La cultura popular a veces puede jugarnos malas pasadas. Aprovecho ahora para avisar a cualquier inocente que haya llegado hasta aquí sin saber nada sobre El sexto sentido: corre a verla y no mires atrás, no escuches lo que otros te digan, sólo deja de leer este post y corre. Para mí ya no hay remedio.
Lo bueno es que pude fijarme en otras cosas. El sexto sentido tiene un montón de pequeños detalles que, si la cultura popular ha hecho su a-veces-sucio trabajo, no pueden pasar desapercibidos. Por suerte, aun sabiendo cómo acaba todo, es posible disfrutarlos y valorarlos por lo que son: un sutil camino de migas de pan que te llevará hasta un secreto a voces, una verdad ignorada quizás a propósito.
Sin embargo, el final de Cole (Haley Joel Osment) no me acaba de convencer, si tengo que ser sincera. A mí eso de acabar ejerciendo de médium me suena un poco a tópico, la verdad. De todas formas, me metí lo bastante en la historia como para alegrarme por él, aunque sigo teniendo la sensación de que hay algo que falta o que sobra. A lo mejor se acusa más porque contrasta mucho con el genial final de Malcolm (Bruce Willis). Ver cómo se reconstruye todo lo andado hasta descubrir (por decir algo) que estuvo muerto todo el tiempo me pareció simplemente sobrecogedor.
No me voy a poner tiquismiquis porque me ha gustado mucho El sexto sentido. Me parece que supera con creces el concepto de película de terror y consigue aportar algo a un género ya de por sí difícil, aunque sólo sea por lo relativo y cambiante que es el miedo en general.
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