Roller Girls pasó desapercibida a pesar de ser la primera película con Drew Barrymore tras las cámaras.
Al contrario que muchos actores reciclados o transmutados o como se quiera decir, Barrymore no pretende convertirse en piedra angular de su obra, aunque no se puede negar el carácter personal de su opera prima. En lugar de eso, se centra en trabajar la visión y la perspectiva, los personajes y el ambiente, reservando para ella un par de momentos que no dejan que brille todo su talento. Es como si despejase el camino a la arrolladora Ellen Page, protagonista del film. Son prácticamente ellas dos las que levantan una película que de otra forma no sería nada del otro mundo.
Reconozco que a Roller Girls no le auguro futuro de película de culto, pero con la de este fin de semana son fácilmente cinco veces las que la he visto y siempre la cojo con las mismas ganas, que es más de lo que puedo decir de muchas otras películas.
Esta es una historia sencilla, sin muchos enredos, pero con mucho carisma y un sabor propio, que se debe sobre todo a su dirección, novel pero precisa, experta de un modo instintivo y casi salvaje, pero sobre todo muy auténtico.
De humor mordaz y diálogos chispeantes, Roller Girls es ya, a su manera, una película mítica que no se merece el olvido en el que se la mantiene.