jueves, 19 de enero de 2017

El caballero oscuro

Salí incómoda de Batman Begins pero, antes de que el susto fuese a más, me metí en El caballero oscuro. Fijaos qué viaje emocional están suponiendo estas películas para mí, que me reconcilio con Batman cuando aún estoy rumiando el disgusto.
El caballero oscuro me dio todo lo que había echado en falta en Batman Begins. Es curioso que en buena medida fuese esta película lo que me ayudó a darme cuenta de que Batman Begins me había dejado muy fría. 
No dejo de darle vueltas a una cosa: si no apreciar Batman Begins fue culpa de ya conocer el género, ¿cómo es que nunca pude anticipar nada de lo que ocurría en El caballero oscuro? Pero mejor dejamos el pasado atrás, que de poco sirve lamentarse y además, como suele decirse, las comparaciones son odiosas.
Entramos en materia. Estoy fascinadísima con el conflicto principal de El caballero oscuro o, más exactamente, con la idea que late bajo su superficie. Aunque el Joker de Heath Ledger es aún más brillante de lo que jamás hubiese podido imaginar, lo que más me intriga de esta historia es de qué manera todo se pone al servicio de una idea en principio tan simple como la lucha del bien contra el mal. Sólo Nolan podía contar una historia tan de siempre y conseguir que pareciese personal y totalmente nueva. Y es que El caballero oscuro parte del punto donde se abre la infinita gama de grises que separa el bien del mal. De verdad, la forma en que la historia se enreda sobre sí misma hasta que la tradición apenas es un recuerdo me pareció un golpe de auténtica maestría. 
Tengo muchísimas ganas de ver cómo se resuelve la última entrega de la trilogía. No verla en cuanto acabé esta es una de las muchas maneras que tiene mi subconsciente de volverse contra mí, me temo.

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