martes, 28 de agosto de 2012

Fama

Mira que a mí los musicales (salvo Chicago, una de mis películas favoritas) no me suelen llamar la atención... Pero algo tiene el cine de los ochenta que siempre atrapa. No sé, es como si rezumase algo que sólo se me ocurre llamar "epicness"; no encuentro una palabra equivalente en castellano.
Supongo que fue eso lo que me hizo ver Fama esta mañana. Ya la había empezado alguna vez pero no pude acabarla porque en ese momento no tenía tiempo. Lo bueno de ver películas porque te las ponen en televisión es la alegría de la sorpresa; lo malo, que a veces no se ajustan a tu horario. C´est la vie.
El comienzo de Fama promete. Resulta un poco caótico, sí, pero desde luego dan ganas de saber hacia dónde van a ir los tiros. Hay carisma en esos primeros minutos. Me encantó ir fijándome en las caras que iba viendo y especular quién iba a llegar lejos y quién no, quién daría más o menos juego, qué sería de ellos.
Ahora mismo, después de verla y siendo plenamente consciente del dulce sabor de boca que me ha dejado, sólo puedo preguntarme por aquello que hizo (o hace) tan especial a la década que inauguró Fama. Me pregunto por qué una película así se convirtió en un clásico entonces y hoy, en cambio, otra con el mismo argumento y las mismas directrices no pasa de truñaco, a falta de una palabra mejor. Creo que queda claro que no pienso ver el remake de 2009; no creo que fuese necesario, la verdad, no hacía falta remover la historia. En mi defensa diré que no me suelo fiar de los remakes en general, salvo contadas excepciones de las que a lo mejor os hablo algún día.
Lo que quiero decir, remakes aparte, es ¿qué ha cambiado en estos treinta años? ¿Por qué podemos ver tan felices películas de los ochenta y reaccionar tan negativamente (parto de la base de que no soy la única, vaya) cuando se recrean sus estereotipos?

Sobradamente directores


¿Recordáis que os había hablado de mi fe recién recuperada en el cine español? Pues si un día dais por ahí con este programa, Sobradamente directores, veréis por qué.
Esta serie de entrevistas a directores jóvenes como Paco Cabezas, Mar Coll, Juana Macías, Elena Trapé, Kike Maíllo y Rodrigo Cortés, entre otros, acaba recreando un retrato del panorama cinematográfico español actual, una imagen ciertamente apasionante, a poco que te interesen estas cosas. 
Siempre que acabo hablando de cine, donde sea y en cualquier momento, insisto en lo mismo: hay que darle una oportunidad al cine español. El planteamiento ha cambiado radicalmente en las últimas décadas. No sé, los cineastas se han vuelto más osados, más capaces de empatizar y transmitir. O puede que simplemente sean más abiertos de miras: ya no hay miedo a meterse en un género hasta ahora inexplorado en este país o a buscar formas nuevas en general. Si hasta ahora el cine patrio estaba como carcomido, apolillado por el paso del tiempo, rancio y caduco, hoy puede presumir de una frescura y viveza más que notables. Simplemente inspira.

viernes, 24 de agosto de 2012

Nido de cuervos

Parece que hoy la cosa va de asuntos pendientes.

A lo largo de mi infancia y adolescencia me han quedado algunas películas siempre a medias. Por ejemplo: Sleepy Hollow y, como os podréis imaginar, Nido de cuervosClaro que entonces, como solía ocurrirme, no sabía cómo se titulaba lo que estaba viendo. Adivinad: también la vi esta semana. Esta vez ya presté atención al título eh.
El caso de Nido de cuervos es algo distinto al de Hijos de los hombres que os comentaba en el post anterior: yo ya había visto buena parte de la película, sabía de qué iba y más o menos cómo se iba desarrollando.
Pero, y aquí empieza lo extraño, entonces me fascinaba. A lo mejor no planteaba una historia tan peculiar como la de Hijos de los hombres pero a mí me llamaba muchísimo la atención. Iba sobre un abogado que ya no ejercía que un buen día conocía a un anciano. Un anciano cualquiera, en apariencia, pero que había escrito un libro sobre una serie de asesinatos. El abogado quedó al momento prendido de la historia y, viendo que tan rápido como había llegado a su vida el anciano la había dejado, decidió que podía publicar el libro y hacerlo pasar por suyo. Sus problemas comienzan cuando se descubre que los asesinatos descritos ocurrieron de verdad.
Todavía hoy, mientras resumo el argumento, me parece interesante. Eso sí, no puedo ignorar que no está tan bien aprovechado como prometía en principio. Al final se queda en poco más que un telefilm; una historia que, cuanto más se enreda, menos sentido tiene. Ni siquiera aprovecharon el final: continuaron a partir de un momento que, en mi opinión, como final resultaba perfecto.
Después de esto, sólo puedo decir que me da un poco de pena Cuba Gooding Jr. Creo que le pasa más o menos lo mismo que a Michael Fassbender: no son malos actores; es sólo que no saben elegir sus proyectos.

Hijos de los hombres

Normalmente, cuando una película está basada en un libro, me gusta empezar por el libro. Sin embargo, en el caso de Hijos de los hombres, adaptación de la novela homónima de P. D. James, no pude aguantarme. Ya, ya sé que no es una película reciente pero, qué queréis, en todo este tiempo han ido surgiendo cosas y, a lo tonto y a lo bobo, me fui olvidando de Hijos de los hombresEsta semana por fin, aprovechando que la echaban por televisión, la vi. 
Si os soy sincera, todavía estoy reflexionando sobre ella, especialmente sobre la importancia de las expectativas a la hora de ver algo nuevo, un factor muy a tener en cuenta en este caso.
Hijos de los hombres se sitúa en el año 2027, un futuro en el que ya no hay niños. Una misteriosa esterilidad se extendió como una plaga por todo el planeta en la primera década del siglo XXI. Nadie sabe por qué ni cómo arreglarlo, pero todo se está desmoronando: en el Reino Unido, donde se desarrolla la acción de la película, los no-nacidos en el país son recluidos en ciudades de basura y considerados algo menos que descastados. Mientras, un grupo de insurgentes lucha por cambiar las cosas. 
De pronto, aparece en escena una joven embarazada. Ella y su hijo son el símbolo que la resistencia pretende utilizar para unir a toda la población y rebelarse contra el sistema. 
Todo acaba malográndose, claro, pero el planteamiento, así de entrada, resulta bastante interesante. 
Y después de todo este prólogo, ¿realmente me gustó Hijos de los hombres? Hombre, me entretuvo. No es el peliculón que yo me esperaba ni el desastre que parece después de leer esto. De verdad, tiene unos puntazos por los que vale la pena verla aunque no es lo mejor del mundo. Tiene casi tantas lagunas como puntazos, que tampoco está tan mal.
Ya os comentaré qué tal el libro cuando lo lea. 

miércoles, 15 de agosto de 2012

American Beauty

Ésta es una de esas películas que se acaban conociendo más por las parodias y homenajes que generaron que por ellas mismas. Por eso, para gente que, como yo, no la había visto antes, American Beauty tiene un algo familiar. Aunque, la verdad sea dicha, no sé hasta qué punto esto resulta beneficioso o perjudicial. En cualquier caso, es un placer ver American Beauty.
Sobre eso precisamente trata esta película: sobre las cosas que vale la pena mirar, sobre la belleza. Pero no una belleza cualquiera, sino la que está en todas partes, en cualquier parte. American Beauty es la historia del progreso personal, un ascenso parecido al de una bolsa de plástico cualquiera que aprovecha el viento tal y como viene para elevarse en el cielo. Es una belleza cruda y un poco siniestra, arrebatadora y, en ocasiones, letal.

