A veces una película tiene todos los ingredientes necesarios para ser una gran experiencia y, al final, se queda en algún extraño limbo, muy lejos de aquellas expectativas. Y te parte el corazón.
El atractivo de Mr. Holmes estaba en su regreso a los orígenes de la historia (qué mejor forma de hacerse notar en un momento en que abundan las versiones actualizadas, como la magnífica Sherlock) y, sobre todo, en la contraposición del conocido personaje y la persona que acabó eclipsando. El hecho de que Mr. Holmes se desarrolle a partir de los intentos frustrados de un anciano Holmes por recordar su último caso subraya lo brillante que era la idea. Sobre el papel.
Aún no entiendo qué pasó, si os digo la verdad. En Mr. Holmes aparecen bien claros todos esos elementos, nada se pierde. Y sin embargo la película se acaba haciendo pesada. En teoría, ir intercalando nada más y nada menos que tres líneas argumentales distintas debería haber evitado que el ritmo de la película fuese lenta.
Ahora que lo pienso, quizá fuera ese el problema. Creo que esas historias empezaban en momentos diferentes de la película, de modo que el planteamiento de una iba seguido del de otra. Sí, juraría que el planteamiento de las tres historias ocupaba, en proporción, una gran parte de la película. Lamentablemente, lo que eso supone es que al final se haga necesario terminar cada relato deprisa y corriendo, y que queden demasiados cabos sueltos.
Es una auténtica lástima que todo esto eclipse el encanto que, a pesar de todo, tiene Mr. Holmes.
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