En las películas de super héroes, ya puede pasarse el héroe en cuestión la mitad del tiempo al borde de la muerte que nunca pasa nada. Como mucho, en alguna secuela se apoyará en una pared convenientemente ensombrecida para contar que se siente culpable o alguna cosa de esas. Queda bien; es un clásico por algo ¿no? Que sea creíble ya es un asunto distinto.
Por eso me gustó tanto el comienzo de Iron Man 3. Sin sombras sospechosas, de una forma totalmente clara y transparente, Tony Stark confiesa que ha tenido miedo, que los acontecimientos que vimos en Los vengadores le han afectado. Lo que a nosotros nos interesa más todavía es que ese miedo forma parte importante de la trama de esta película y, sobre todo, que nos permite ver por fin a un héroe plenamente humano.
La única pega que le pongo a Iron Man 3 pasa por el malo; ya sé que empieza a ser una costumbre. Creo que no os destripo nada si os digo que este nuevo villano fue en su momento un admirador de Tony Stark que, rechazado por su ídolo, cambió ligeramente de rumbo y acabó siendo lo que vemos en la película. La cuestión es que plantea un juego de oferta y demanda bestial, uno de los planes malvados más coherentes que he visto jamás. Hasta aquí bien. El problema que le veo al asunto es que a veces parece algo personal, a veces no. Realmente el punto fuerte de la idea tiene muy poco que ver con Tony. A mí me da la sensación de que las dos facetas de este nuevo personaje no están tan bien ensambladas, aunque eso no lo invalida ni a él ni a la trama. Es simplemente algo que me chirriaba un poco mientras veía la película. Lo único, a decir verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario