El argumento de El túnel es muy sencillo: se trata de la confesión de un asesinato. La miga está en que el propio asesino nos cuenta cómo conoció a su víctima y qué le llevó a acabar con ella.
Esta macabra crónica no escatima en detalles, aunque nunca llega a ser excesivamente escabrosa. Lo que nosotros llegamos a conocer al dedillo, casi como la palma de nuestra mano, es la conciencia del asesino, su mente, sus manías y su forma de pensar.
Pero, ante todo, El túnel es una novela sobre la soledad, el aislamiento y la necesidad, casi patológica, de sentirse comprendido.
La historia que hay detrás de esta novela, y me estoy refiriendo al contexto histórico y cultural que sostiene cualquier obra artística, es más que digno de mención. Lo mejor que podéis hacer si os interesa un poco la novela argentina de mediados de siglo, con todas sus peculiaridades, es leer el prólogo de la edición que aparece en la imagen.
Ya os hablé de Cátedra cuando leí Cien años de soledad, no sé si os acordáis, y no puedo sino repetir la jugada porque el prólogo de Ángel Leiva para El túnel es fantástico. Además, no estropea el libro, no desvela nada. Yo lo leí al final porque desde La metamorfosis les cogí miedo a los prólogos casi demasiado exhaustivos pero, si os pasa lo mismo, con este podéis estar tranquilos.
Ahora, os advierto que El túnel no es, ni muchos menos, una "novela de placer", como suele decirse. Su lectura es complicada en general, un poco extenuante y enrevesada a veces, pero siempre interesante. Merece la pena leer El túnel, pero no olvidéis que es una novela introspectiva: prácticamente toda la acción está en la mente del protagonista. Supongo que por eso esta es una de esas novelas que acabas amando u odiando, sin términos medios. Yo desde luego la voy a leer más veces. Muchas más.
Antes de irme os dejo un enlace al blog Un desván azul. Su autora, Raquel F., publicó el post al que me refiero mientras yo leía El túnel y, a lo mejor por esta coincidencia, no puedo desprenderme de una cierta inquietud e indignación. No sé de dónde viene ni adónde irá, pero tengo la sensación de que precisamente esta falta de definición es el origen de esta incomodidad y del problema que se plantea en el post, sutilmente relacionado con todo lo que supone El túnel como obra.
En primer lugar, muchas gracias por la mención. Fue un artículo de Martín Caparrós que me interesó muchísimo, siempre estoy insistiendo en que me opongo totalmente a la "farándula literaria".
ResponderEliminarLejos estaban de todo eso Sábato, Cortázar, Rulfo...
Leí El túnel en segundo de bachillerato, tal vez muy poco, como la mayor parte de las lecturas que he hecho en mi vida. Me impactó muchísimo. Detrás hay una reflexión fundamental sobre la manera de relacionarnos con los otros, sobre la soledad y la incomprensión.
Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles
Cuando lo leí recogí justo ese fragmento en mi blog: http://undesvanazul.blogspot.com.es/2011/05/tuneles.html