Pues aquí sigo, avanzando con Canción de hielo y fuego mientras sale la cuarta temporada de Juego de Tronos. El objetivo que me había marcado en su momento (leer los cuatro primeros libros antes del estreno de la nueva temporada) es ahora mismo un imposible, aunque no todo son malas noticias. Creo que lo que me ha dado esta falta de tiempo es, sobre todo, una nueva perspectiva o, más exactamente, una visión más clara de mi visión inicial.
En su momento quise separar la serie de los libros, sabiendo que, por muy buena que sea una adaptación, nunca llega al nivel de sus orígenes. Además, me contaron que con cada temporada, Juego de tronos se convierte en una versión cada vez más libre.
Yo no voy a entrar ahora en si eso es bueno o malo. Creo que lo mejor que podemos hacer es dejar claro que son cosas completamente distintas, aunque la historia tenga efectivamente un origen común. Y esa es precisamente la cuestión: eran lo mismo en origen pero han tomado rumbos distintos. Por supuesto, cada una tenía que seguir el camino impuesto por su medio.
Aunque después de leer Juego de tronos me pude dar cuenta por fin de que la serie omite y condensa muchos detalles (vale, necesario en la mayoría de los casos), sólo ahora soy consciente de su magnitud. Seguiré diciendo que la serie está bien por su cuenta, pero hay muchísimas cosas que no se cuentan, o que se cuentan de otra manera. Intento ser justa y valorar, como os digo, cada producto por sus propios méritos pero tampoco puedo decir que esté completamente satisfecha con todos los cambios que se han hecho porque algunos personajes han salido muy pero que muy mal parados. Con el cuidado y el detalle con que Martin trata a sus personajes (aunque resulte irónico), eso me parece un poco triste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario