Me gustaba la idea de hacer una pequeña actualización sobre mi progreso con Las chicas Gilmore pero en realidad, es justo decirlo, esta segunda temporada no es muy distinta de la primera. Se lo oigo comentar a mucha gente: Las chicas Gilmore no cambia realmente hasta que Rory termina el instituto. Hoy por hoy (sin darme cuenta estoy acabando ya la tercera temporada) coincido plenamente; veremos qué pasa en adelante.
Sólo hay un detalle que sí merecería la pena comentar. Me temo que no puedo hacerlo sin entrar en spoilers así que, si alguien quiere evitarlos, este es el momento para cerrar la página.
Siempre consideré que Lorelai era un poco más protagonista que Rory, no sé muy bien por qué. Sin embargo, comparando estas temporadas, parece que en realidad todo giró siempre en torno a Rory. No discuto que seguramente soy la última en enterarme, pero nunca negué que a todo voy a mi ritmo. El caso, volviendo al asunto, es que es la vida amorosa de Rory lo que va marcando la serie, y sólo ahora me doy cuenta de hasta qué punto: si la primera temporada ocupa todas las fases de su relación con Dean, la segunda llega marcada por las dudas y los celos.
Sinceramente, eso es todo lo que saco en claro de esta temporada. Puede que suene como decepcionada, pero no se trata de eso. ¿Cómo podría estar decepcionada si devoré la temporada? Sólo me sorprende un poco porque a mí las tramas románticas no me interesan, menos aún cuando siguen esta línea. Como mucho me puedo dejar llevar por el inevitable y delicioso shippeo Luke/Lorelai, que no sé cómo se llama pero me está matando.
En fin, lo que quiero decir con todo esto es que, aunque Las chicas Gilmore se sustente sobre un romance, siempre quedan muchísimos detalles que lo complementan. Me remito, como siempre, a sus secundarios. Puede que ellos sean el último y definitivo toque Gilmore.
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