Seguramente esta es la película sobre la que más se ha escrito en toda la historia del cine. Y no es de extrañar: su estilo impecable, esos intensos diálogos que no eclipsan lo que no se dice, y sus personajes, perfectos, reales, hacen de El Padrino una película redonda.
Impresiona ver cómo la trama se complica por sí sola, desde el principio, sin llegar a ser difícil de seguir para el espectador. Está tan rematadamente bien contada que no hay ningún desequilibrio entre lo que se cuenta y lo que se tiene que deducir; es más, es una de las combinaciones más elegantes que he visto nunca. Es, en suma, una gran historia narrada de un modo magistral.
Y qué decir del reparto: cada segundo que Marlon Brando está en pantalla es una obra de arte, y Al Pacino sabe estar a la altura. Claro que una película no puede llegar a estos niveles sin unos secundarios tan carismáticos como los que aparecen en El Padrino. No en vano es la experiencia cinematográfica por excelencia.
Puesto #1 de las 200 de Cinemanía.
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