Yo tenía muchas esperanzas puestas en esta película. Había visto por ahí la primera escena, un primer plano de John Cusack preguntándose: "¿Qué apareció antes: la música o la miseria?". Me pareció una excelente pregunta y quería saber la respuesta.
Sin embargo, lo que me encontré no pasa del típico grupo de pseudointelectuales (como en el fondo somos todos, también hay que reconocerlo) que mira a los demás por encima del hombro para disimular que se han decepcionado a sí mismos.
Si no recuerdo mal, cuando vi Annie Hall fue cuando os comenté la manía que le acabo cogiendo a una película cuando su protagonista me cae mal o simplemente me crispa los nervios. Y no os hacéis idea del mal humor que tenía contemplando al elenco de Alta fidelidad... En fin, supongo que tiene la gracia en guiños que yo no pillo así que esa parte de la historia la voy a dejar a un lado.
A pesar de eso, todavía me creo capaz de disfrutar una buena historia cuando la tengo delante. Creo que si la película es entretenida por lo menos puedo sacar algo en claro. Sinceramente, estoy un poco incómoda en este caso porque no encuentro nada completamente aborrecible y tampoco algo, aunque sea un detalle, que salve a la película. Sólo sé que la primera mitad se me hizo eterna y que el final no me llenó. Además, después de pasar tanto tiempo escuchando a un personaje lo menos que espero es poder llegar a conocerle. En cambio Rob, protagonista de Alta fidelidad, sigue igual que al principio: es un personaje prácticamente plano, y eso sí que me pone de los nervios.
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