pero sobre todo para ver algo diferente. Cinco días me ha durado la temporada. Cinco. Habrá algún seriéfilo en condiciones por ahí que no pueda evitar sonreír con condescendencia, pero es que para mí esto es nuevo. 
Recuerdo que al principio me costaba un poco seguir la historia, sobre todo en el episodio piloto: apenas sé nada de los ochenta y de ordenadores, no digamos de cómo eran los ordenadores en los ochenta. ¿Cómo iba a saber de qué me estaban hablando? Pude sobreponerme de alguna manera porque incorporaron otros factores a la trama, no porque abandonaran esa jerga más adelante o convirtieran la informática en un fondo sin más.
Es una de las cosas que más me gustaron de Halt and Catch Fire: los sucesivas capas que se van descubriendo conforme avanza la historia no distorsionan el concepto original, sino que lo enriquecen hasta un punto que no parecía posible al principio. Pero no surgen sin más: son cosas que estaban ahí desde el principio, aunque no podíamos verlas y apenas imaginarlas. Me recuerda un poco a Sherlock en ese sentido porque, como toda buena historia de detectives, te da la oportunidad de pensar por tu cuenta. Hasta cuando se plantea en forma de flashback perdura esta sensación (qué capitulazo aquel). 
Por no hablar de los personajes. Me encanta la manera en que se los retrata, cruda pero no cruel, natural, sincera, sin tapujos. No podría escoger un favorito.
Halt and Catch Fire ha conseguido que me emocione un tema que en principio no me podría ser más ajeno. Pero esa es precisamente su magia: no se trata de ordenadores, sino de personas, de una humanidad que se apodera de todo al final. Es perfecto. Es brillante. Es genuinamente apasionante. 
En fin, que me ha entusiasmado Halt and Catch Fire, como podéis comprobar. Además, justo cuando la estaba empezando anunciaron que se haría una segunda temporada así que todo ha salido a pedir de boca. Puede que el final de temporada no pida a gritos una continuación (es una historia bastante circular en ese sentido), pero yo desde luego no le voy a hacer ascos. Ahora a ver cuánto me toca esperar. 

jueves, 21 de agosto de 2014

Avatar. La leyenda de Aang


Siempre es un placer redescubrir clásicos de infancia, sobre todo cuando en aquellos tiempos no había otra forma de seguir una serie que pillarla en televisión, con todos los problemas y lagunas que ello acarrea. En este caso, por ejemplo, me debí de perder casi la mitad de Avatar, y lo que vi del final no parecía un final propiamente dicho porque me faltaba demasiada información.
Lo importante es que el recuerdo perduró durante todos estos años. Ahora bien, no iba a caer en la misma trampa dos veces "seguidas". Esta vez hice las cosas bien, aprovechando que tenía más medios y muchísimo tiempo libre; para eso sirve el verano ¿no? Y por fin pude ver Avatar entera, casi del tirón, para gran satisfacción de la frustrada niña de entonces.
Lo que se me hace raro ahora, escribiendo este post, es que me veo en la necesidad, casi la obligación, de comentar la serie como un conjunto cuando cada temporada es capaz de aportar algo muy propio. Así, la primera temporada está muy cerca de aquella tierna infancia, momento del primer contacto. La segunda, sin embargo, acaba planteando una trama muy interesante, tan escalofriante como rica, y el desenlace no podría más apoteósico. La tercera y última inaugura un tono más sombrío, que ahonda en los propios claroscuros de los personajes. Creo que es todo un acierto plantear que hasta los llamados "héroes" tienen momentos bajos y, lo que es más, que pueden dudar. Por eso me gustó tanto el final de la serie: reconoce los dilemas morales de las grandes batallas y los resuelve dinamitando la ya manida costumbre de enfrentar a muerte al bien y el mal. 
Nada de esto sería posible sin unos personajes bien trazados; a fin de cuentas, son ellos los que mueven la historia. Esta serie me sorprendió mucho en ese sentido. A lo mejor no son más que prejuicios, pero que una historia dirigida a un público infantil (en teoría) consiguiese este resultado me pareció curioso. Por muy buenos recuerdos que tuviese de Avatar, no esperaba encontrarme tal nivel de profundidad a estas alturas de mi vida. Pero dejemos a un lado los temas del público, que a la hora de la verdad importan poco. La cuestión es que ahora, después de tantos años, he podido disfrutar Avatar tanto como la primera vez que la vi, aunque no lo haya hecho de la misma manera. 
Soy consciente de que os doy poquísima información sobre esta serie en comparación con otras de las que os he hablado. Creo que es mejor dejarlo así, entre otras cosas porque me resulta imposible comentarla sin spoilers y, como suele ocurrir, un resumen sólo la reduciría al absurdo. Mejor la veis sin más. Tiene mucho más que ofrecer de lo que parece en principio; sólo hay que tener un poco de paciencia.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Guardianes de la galaxia

