Como puede deducirse de entradas anteriores, soy muy fan de Pixar, puede que ahora más que cuando era pequeña. No sé si han mejorado ellos, he cambiado yo o, quién sabe, a lo mejor las dos cosas. En cualquier caso, no es eso de lo que os quiero hablar hoy.
Esta tarde, después de mucho tiempo esperándolo, por fin fui a ver Brave, lo nuevo de Pixar. Fijaos en eso: "después de mucho tiempo esperándolo". Encima había leído por ahí que ésta era la película de animación del año. Parece que voy a decir que se aleja mucho de llegar a ese nivel pero... ni tanto ni tan poco. La verdad, yo me lo pasé como una enana viendo Brave porque tiene sus puntazos, muchos a lo largo de toda la película, un logro en mi opinión realmente digno de admiración.
No obstante, tampoco es lo que me esperaba. Las películas de Pixar son, en general y por lo menos las de los últimos años, perfectas en su elaboración. Sencillas pero muy bien concebidas y desarrolladas. Sin embargo, Brave no llega a ese nivel. Quizá su trama se pasa de simple. Claro que, en honor a mis costumbres, eso no os lo voy a contar porque, por lo menos yo, si hubiese sabido de antemano qué me iba a encontrar igual no habría ido al cine a verla.
Me diréis, "Bueno, pues eso que te ahorras, que el cine ahora está muy caro". Ya, pero la calidad de imagen de una pantalla gigante no hay ordenador ni televisión que la iguale. Y ya no sólo eso: el ambiente, el olor a palomitas, la compañía, de amigos o desconocidos, me da igual. A mí eso me encanta. Eso es lo especial del cine. Yo lo valoro y si considero que una película realmente merece la pena, me permito disfrutarlo porque, qué queréis que os diga, soy una hedonista sin remedio.
Pero a lo que voy, que me estoy perdiendo. Hay algo que distingue a Brave de otras tantas películas de animación, y es lo extraordinariamente bien hecha que está. Desde el punto de vista técnico, digo. Claro que yo no sé de estas cosas, no sé exactamente qué ni cuánto hay detrás de lo que se acaba viendo en pantalla pero creo que cualquier espectador puede notar cuándo algo está bien hecho. Brave, o más bien sus texturas y tejidos, están más que logrados; a ratos incluso te olvidas de que todo está hecho por ordenador.
Brave no será la película del año, pero desde luego es una propuesta a considerar, aunque sólo sea como entretenimiento.