viernes, 7 de junio de 2013

Barry Lyndon

Por todos es sabido que en la obra de Kubrick la imagen tiene una grandísima importancia, que cobra aún más  protagonismo en Barry Lyndon.
Este es un viaje a través de la Europa del siglo XVIII que, conforme avanza, se va haciendo cada vez más real. Esto no significa que prescinda de los toques grotescos que caracterizan a este cineasta, sino que los acomoda a la época y al contexto y se pone a su servicio. 
Recordemos que, ante todo, Barry Lyndon es un relato sobre el ascenso social y los obstáculos que debe afrontar quien lo emprende. La diferencia entre esta y otras historias similares es que Barry Lyndon es mucho más sutil: te obliga a estar atento a los detalles, piedra angular de la trama. 
Pero a mí, personalmente, se me hizo bastante lenta. No olvido que la atención al detalle es extrema y que eso, lógicamente, ralentiza algo la acción. Sí, el tapiz que se construye en Barry Lyndon está lleno de matices, de luces y de sombras; es un retrato sincero y, lo que es más, sin miedo a la verdad. Lo que a mí se me hace pesado, no sólo de esta sino de todas las películas de este corte, son esos gestos tan lánguidos, expresiones afectadas y suavidad pretendida. Me exasperan. 
Reconozco la calidad de Barry Lyndon: cumple su objetivo con creces y ciertamente tiene un toque que se graba a fuego en la memoria. Además, constituye la mejor prueba de la versatilidad de Kubrick: también sabía hacer cine de época, y además hacerlo en condiciones. 
Pero a mí me sigue pareciendo lenta.

Puesto #181 de las 200 de Cinemanía.

2 comentarios:

  1. Esa fotografía, ese detalle de las emociones, ese juego de velas, esa música, esa música, esa música, esos planos... Buf. A mí me encantó.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí lo que más me impactó fue la imagen: ¡todo parecía un cuadro! Pero la parte que te decía ayer, al principio de su vida de aristócrata... Uffff

      Eliminar