Hoy, entusiasmada como estaba con esta novela, me puse a hablar de ella con una amiga (Clío, de El Universo de Clío, para ser exactos). Lógicamente, me preguntó de qué trataba y, para mi asombro, no supe qué responderle. Creo que dije "Uffffff...".
Es que, realmente, mientras leía Yo serví al rey de Inglaterra no me preocupaba lo más mínimo por el posible argumento que unificase las anécdotas que reúne, como tampoco intento buscar una línea formal a una conversación cualquiera.
No me miréis así: Yo serví al rey de Inglaterra se mueve maravillosamente cerca del puro diálogo. Queda a la altura misma del lector, le mira a los ojos y no teme mostrarle su cara más íntima. A lo mejor esto que tanto me ha gustado es precisamente lo que convierte a Yo serví al rey de Inglaterra en algo muy diferente a una novela.
Metafísica aparte, este es un libro que hay que leer. Es cierto que resulta un poco desconcertante al principio, pero ocurre lo mismo cuando se conoce a alguien nuevo: pasa un tiempo antes de que sus manías dejen de parecer extrañas ¿no? Pues con Yo serví al rey de Inglaterra igual.
Este, como digo, es un libro que hay que leer porque en él lo increíble se hace realidad.
Metafísica aparte, este es un libro que hay que leer. Es cierto que resulta un poco desconcertante al principio, pero ocurre lo mismo cuando se conoce a alguien nuevo: pasa un tiempo antes de que sus manías dejen de parecer extrañas ¿no? Pues con Yo serví al rey de Inglaterra igual.
Este, como digo, es un libro que hay que leer porque en él lo increíble se hace realidad.
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