Al principio no daba un duro por esta película. Ni siquiera la artífice del maratón de Marvel que ha marcado este verano parecía muy entusiasmada. Nos planteábamos que Guardianes de la galaxia no era una película que mereciese lo que cuesta la entrada. Pero nos equivocamos. Y menos mal.
Guardianes de la galaxia mantiene muy dignamente el nivel marcado hasta ahora pero es inevitable que acabe separándose. No es sólo que sus protagonistas sean el colmo del antihéroe; es que ellos mismos son conscientes de que no encajan en el canon, hecho que parecen adoptar como su propia denominación. 
Lo que pasa es que no parece una maniobra para darle interés a la historia. Todos estos personajes tienen carisma y profundidad suficientes para que la historia en conjunto parezca más orgánica, más real, aunque sea en efecto increíble. 
Me gusta que se haya puesto tanto mimo en Guardianes de la galaxia. Han conseguido que una anticlásica historia de super héroes como es esta funcione a todos los niveles, sin necesidad de explotar los opuestos de los grandes tópicos, que a menudo parece la única opción. 
Aunque sí hay sitio para esos tópicos en Guardianes de la galaxia. Un lugar casi de honor, diría yo. Un lugar desde el que se puede ver perfectamente cómo se los deconstruye. Son los grandes momentos de esta película, los de la clásica tensión dramática renovada y casi irreconocible.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Luces de la ciudad

A estas alturas se hace complicado valorar una película como esta. Las cosas han cambiado tanto que muchas referencias se entienden de otra manera o ya se han perdido por completo. Es como la supuesta gran catástrofe de ¡Qué bello es vivir!, por ejemplo. Afortunadamente, una historia genuinamente bonita sobrevive a su tiempo, aunque la película en conjunto no permanezca intacta. 
Luces de la ciudad evoca un estilo de vida y unas circunstancias que apenas se entienden hoy día, pero debajo de todo eso late una historia tan simple como hermosa y sincera. Siempre me llamó mucho la atención el cine mudo en ese sentido. Al no poder contar con el diálogo, tiene que servirse de recursos más teatrales, más exagerados, y más honestos por la misma razón. No hay ningún malentendido que no sea provocado y el interés que despierta la historia es el mismo. Aunque sólo sea por eso, ya es más que recomendable acercarse a una película como esta. 
Yo de Luces de la ciudad me quedo con el final. Hasta un poco antes había podido prever más o menos cómo iban a ir las cosas pero pasado cierto momento me vi sin saber cómo iban a reaccionar los protagonistas. Es posible que toda la tensión de la película se reduzca a esta escena, a ese gesto, a esa mirada. 

Puesto #114 de las 200 de Cinemanía.

martes, 12 de agosto de 2014

Chef

Ya hemos pasado el ecuador del año, ya puedo estar más segura todavía de que para mí la película del 2014 es Her. Y punto. Chef me recuerda un poco a ella en el sentido de que, a su manera, también se ha hecho un hueco propio este año. De hecho, salí del cine comentando que "era la Her buenrollista del año" y no encuentro una manera mejor de expresar mi impresión sobre esta película. Ahí termina la conexión entre ellas.
El argumento de Chef es bien sencillo, pero es que tampoco se echa en falta ninguna complicación más. Creo que este es un buen momento para defender las películas como esta. Son historias que tienen bien claro qué quieren hacer, de dónde vienen y adónde quieren llegar. A mí esta me parece una cuestión esencial, aunque a menudo acaba perdida en medio de todo lo demás, sea lo que sea. 
En Chef al final lo que brilla es el conjunto. Por lo menos a mí se me hace imposible escoger un único momento o una parte favorita. Esto mismo acaba creando una sensación de estabilidad que se hace extraña quizás porque se acerca peligrosamente al estatismo. Al fin y al cabo, en Chef no hay un conflicto tan tremendo como en otras historias. 
La cuestión es, insisto, que no se echa en falta algo más espectacular: no es necesario. Chef está perfecta como está. 

