Por todos es sabido que en la obra de Kubrick la imagen tiene una grandísima importancia, que cobra aún más protagonismo en Barry Lyndon.
Este es un viaje a través de la Europa del siglo XVIII que, conforme avanza, se va haciendo cada vez más real. Esto no significa que prescinda de los toques grotescos que caracterizan a este cineasta, sino que los acomoda a la época y al contexto y se pone a su servicio.
Recordemos que, ante todo, Barry Lyndon es un relato sobre el ascenso social y los obstáculos que debe afrontar quien lo emprende. La diferencia entre esta y otras historias similares es que Barry Lyndon es mucho más sutil: te obliga a estar atento a los detalles, piedra angular de la trama.
Pero a mí, personalmente, se me hizo bastante lenta. No olvido que la atención al detalle es extrema y que eso, lógicamente, ralentiza algo la acción. Sí, el tapiz que se construye en Barry Lyndon está lleno de matices, de luces y de sombras; es un retrato sincero y, lo que es más, sin miedo a la verdad. Lo que a mí se me hace pesado, no sólo de esta sino de todas las películas de este corte, son esos gestos tan lánguidos, expresiones afectadas y suavidad pretendida. Me exasperan.
Reconozco la calidad de Barry Lyndon: cumple su objetivo con creces y ciertamente tiene un toque que se graba a fuego en la memoria. Además, constituye la mejor prueba de la versatilidad de Kubrick: también sabía hacer cine de época, y además hacerlo en condiciones.
Pero a mí me sigue pareciendo lenta.
Este es un viaje a través de la Europa del siglo XVIII que, conforme avanza, se va haciendo cada vez más real. Esto no significa que prescinda de los toques grotescos que caracterizan a este cineasta, sino que los acomoda a la época y al contexto y se pone a su servicio.
Recordemos que, ante todo, Barry Lyndon es un relato sobre el ascenso social y los obstáculos que debe afrontar quien lo emprende. La diferencia entre esta y otras historias similares es que Barry Lyndon es mucho más sutil: te obliga a estar atento a los detalles, piedra angular de la trama.
Pero a mí, personalmente, se me hizo bastante lenta. No olvido que la atención al detalle es extrema y que eso, lógicamente, ralentiza algo la acción. Sí, el tapiz que se construye en Barry Lyndon está lleno de matices, de luces y de sombras; es un retrato sincero y, lo que es más, sin miedo a la verdad. Lo que a mí se me hace pesado, no sólo de esta sino de todas las películas de este corte, son esos gestos tan lánguidos, expresiones afectadas y suavidad pretendida. Me exasperan.
Reconozco la calidad de Barry Lyndon: cumple su objetivo con creces y ciertamente tiene un toque que se graba a fuego en la memoria. Además, constituye la mejor prueba de la versatilidad de Kubrick: también sabía hacer cine de época, y además hacerlo en condiciones.
Pero a mí me sigue pareciendo lenta.
Puesto #181 de las 200 de Cinemanía.
Esa fotografía, ese detalle de las emociones, ese juego de velas, esa música, esa música, esa música, esos planos... Buf. A mí me encantó.
ResponderEliminarA mí lo que más me impactó fue la imagen: ¡todo parecía un cuadro! Pero la parte que te decía ayer, al principio de su vida de aristócrata... Uffff
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