Puesto #67 de las 200 de Cinemanía.

domingo, 12 de agosto de 2012

El oro de Moscú

Que te guste más o menos El oro de Moscú depende sobre todo de la fe que tengas en el cine español. 
Todo el mundo dice que el cine español es malísimo; yo pensaba lo mismo hace unos años. Hoy os invito a que cambiéis de idea o, aunque sea, que estéis dispuestos a ver alguna de las películas españolas de los últimos tres años. Se han hecho auténticos peliculones como Celda 211 Tres días con la familia, por ejemplo. Dadles una oportunidad. 
Entonces, ¿qué pasa con el cine anterior?, ¿qué tenía de malo? Llevo mucho tiempo reflexionando sobre ello, intentando encontrar una respuesta factible, y no he sido capaz. Todavía hoy no puedo decir cuál es (o era) exactamente el problema del cine español. 
Creo que tiene que ver sobre todo con la credibilidad. En muchas de las películas españolas de hace unos años, antes de la tremenda remontada de 2009, lo que ocurre es que no resultan verosímiles. Tengo una teoría al respecto: creo que el guión en estas películas era demasiado cerrado; no se dejaba al actor espacio para moverse. Claro que esto varía de unos a otros, pero yo creo que un guión debería ser simplemente una guía (guión-guía... ¿coincidencia?) que sirviera al actor de base para luego añadirle algún toque en el momento de la interpretación. Creo que es esa vitalidad la que le falta (o faltaba) al cine español.
A lo mejor fue esta fe recién recuperada lo que me hizo acabar decepcionada cuando vi El oro de Moscú. A ver, es entretenida, pero tiene demasiadas lagunas, demasiados sin sentidos. Es entretenida, pero no llega a más. No aporta nada y ni siquiera tiene un final final.
Claro que si desde el principio la ves esperando que sea una mierda, a lo mejor te llevas una sorpresa.

Who´s that girl?


It´s Jess!
Es una pena que pueda deciros poco más de New Girl sin destriparos media serie. Baste decir que ya el planteamiento es ciertamente curioso: chica busca piso después de descubrir que su novio la engaña y acaba viviendo con tres chicos, a cual más peculiar. 
El desarrollo de su convivencia puede resultar a veces extraño, sobre todo por lo rápido que parece evolucionar la relación entre ellos. Tened en cuenta que una serie de este tipo no deja de ser la intromisión del espectador en los momentos más relevantes de la vida de sus protagonistas. Por tanto, se mostrará aquello que resulte más relevante o, en este caso, divertido; como un very best of.
Los comienzos de New Girl son difíciles, no sólo para sus protagonistas (problemas en el amor, en el trabajo, en general...), sino también para el público. Hablando con otros seguidores de la serie, me di cuenta de lo que os comentaba en el párrafo anterior, único punto flojo de la historia, en mi opinión. Pero hay que darle otra oportunidad porque de verdad que cuando mejora, lo hace a lo bestia: me dijeron que la cosa se ponía especialmente interesante en el momento en que la atención dejaba de centrarse tanto en Jess y pasaba a sus compañeros. Ayer terminé la temporada y estoy en condiciones de afirmar que no podría ser más cierto. 
Hoy busco desesperadamente una serie con la que llenar el vacío que New Girl me ha dejado hasta que salgan capítulos nuevos (en septiembre, creo).
Dicho esto, sólo me queda haceros una última recomendación: si vais a ver New Girl, que sea en versión original

