Mi mayor miedo cuando esperaba en el cine a que se apagasen las luces era que El Hobbit no llegara al nivel de El Señor de los Anillos. La cosa estaba complicada: la anterior trilogía había marcado un antes y un después en la historia, no sé si sólo en la del cine o también de la literatura; eso lo dejo al juicio de cada cual.
Os adelanto que no tardé mucho en respirar tranquila y dejarme envolver, de nuevo, por la atmósfera épica de la Tierra Media.
Tengo que reconocer que hace ya mucho que leí El Hobbit, así que hay bastantes detalles que no recuerdo con claridad. No puedo, pues, hablar de hasta qué punto la película es fiel al libro. Eso sí, tengo el firme propósito de releerlo antes de que se estrene la segunda parte y así tenerlo todo más fresco.
En cualquier caso, estoy encantada con el resultado. Es verdad, todo hay que decirlo, que no me acaba de convencer la forma en que se enlazó esta nueva saga con la anterior, aunque la considero necesaria para todos los que no han leído ninguno de los libros. Me parece todo un detalle por parte del equipo de la película, la verdad, porque no soporto esas adaptaciones que siempre se andan apoyando en la novela y acaban dejando unas lagunas tremendas. Es, en mi opinión, un quiero-y-no-puedo. Por suerte, con Tolkien no se ha hecho nada remotamente parecido.
A partir del principio "real", cuando lo que vemos ya es El Hobbit propiamente dicho, la cosa mejora considerablemente. Aquí ya aparece la esencia de esta nueva saga.
Poco más puedo decir. Sólo que como fan estoy plenamente satisfecha, deseando ver El Hobbit otra vez y ansiosa por que lleguen las siguientes partes, aunque para eso todavía queda un año...
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