domingo, 17 de octubre de 2010

Wall Street. Money Should Sleep A Little More


Han pasado veinte años desde que Gordon Gekko ingresó en prisión. Han pasado muchas cosas en todo este tiempo. Pero hay algo que no ha cambiado: el dinero no ha vencido el insomnio, y la codicia, además de buena, ahora es legal. Quién se lo iba a decir al bueno de Gordon, eh.
Esta vez, Oliver Stone ha optado por enfocar la historia de Wall Street de una manera más humana, más centrada en los personajes y no tanto en lo que hacen, con un resultado que funciona sólo a medias. Cuando fui a ver Wall Street ya sabía que no iba a ser la máquina de hacer dinero que maravilló a toda una generación en los ochenta. Sin embargo, no pude evitar quedarme más bien fría cuando acabó. Creo que en el fondo quería ver esas cifras que no puedo ni soñar, esos númeritos que no puedo entender por toda la pantalla que oye, brillan; es bonito.
Esta vez, los protagonistas son una pareja joven y feliz que, a pesar de vivir rodeados de lujo y comodidades, no tienen interés por el dinero. Por lo menos no el mismo que tenían Gordon Gekko y Bud Fox. La pareja en cuestión está formada por la hija de Gordon, Winnie, y Jacob, un broker de Wall Street comprometido con el medio ambiente, por muy raro que me suene eso. Jacob es, desde siempre y por alguna razón que no alcanzo a comprender del todo, un fan incondicional de Gordon Gekko (sí, los economistas también tienen groupies), así que no puede evitar acercarse a él cuando sale de la cárcel, hablar con él, prometerle reconciliarle con su hija. Jake se cree muy listo y muy afortunado. Cree que tiene la atención de Gordon Gekko, que el ex magnate come de su mano.
Pobre iluso.
El lazo que se supone los une no hará sino separarlos, no sólo entre ellos: también acabará por apartarlo de Winnie.
Pero tranquilos, al final lo solucionan. Y aunque hay un momento que pasan apuros económicos, logran salir de él casi tan ricos como al principio.
Este final me molesta, no puedo evitarlo. Me molesta y me decepciona. Se me hace muy plano: todos acaban igual que cuando empezaron, con casi la misma cuenta corriente y con el rumor de algo llamado "crisis" de fondo, pero sin tener que mirar para ello, como quien decide ignorar una mosca cojonera. Es un desenlace muy flojo comparado con el de la primera película. Segundas partes nunca fueron buenas, dicen, y desde luego esta Wall Street pasada por el efecto 2000 no es una excepción. La humanidad que se supone iba a diferenciar esta secuela de su predecesora se queda en nada. Qué quieres que te diga: me parece más humano aquel que intenta enriquecerse a toda prisa y a toda costa, que tantos buenos sentimientos.
Esta película no me hace pensar mejor de las personas, no hace que quiera correr a abrazar a los míos ni me da ganas de reproducirme y dedicarme por completo a mis vástagos.
Si Wall Street: Money Neve Sleeps tiene una moraleja, no es otra que: SUIT UP!