jueves, 9 de agosto de 2012

Moderneo

Hoy os voy a hablar de una de las mayores sorpresas de mi cumpleaños aunque, según dicen, era un secreto a voces. Claro que tengo que remontarme algún tiempo atrás para que esto tenga sentido. 
Veréis, hace unos cuantos años tenía un grupín de amigas en el que cada una encajaba en una tribu urbana diferente: había una heavy, una emo, una hippie-heavy y luego estaba yo. Si todavía hoy estoy en lo que algunos llaman "años teen", imaginaos entonces: crisis existencial al canto, por supuesto. Decidí que, ya que no encajaba en ningún grupo conocido, podía crear mi propia tribu: sería una "ameba". Parece una tontería pero aquello me alivió muchísimo y alimentó un interés por la antropología que aún no ha desaparecido.
Recuerdo que entonces distinguía entre "ameba pura" (yo, por supuesto) y "ameba con tendencia". Supongo que me costaba integrar a más gente en ese exclusivísimo grupo que yo misma me había creado. 
Hoy por hoy, sin embargo, tengo que asumir que ya no soy una ameba pura, sino una con "tendencia al moderneo". 
Todo empezó en febrero de este año. Tuve la inmensísima suerte de poder ir a uno de los conciertos que Lori Meyers dio en la sala Joy Eslava de Madrid y, a la vuelta, preguntando a una amiga qué me había perdido en clase, me quejé de la cantidad de modernas que abarrotaban el concierto. Mi amiga me dirigió una mirada sarcástica que parecía decir "Vida, ¿qué esperabas?". Ahí empezó mi proceso de metamorfosis. O más bien, ahí asumo que empezó; probablemente todo esto venía ya del verano del año pasado.
Y ahora, para terminar de convencerme, sale Soy de pueblo, la carta de presentación de Moderna de Pueblo, que bien podría ser una Mafalda adulta, rubia, fotofóbica y festivalera. 
Este manual del moderneo se puede leer del tirón o, simplemente, cogerlo de vez en cuando, abrirlo por una página cualquiera y leer lo que toque. El resultado siempre va a ser igual de bueno.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Legado

Hace ya unos cuantos años (ocho, si mis cálculos no fallan) se publicó Eragon en España. Es posible que algunos de vosotros, incluso muchos, reconozcáis este nombre por un despropósito de película que se hizo algún tiempo después. Dejemos ese asunto a un lado porque creo que mi posición al respecto ha quedado bien clara.

Hoy quiero hablaros de la cuarta y última parte iniciada por Eragon: Legado o La cripta de las almas
Os podéis imaginar que en todo el tiempo que ha pasado, no ya desde la primera entrega sino desde la tercera (unos cuatro años, creo), he leído otras cosas y mis gustos han cambiado. Eso no significa, sin embargo, que no me guste "recordar viejos tiempos" de vez en cuando. Por eso, y porque no me gusta dejar sagas inacabadas, me decidí a leer Legado. El resultado no podría haber sido más satisfactorio.
Christopher Paolini ya en sus comienzos era peculiar. La historia que plantea no deja de ser la clásica novela fantástica pero con un punto nuevo, sobre todo en la forma de tratar la guerra: la despoja del glamour al que nos hemos acabado acostumbrando, dando más protagonismo al conflicto interno que supone para el combatiente. Por este motivo, la de Legado es una de las historias más sensibles, a falta de una palabra mejor, que he leído en toda mi vida. 
Además, en esta novela en concreto se puede apreciar lo muchísimo que ha madurado Paolini, no sólo como escritor sino también como persona. Tened en cuenta que tenía tan sólo 19 años cuando su primera novela fue publicada. 
No quiero dar más detalles porque, si no se ha leído ninguno de los libros, es muy fácil hacer spoilers. De hecho, sólo pasar las páginas para consultar el significado de alguna palabra en el idioma antiguo (Paolini tuvo la decencia de adjuntar un glosario de términos al final de cada libro) puede resultar peligroso, lo digo por experiencia propia: cuando estaba leyendo Eldest, segunda parte de Eragon, leí una línea sin querer y se me chafó el libro entero; todavía hoy recuerdo qué página era y dónde estaba esa frase. 

