Un cine cerrado siempre tiene algo de trágico. Pero claro, con los tiempos que corren tampoco es extraño que los viejos y semirruinosos cines se hayan convertido en auténticos monumentos. Aunque Midnight in Paris me enseñó a dejar de fantasear con épocas anteriores y disfrutar de la mía, reconozco que todavía me encojo un poco cuando paso delante del supermercado que antes era un cine.
Más o menos éste es el mensaje de Cinema Paradiso, con un detalle más que significativo: Alfredo, uno de esos grandes personajes secundarios que de vez en cuando tienen fuerza suficiente para hacerse con toda la película, nos empuja a seguir adelante. Tiene la dolorosa tarea de desmitificar el ayer, a veces de una forma casi violenta, todo por el bien de quien puede (y debe) seguir adelante.
Cinema Paradiso me recuerda un poco a La invención de Hugo: ambas son homenajes al cine y, sobre todo, a la cinefilia. La diferencia es que Cinema Paradiso no necesita recurrir a ningún tipo de efecto. Si en su momento en La invención de Hugo eché en falta un malvado, en Cinema Paradiso tengo que decir que no sobra ni falta nada. Todo está ahí, aunque no lo veamos o lo hagamos demasiado tarde. Como en la vida real.
Puesto #43 de las 200 de Cinemanía.
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