lunes, 20 de febrero de 2012

El valle de los caballos, una novela de paso

Anoche terminé El valle de los caballos, segunda parte de la mítica saga Los Hijos de la Tierrade Jean M. Auel. Probablemente os resulte familiar, ya que hace no muchas entradas (mejor dejamos a un lado el factor tiempo) dije maravillas de la primera parte de esta serie, El clan del oso cavernario. Podéis rememorar aquel post aquí.
Pues bien, ya lo dice el refrán: "Segundas partes nunca fueron buenas". A ver, no es que deteste esta novela, no es que haya sufrido mientras la leía. Es sólo que comparada con la primera... uff.
Sigue teniendo el punto fuerte de El clan del oso cavernario: el tremendo trabajo de investigación, patente a lo largo de toda la obra. Pero en este caso, 

AVISO: SPOILER

como la historia trata de lo que ocurre una vez Ayla abandona el Clan hasta que se encuentra con Jondalar, ocupa largos periodos de soledad y aislamiento, sobre todo para la joven cromañón: Ayla pasa hasta tres años en lo que luego llamarán el valle de los caballos, con sólo una yegua y un cachorro de león cavernario por compañía.

FIN DEL SPOILER

Las diferencias entre el Clan y Ayla quedan aún más patentes en esta segunda parte. Podemos ver, paso por paso, cuáles son exactamente las cualidades que permitieron a nuestros antepasados preparar el camino para llegar a lo que somos hoy (aunque, dicho sea de paso, no sé si se sentirían muy orgullosos; yo, desde luego, lo estoy muy poco). Sin embargo, los descubrimientos de la joven parecen forzados, chapuceros, demasiado fáciles y rápidos. El colmo de la serendipia, por decirlo de alguna manera. Antes nos mostraban sus intentos, sus faltas, sus razonamientos... Ahora no. No hay ensayo ni error, sólo un abrumador talento natural que puede con todo. Me alegro por Ayla, porque es un personaje con el que he llegado a simpatizar, pero soy una lectora mezquina: prefiero que sufran un poco. 
Por otro lado, Auel aligera la acción intercalando a lo largo de buena parte del libro la historia de Ayla con el Viaje de Jondalar y Thonolan, dos hermanos cromañón en busca de aventuras primero, y de la muerte después. 
Los capítulos de Jondalar y Thonolan sirven también para hacernos una idea de lo radicalmente opuestas que son la vida, las relaciones y las costumbres de los hombres del Clan que cría a Ayla y de estos personajes nuevos. Quizá sea ésta la única razón por la que merece la pena leer El valle de los caballos.

En resumidas cuentas, recomiendo este libro sólo a aquellos que hayan disfrutado con El clan del oso cavernario. De todas forman, es posible que muchos abandonen la saga después de este libro. Yo, por mi parte, tengo el tercero en la estantería; voy a darle una oportunidad. 

7 comentarios:

  1. Tengo toda la colección, los he leído varias veces y lamento decirte que aunque el tercero mejora bastante, el cuarto, a mí personalmente me resulta infumable.

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    1. Siempre oí que segundas partes y múltiplos nunca fueron buenos. ¿Mito cazado, entonces?

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  2. En este caso sí, totalmente, pero por ejemplo la segunda parte de El Padrino rompe el mito, o... Las Dos Torres o...ehm...¿Babe, el cerdito valiente? (aunque ahora que lo pienso no sé si tenía segunda parte, pero creo recordar que sí).

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    1. ¡Meca, es verdad! Pues entonces nada, estamos en las mismas... por suerte. Está hasta bien que algunas secuelas sean mejores que las primeras partes.
      Se me ocurre otro ejemplo: Toy Story. ¿Es cosa mía o fue mejorando con cada parte?

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  3. Es que a mí Toy Story no me no me... creo que de pequeña me daba miedo así que nunca fue bien recibida. De hecho todavía vi la última película este verano de la que pusieron en Alsa...así que imagínate. Si me hablas del Rey León la cosa cambia, claro...

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    1. No no, pues te haces un revival de todo eso y luego me comentas.
      A mí la última vez que fui en el Alsa me pusieron una peli muda francesa, Un tipo serio, Amelia Earhart, El Ilusionista y Cars 2. No pude oír ninguna pero oye, menos da una piedra.

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  4. Ah yo Toy Story la vi en versión muda la primera hora, luego milagrosamente empezó a oírse algo y de repente me di cuenta que igual no es mi vocación dedicarme a leer los labios.

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