lunes, 28 de septiembre de 2015

En el ojo de la tormenta

No sé si lo recordaréis, pero hace un tiempo vi Noé y me quedé un poco chafada cuando descubrí que, efectivamente, es un drama bíblico. Yo sí me acordaba, y sin embargó me sorprendió que En el ojo de la tormenta fuese una película de catástrofes. Nunca aprenderé.
Creo que el mayor problema cuando me pasa esto es que la película en cuestión acaba decepcionándome y, si lo piensas, la culpa es sólo mía: ¿cómo puedo pedirle a una película que haga algo distinto de lo que está anunciando desde su mismo título? Otra cosa no, pero estas películas suelen ser muy honestas acerca de sus intenciones. Lamentablemente, yo lo soy menos. Aunque siempre digo que es importante que una película sea entretenida, en el fondo espero que también sea novedosa. ¿Tengo derecho a sentirme defraudada cuando eso no ocurre? 
Lo único que puedo decir en mi defensa es que la repetición del patrón acaba anulando el suspense. En las películas como En el ojo de la tormenta está tan claro todo lo que va a ocurrir que el espectador sólo puede preguntarse cuándo y cómo: una curiosidad despreocupada ocupa el lugar del antiguo sinvivir. 
Con todo, tengo que reconocer que En el ojo de la tormenta me hizo dudar de todo lo establecido por el género durante unos angustiosos minutos. No os digo más, por si acaso. Lo señalo porque, para ser justos, el suspense en esa escena está lo bastante bien construido como para desmontar todo lo demás. No es poco ¿no?
Otro detalle que personalmente agradecí mucho fue que esta película prescindiese de esos absurdos romances tan fuera de lugar (¿en serio una evacuación es el mejor momento para jurar amor eterno o no sé qué mierdas?). Esto sí que es una manía, lo reconozco; aquí ya no hay defensa que valga.

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