lunes, 11 de agosto de 2014

Los Increíbles

Vale, Pixar ha hecho cosas mejores. Ahí están, por ejemplo, Up, Wall·E, Ratatouille, Toy Story... Y eso sólo por mencionar algunas de mis favoritas. 
Lo que distingue a Los Increíbles de estas películas es, quizá, un mensaje ligeramente menos impactante, por así decir. El concepto de esta película es muy interesante, sorprendentemente maduro, pero no termina de cuajar al final de la película. En ese momento, en cierto modo vuelven a la situación que parecía inviable al principio. Me pareció poco verosímil y algo forzado después de todo lo que viene antes.
Pero bueno, eso vamos a dejarlo a un lado. Una cosa es que no hable del argumento de las películas, y otra muy distinta que me limite a comentar el final. Además, aunque no me acabase de convencer esa parte, todo lo demás sí que me gustó. 
La película parte de situaciones perfectamente conocidas por todos, no sólo por toda esa mitología que rodea a los super héroes, sino porque son cosas que hemos visto en nuestras propias casas. Me parece muy interesante cómo Los Increíbles conjuga los dos mundos y consigue, además, que nada chirríe. Sorprende, en fin, el grado de atención al detalle de esta película. Qué pena de final, que cae en los tópicos que había conseguido evitar hasta ese momento.

viernes, 8 de agosto de 2014

El hombre elefante


Esta es una historia increíble de por sí. Sin embargo, lo más sorprendente con diferencia es que es real. Hasta en internet podréis encontrar información mejor y más completa que la que yo os pueda ofrecer aquí, así que no me detendré mucho en los pormenores de la historia del Joseph Merrick real. 
Lo que más me impactó en El hombre elefante fue comprobar en un momento dado lo claro que está quién es el auténtico monstruo de la historia. Al empezar la película partimos de esa sobrecogedora sensación de penumbra y decadencia, de maldad y vileza absolutas. De pronto, un milagroso rescate y todo un mundo nuevo que se abre al desdichado John Merrick. Un tiempo después, no obstante, hasta su salvador (interpretado por un brillantísimo Anthony Hopkins) se plantea que quizá no ha supuesto un cambio tan drástico en la vida de John. Al fin y al cabo, ¿no lo está exhibiendo él también? ¿No ha conseguido más fama que en toda su carrera a costa del afable John Merrick? Esas son las auténticas preguntas de El hombre elefante.
Lo sobrecogedor de esta película no es el horror de la deformidad ni una supuesta monstruosidad por la que alguien pagaría entrada; es que sostiene un espejo delante de nuestros ojos y nos obliga a mirar. Lo que vemos no es agradable, pero eso no lo hace menos real. Por eso a veces El hombre elefante se hace incómoda; no podría ser de otra forma. Sin embargo, aún quedan pequeños momentos que son de pura ternura y que hasta pueden restaurar un poco de fe en la humanidad, aunque no esté donde siempre hemos pensado. 
Poco más os puedo decir de esta magnífica película.

Puesto #199 de las 200 de Cinemanía.

jueves, 7 de agosto de 2014

Cómo entrenar a tu dragón 2

Cómo entrenar a tu dragón me pareció una película encantadora cuando la vi. Por eso, la certeza de una segunda parte me tenía un poco dividida: quería ver cómo evolucionaba la situación pero, por otro lado, temía aquello de "segundas partes nunca fueron buenas".
Pues bien, Cómo entrenar a tu dragón 2 se queda en un muy digno término medio. Consigue desarrollar con el suficiente interés las bases que ya quedaron asentadas en la primera película, aunque le falta un puntín para llegar a su nivel.
Creo que en parte eso se debe a que intentaron complicar la trama. Es cierto que la de Cómo entrenar a tu dragón era una historia extremadamente sencilla, al borde de lo simplón sin más, pero tan bien aprovechada que daba lo mismo. En esta segunda parte, intentando superar eso, lo que hacen es fusionar dos líneas de acción ligeramente distintas que finalmente confluyen en un único punto. Vale, está bien, no voy a negar que a estas alturas ya hacía falta algo así. La única pega que le pongo es que quizá ese nexo no es tan perfecto como cabría esperar. Creo que hay un par de detalles que quedaron, no exactamente sueltos, sólo un poco descuidados. Debe de influir que a partir de un momento determinado les entró mucha prisa por que pasasen cosas verdaderamente emocionantes o por que terminase la película. No es que se entienda peor el conjunto, es sólo que el resultado no es tan limpio y, además, está un poco descompensado.
De todas formas, Cómo entrenar a tu dragón 2 me ha servido para quedarme más tranquila con esto de las secuelas en general. Creo que las siguientes entregas (de momento se habla de una tercera y una cuarta parte, aunque no hay nada asegurado) podrían ser incluso mejores que esta.

