Tengo unas ganas locas de ver Django. Se estrenó hoy, pero ahora mismo me retienen los exámenes así que sólo me queda esperar y repetirme que en una semana seré libre. Hablo hoy de Django porque, después de ver Kill Bill 2, me sorprende que se pueda decir que la nueva película de Tarantino es su primer western. ¿Qué pasa con Kill Bill? Vale, hay katanas en vez de pistolas pero ¿desde cuándo el cine de Tarantino se sostiene sobre esa parafernalia? Bueno, más bien podría preguntarme desde cuándo se pueden clasificar las películas de Tarantino según su género, pero eso ya es harina de otro costal.
A lo que me refiero es a que, como en todas sus películas, Tarantino coge un género canónico como base y lo renueva y amplia, siempre de una forma insólita. Nunca pensé que pudiera ver una película que mezcla artes marciales y ambiente del oeste, pero aquí está, no una, sino dos, a cual mejor.
Sin embargo, lo que más me ha sorprendido de Kill Bill es su ternura. Me sigue resultado extraño ver "ternura" y "Kill Bill" en la misma frase pero así es. Los últimos minutos revelan a un Tarantino casi romántico, de una forma retorcida y casi incomprensible, pero romántico al fin y al cabo. Si sabéis a qué escena me refiero, supongo que estaréis de acuerdo conmigo cuando afirmo que es una de las más catárticas de su filmografía. A mí desde luego se me ponen los pelos de puntas sólo de recordarlo.
Puesto #88 de las 200 de Cinemanía.
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