A estas alturas se hace complicado valorar una película como esta. Las cosas han cambiado tanto que muchas referencias se entienden de otra manera o ya se han perdido por completo. Es como la supuesta gran catástrofe de ¡Qué bello es vivir!, por ejemplo. Afortunadamente, una historia genuinamente bonita sobrevive a su tiempo, aunque la película en conjunto no permanezca intacta.
Luces de la ciudad evoca un estilo de vida y unas circunstancias que apenas se entienden hoy día, pero debajo de todo eso late una historia tan simple como hermosa y sincera. Siempre me llamó mucho la atención el cine mudo en ese sentido. Al no poder contar con el diálogo, tiene que servirse de recursos más teatrales, más exagerados, y más honestos por la misma razón. No hay ningún malentendido que no sea provocado y el interés que despierta la historia es el mismo. Aunque sólo sea por eso, ya es más que recomendable acercarse a una película como esta.
Yo de Luces de la ciudad me quedo con el final. Hasta un poco antes había podido prever más o menos cómo iban a ir las cosas pero pasado cierto momento me vi sin saber cómo iban a reaccionar los protagonistas. Es posible que toda la tensión de la película se reduzca a esta escena, a ese gesto, a esa mirada.
Puesto #114 de las 200 de Cinemanía.
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