Al final van a tener razón mis amigas cuando me dicen que soy una insensible.
En mi defensa alegaré que lo malo de este tipo de películas es que son hiper predecibles y El diario de Noa es la reina de todas ellas: desde la primerísima escena ya puedes saber qué va a pasar en cada momento (menos al final, todo hay decirlo). Y claro, a mí me entra la risa.
Sinceramente, aún no consigo entender cómo me pudo hacer tanta gracia todo. Supongo que será el efecto domingo-noche porque, si no, no me explico esos ataques de risa tonta que me daban a cada momento. Me consuela pensar que no puedo ser la única a la que le pasan estas cosas. Aunque sólo sea por estadística.
El caso es, que ya me estoy desviando del asunto, que no hay prácticamente nada sorprendente en El diario de Noa. Es que, no contentos con eso, encima se recrean en los tópicos: desde el romance chica rica-chico pobre hasta las cartas de amor que no llegan, pasando por, cómo no, la muerte en combate del amigo. Y otras muchas muchas cosas...
Supongo que habrá quien diga que estas historias son clásicas por sí mismas, no manidas ni repetitivas ni predecibles ni desgastadas. Y en cierto modo tienen razón: películas como El diario de Noa son clásicos de domingo, manta y palomitas en el sofá. Aunque yo, sinceramente, tengo otros planes.
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