No sé muy bien cómo podría explicaros lo que significan estas películas para mí. Tampoco sé exactamente cuántas veces las he visto después de todos estos años. Lo importante, y lo genial, es que nunca me canso. Es más, siempre encuentro detalles nuevos en los que en su momento no reparé; es un efecto como de frescura perenne que, para mí, distingue las películas que gustan sin más de las favoritas absolutas. Digo esto porque sé que no puedo ser objetiva cuando hablo de El Señor de los Anillos.
La comunidad del anillo siempre me había parecido la más floja de esta trilogía. No mala, o peor, simplemente un poco menos épica que las otras. Pero es que es completamente distinta: La comunidad del anillo nos introduce en la historia, así que lógicamente tiene ese aire de prólogo que a veces se impone a la acción más pura.
Precisamente esto es lo que permite que nosotros también, como espectadores, vayamos entrando poco a poco en esta fantástica recreación de la Tierra Media. Tenemos la oportunidad de recrearnos con los espacios igual que lo hacen los personajes, como si todos fuésemos igual de nuevos en esto. Todavía queda algo de inocencia y de incredulidad, de belleza que contemplar antes de que las cosas se pongan realmente serias. A partir de aquí, ya no habrá un momento de descanso.
Dicho esto, tengo demasiado recientes las películas de Marvel como para pasar por alto esto que parece una nueva tradición: ¿qué pasa con el malo de la película? En El Señor de los Anillos no cabe duda al respecto: hay un poder oscuro, con algunas ramificaciones pero siempre el mismo, que quiere extenderse. Y ya está. Por lo menos así queda en esta parte de la historia; según tengo entendido, hay mucha más información en otros libros que aún no he leído. Seguiré informando.
De todas formas, aunque no se llegase a ahondar nunca en este tema, no lo consideraría una pega para El Señor de los Anillos. Ya dije al principio que no podía ser objetiva en este tema pero, además, creo que debemos tener muy presente lo que es el género y el contexto. En un relato de proporciones tan épicas no caben medias tintas; no podría haber sido de otra manera. Yo desde luego no le voy a pedir otra cosa a El Señor de los Anillos.
Puesto #14 de las 200 de Cinemanía.
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