No suelo ser partidaria de alargar historias pero en este caso no puedo evitar hacer una excepción: espero que algún día, dentro del tiempo que sea (los lectores de Paolini aprendimos a tener paciencia), salga a la luz algo, lo que sea, que termine de resolver todos los asuntos aún sin resolver al final de esta saga.

jueves, 2 de agosto de 2012

Suburgatory


Este es uno de mis ultimísimos descubrimientos. Sigue la línea de las otras series de las que os he hablado desde que inauguré la sección, así que no supone una gran sorpresa. 
Suburgatory trata sobre una adolescente, Tessa, que vive con su padre, George, en Manhattan. Cuando él encuentra una caja de condones en el cuarto de su hija, decide que se trasladan a un barrio residencial en las afueras. Su intención es que Tessa crezca en un entorno seguro y normal. Y seguro lo es, desde luego. Ahora, normal... eso ya es otra cuestión.
El puntazo de Suburgatory empieza aquí. El nuevo vecindario bien podría ser un mundo aparte, aunque dicha impresión podría estar íntimamente relacionada con el hecho de que la voz en off de Tessa introduce y guía cada episodio. Sus habitantes, por supuesto, no se quedan atrás: la galería de tipos que desfila por esta serie es, cuando menos, esperpéntica. 
Suburgatory me atrapó desde el primer capítulo, pero tengo que reconocer que fue decayendo hacia el final de esta primera y de momento única temporada. Digamos que dieron un giro demasiado vertiginoso al planteamiento original. Arriesgaron y perdieron. 
Veremos qué ocurre en la segunda temporada. Espero que no tarde mucho porque el último capítulo es uno de los más abiertos que he visto en mucho tiempo. 

Baby Boom

Hace ya bastante tiempo estaba una tarde por casa y me encontré a mi madre viendo una película de Diane Keaton. Iba de una ejecutiva (o lo que supuse que era una ejecutiva, tan avanzada estaba ya la película) que tenía una hija (al menos yo pensaba que era su hija). Esta mujer adoraba su trabajo y todo lo que ello implicaba, pero acabó marchándose al campo porque no era capaz de compatibilizar el trabajo y la maternidad. Allí, aburrida, empieza a hacer potitos para la niña. Su precario negocio tiene más éxito del que cualquiera hubiera podido imaginar y se descubre en poco tiempo de nuevo en la cumbre. Con esto os cuento mucho más de lo que suelo acostumbrar, pero no voy a romper del todo mi excepción contándoos el final. Eso lo dejo para quien quiera verla, aunque es bastante predecible.
Mi madre estaba entusiasmada con esta película. Decía que era muy bonita y muy tierna. Me picó la curiosidad. El problema es que no sabíamos el título y, sinceramente, no me interesaba tanto como para volverme loca buscando. Por suerte, el lunes por la tarde me la encontré en televisión. Se trata de Baby Boom.
La verdad, tengo que reconocer que no me gustó especialmente. No la aborrezco, pero en algunos momentos me ponía muy muy nerviosa hasta el punto de haber acabado dejándome un sabor de boca menos dulce de lo que cabría esperar.
¿Y todo esto por qué? Bueno, pues porque me hago mayor, supongo. A ver, no creo que hiciesen Baby Boom con mala intención ni nada. Es que a mí ya no me sirve eso de que con un beso se arregle todo. Me explico: cuando las cosas ya no le pueden ir peor en la preciosa pero ruinosa casita de campo recién adquirida, la protagonista abandona su idea de regresar a la ciudad en cuanto el veterinario del pueblo le mete la lengua hasta el esófago. Es como si ella, ni ninguna otra mujer por extensión, tuviera el poder de decidir aunque sea en asuntos tan peliagudos y propios como el lugar de residencia. 
Y menos mal que ya no hablo de la actitud de sus compañeros de trabajo porque si no nunca podría acabar este post. 
Sobre si verla o no... No sabría qué deciros. No digo no porque nunca lo digo; prefiero dejarlo en "prescindible" y allá cada cual.