martes, 5 de agosto de 2014

Danza de dragones, de George R. R. Martin

Ya puedo decir que no es cierto que Festín de cuervos sea el libro más aburrido de toda la serie. Por lo menos no lo fue para mí. Es que en Danza de dragones, supongo que por volver al cauce principal, se pierde un poco de aquel sentimiento universal del que os hablé en su momento. La verdad es que lo eché mucho en falta, más de lo que esperaba en principio. Es como si volviésemos a ese estado previo en el que no quedaba muy clara la auténtica magnitud de Canción de hielo y fuego como conjunto. 
Lo que sí vuelve con Danza de dragones es ese espectáculo tan absoluto. Aunque leyendo Festín me encontré unas cuantas veces al borde del colapso, no llegó a ocurrir de la misma forma que en este libro. Creo que, en general, las grandes revelaciones se fueron reservando para esta ocasión, con las grandes bases de la trama completamente asentadas.
Ahora, terminada la lectura, me temo que sólo me queda la autonegación. Cierto personaje acaba su último capítulo en una situación muy complicada (hasta aquí nada nuevo) y lo que pueda o no pueda pasar a partir de este momento me trae un poco de cabeza, sinceramente. Por la vía de la autonegación llego a buen puerto: lo que me planteo tiene sentido y, además, no me dolería tanto. Aunque lo contrario también sería perfectamente factible. Ese es el gran problema de estas novelas y, al mismo tiempo, su principal punto fuerte. Danza de dragones solucionó unos cuantos problemas de este estilo que me surgieron mientras leía Festín de cuervos. No cuento con que Vientos de invierno haga lo mismo, pero me encantaría que así fuese.

¡Qué bello es vivir!

Se hace raro ver una película así en pleno verano, pero es lo que tiene aprovechar cuando las echan en televisión. La culpa no es mía.
Lo que sí surge inevitablemente en cualquier momento del año es el pasmo cuando encuentras de pronto la versión original de algo que has visto parodiado una y mil veces. Es una extraña sensación de familiaridad; falsa, por otra parte, pero no por ello menos reconfortante. 
Precisamente "reconfortante" debe de ser la mejor palabra para describir ¡Qué bello es vivir!. No nos vamos a poner ahora a repetir la historia porque, entre unas cosas y otras, ya la conocemos todos. 
Lo curioso es que ni aún así la película se hace pesada. Podrá ser predecible, que lo es, pero aún así tiene ese punto de ternura que se sobrepone a todo, hasta a esa serie de sucesos simplemente desafortunados que dan pie a lo que veremos luego. 
¡Qué bello es vivir! es, en fin, una historia sencilla pero bien contada. Si tengo que ponerle alguna pega, diría que la acción está ligeramente mal distribuida: el prólogo es quizá excesivamente largo para mi gusto, aunque la transición hacia el nudo es impecable, todo sea dicho. Aun así, bien se ha ganado el derecho a llamarse "clásico".

Puesto #77 de las 200 de Cinemanía.

viernes, 1 de agosto de 2014

Alguien voló sobre el nido del cuco

Tengo la sensación de que me faltan cosas. No es sólo que esta película exceda mis conocimientos sobre el tema, que también, sino que hay mucho que no se llega a saber sobre los personajes. Pero creo que esa es en parte una de las principales virtudes de la historia: juega con las apariencias, que muchas veces inducen a error. Es el problema de las primeras impresiones, y a menudo también de las segundas. 
En Alguien voló sobre el nido del cuco se produce de pronto un brutal giro de los acontecimientos. Sale como de la nada y para cuando te quieres dar cuenta ha cambiado absolutamente todo. A lo mejor de ahí viene esa sensación como de laguna que os comentaba al principio. Es cierto que hay algunos detalles que te van poniendo sobre aviso, pero no son suficientes. No lo entendáis como una crítica; no es eso lo que pretendo. Es sólo que en relativamente poco tiempo la historia se torció de la peor manera posible. 
Supongo que influye que, a pesar de lo cuestionable del protagonista, una parte de mí esperaba que le fuese bien, a él y a su inesperado compañero. Es que estaban tan cerca de conseguirlo... Y después de tantas vueltas, de tantos altibajos, en un solo minuto todos sus planes, y hasta los míos, se fueron por la borda. Menos mal que aún queda un cierto rayo de esperanza.

Puesto #64 de las 200 de Cinemanía.