No os voy a mentir: si hay libros en el título pongo toda mi fe en la novela. Como todas las manías, a veces sale bien; otras, no tanto.
Una de las cosas que más me sigue sorprendiendo de la gente, a pesar de mis muchos esfuerzos, es el poco gusto por la lectura. Que es aburrido, dicen. Que van a esperar a la película, dicen. Ah, ¿que había libro?, dicen.
Muchas veces recurren a la supuesta falta de acción de una novela en contraste con la película, por ejemplo: que se les hace muy lento leer monólogos interiores o similares, parece ser. Pero, ¿acaso no hay películas lentas? Sinceramente, prefiero una novela lenta que, a fin de cuentas, siempre me está contando algo, antes que una película estática, esa que parece una presentación de diapositivas y poco más.
El caso, en resumen, es que el dinamismo no depende del soporte: hay películas lentas y novelas trepidantes; hay películas apoteósicas y novelas aburridas.
Me duele, por lo que os comentaba al principio, tener que reconocer que La librería se me hizo pesada. Tenía muchas esperanzas depositadas en esta historia y al final, cuando pasé la última página, descubrí en mí la tensión previa a la acción, una tensión insatisfecha, como podréis imaginaros. Lástima.
A pesar de esto, todavía puedo darle un voto de confianza a La librería. A lo mejor lo que intentaba Penelope Fitzgerald era plasmar de un modo físico (en un sentido literario, claro) el inmovilismo y la anquilosante costumbre de la historia que relata. O a lo mejor no; quién sabe.
Había leído algo sobre este libro con anterioridad, y la verdad es que, sólo con el título, llamó mi atención.
ResponderEliminarDespués de leer tu reseña, creo que voy a darle una oportunidad... en cuanto termine alguno de los libros que estoy leyendo (infidelidad literaria jajaja).
Un saludo =)
Muchas gracias, Nienor. Ya me contarás qué te parece :)
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