jueves, 17 de noviembre de 2016

Stranger Things (T1)

A partir de un determinado momento, ver Stranger Things casi parecía una obligación. Y yo encantada porque siempre me recordó un montón a Super 8. Aprovecho para advertir que quizá ese no es el mejor camino para adentrarse en esta serie: aunque sus protagonistas son sobre todo niños y adolescentes, el tono es muchísimo más oscuro. 
Está claro que Stranger Things aprovecha aquella oleada de nostalgia de Super 8 y el eterno encanto del cine de los ochenta pero no está aquí para ser una más: Stranger Things desarrolla ya en esta primera temporada una personalidad única que la diferencia de cualquier historia similar. 
No deja de ser curioso, porque en el fondo Stranger Things es la suma de una serie de historias de sobra conocidas: la desaparición de un niño, los experimentos secretos de un laboratorio, un primer amor... Precisamente la confluencia de tópicos provoca el giro distintivo y sorprendente de Stranger Things
Digo "sorprendente" y a lo mejor es sólo que yo vivo en la inopia. Bueno, quizá es más adecuado decir que me quedo tan atrapada en el momento que sólo puedo negar que eso tan terrible que parece que va a ocurrir acabará pasando. Por supuesto, esto es gracias a un cuidado desarrollo de personajes. Si Stranger Things no tuviese unos protagonistas tan humanos e interesantes, uno no podría implicarse de esa forma en la trama: la historia no puede ser la de siempre porque ellos no lo son.
Me quedé muy a gusto con el final de la temporada, aunque agradezco infinitamente que ahora mismo se esté rodando la segunda. Que la historia tenga ahora mismo su propia conclusión no significa que no esté desesperada por saber algo más. Yo también soy humana, oye.

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