domingo, 15 de enero de 2017

Es un decir, de Jenn Díaz

En su momento me hablaron de Jenn Díaz como una nueva Ana María Matute y, claro, ni me lo pensé. La vida del fan es así.
Era verdad que Es un decir recuerda mucho a la obra de Matute. Jenn Díaz consigue recuperar esa voz infantil, tan inocente como dolida, y darle vida al texto. Leer Es un decir fue como tener a sus protagonistas al lado, contando su historia como en una comida familiar. 
Valoro, no sabéis cuánto, ese aire natural y desenfadado pero no puedo dejar de pensar que, al final, daba la sensación de que todo había ocurrido demasiado rápido. Ojo, soy consciente de que cuando uno cuenta una anécdota lo hace así, como resumiendo y de pasada. En ese sentido, Jenn Díaz hizo un trabajo asombroso en Es un decir. Sólo digo que ir por esa vía supuso adelgazar la trama en cuanto al contenido. 
Ahora bien, en ningún caso se puede decir que Jenn Díaz no intentase contar una historia completa. Recuerdo que me impactó mucho que en la segunda parte de la novela fuese la abuela de la protagonista quien tomase la palabra. Su texto arranca de un pequeño misterio y sirve para contestar a todas las preguntas que nos habíamos ido planteando los lectores y su nieta Mariela. Reconozco que siento debilidad por los textos que, por así decirlo, se justifican a sí mismos. Además, me gustó especialmente porque supuse que Es un decir haría un recorrido por las tres generaciones de la familia para así llegar a dar alguna respuesta al conflicto que abre la novela. Sin embargo, la tercera y última parte recupera la voz infantil del comienzo. El discurso está demasiado logrado como para ser una decepción en sí, pero sí me dio un poco de pena no haber llegado a conocer a la madre de Mariela. 
Recapitulemos esta "reseña" tan extraña, que hasta yo me estoy perdiendo: me gustó lo que leí en Es un decir. El problema, no sé si mío o de quién, es que me sigue pesando lo que no llegué a leer. Creo que es cosa de la estructura, que cuando me pongo cabalística no hay quien me aguante: sólo un ángulo más y me habría quedado satisfecha. Mi dilema ahora es que no sé hasta qué punto tengo derecho a poner en duda las decisiones de otra autora.

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