jueves, 24 de septiembre de 2015

Sputnik, mi amor, de Haruki Murakami

Creo que ya lo comenté en alguna ocasión: a mí lo que me gusta es que me cuenten cuentos. A su manera, hay mucho de eso en Sputnik, mi amor
Esta novela empieza como esos cuentos urbanos de todos los días: "un amigo mío...", "un conocido de mi tía...", "el vecino que teníamos en la antigua casa...". A mí me encantan. No dejan de ser anécdotas de segunda mano, heredadas de vete tú a saber quién, distorsionadas las más de las veces. Para mí ese es su mayor encanto: recuperan un poco de aquella ficción de buenas noches en un tiempo en que parece que sólo queda tomarse todo muy en serio. En fin, ese es otro asunto. 
Lo interesante de Sputnik, mi amor es que recupera esa forma de narrar pero no se aferra a ella como a un clavo ardiendo: el primer narrador deja paso a Sumire y a Myû para que, llegado el momento, ellas mismas puedan contar su historia. Al fin y al cabo, ellas son las protagonistas de la novela; el narrador es un espectador poco menos ajeno que el lector.
Aquí me acerco al dilema que aún no he resuelto. Me gustó mucho, como os digo, que en Sputnik, mi amor se alternasen distintas voces: le daba otro ritmo a la historia y, además, siempre es interesante ver cómo se compagina lo que un personaje da por sabido y al mismo tiempo es una revelación para otro; es una manera muy curiosa de ir construyendo el enigma que acabará apoderándose de la novela. 
Ahora bien, lo que no me termina de convencer es cómo se resuelve ese enigma. No tengo nada en contra de los finales abiertos; todo lo contrario. Lo único que pido es que se me dé un respiro: no me pongas la respuesta al alcance de la mano para luego cerrarme la novela en las narices.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes, Ana.

    Murakami es una lectura para jóvenes.
    Me explico.
    Con 56 años, en agosto de 2014 concretamente, leí "Tokio blues". Lo hice porque una colega de lecturas me lo recomendó, con reservas hacia el autor (debo admitirlo), pero me convenció de que no podía irme de este mundo sin haber leído algo de Murakami.
    En efecto, "Tokio Blues" me pareció una novela para gente joven. Habla de sexo, de soledad, de amor. A mí no me aportó nada. Bueno, sí. El acercamiento a una juventud japonesa universitaria muy americanizada. Pueblan la novela personajes jóvenes, tristes, solitarios, que beben mucho alcohol, carecen de ideales y buscan compañía y comunicación en una sociedad capitalista y como tal consumista y deshumanizada.
    Ya te digo, demasiado vieja para leer a Murakami.
    Aprovecha a leerlo antes de "que el tiempo cubra de nieve la dorada cumbre" (ramalazo de maestrilla cursilina).
    Te leo, Ana.

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    1. ¡Hola, María José!
      Yo también me dejé llevar por la corriente "Es imposible que no hayas leído nada de Murakami", pero mi experiencia fue en general más grata. La verdad es que no me había parado a pensar en la importancia de las circunstancias del lector; gracias por tu comentario, lo ilustra muy bien.
      Añado Tokio Blues a la lista de libros de Murakami que aún me quedan por leer.

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