Ya me habían dicho que Kramer contra Kramer era una película lacrimógena pero, la verdad, no esperaba pasarme toda la película con los nervios a flor de piel y las lágrimas a punto.
Supongo que alguien podría pensar que este tipo de películas, si no te consideras una persona especialmente sensible, no sirven ni para pasar una tarde de domingo. Yo no pienso en mí de esa manera ni, ahora que la he visto, de Kramer contra Kramer.
El planteamiento quizá no sea el más innovador, como tampoco parece serlo el desarrollo de los acontecimientos, pero no se le puede negar el asombroso cambio en la forma de ser de los personajes. Esto no habría sido posible sin las brillantes actuaciones de los protagonistas, los tres: Dustin Hoffman, Meryl Streep y Justin Henry. No recuerdo la última vez que vi a un personaje evolucionar de una forma tan sutil y al mismo tiempo tan evidente. Ahí se concentra, en mi opinión, el mejor trabajo y la mayor virtud de Kramer contra Kramer. A este respecto tengo que destacar la escena de las tostadas francesas, al principio y al final de la película. Personalmente, me pareció un giro brillante.
Me quedo con eso de Kramer contra Kramer. Nunca la recordaré como una película de lágrima fácil aunque tampoco me expondré a verla en un día triste.
Puesto #160 de las 200 de Cinemanía.
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