A estas alturas se hace complicado valorar una película como esta. Las cosas han cambiado tanto que muchas referencias se entienden de otra manera o ya se han perdido por completo. Es como la supuesta gran catástrofe de ¡Qué bello es vivir!, por ejemplo. Afortunadamente, una historia genuinamente bonita sobrevive a su tiempo, aunque la película en conjunto no permanezca intacta.

Yo de Luces de la ciudad me quedo con el final. Hasta un poco antes había podido prever más o menos cómo iban a ir las cosas pero pasado cierto momento me vi sin saber cómo iban a reaccionar los protagonistas. Es posible que toda la tensión de la película se reduzca a esta escena, a ese gesto, a esa mirada.
Puesto #114 de las 200 de Cinemanía.
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