Las normas de la casa de la sidra se desarrolla de una forma tan orgánica, tan casi-sin-querer, que es imposible no seguir su curso.
Así que cuanto más lo pienso más gracia me hace que los protagonistas pasen tanto tiempo reflexionando y se angustien de aquella manera cuando al final es muy poco lo que ellos hacen por cambiar las cosas: son lo que son sin que nadie tenga que hacer nada.
Esto es lo que me chirría tanto de Las normas de la casa de la sidra. No es que la historia no te absorba, que lo hace. Lo veo y me lo creo, me intereso y me muero por saber cómo acaba. Pero echo en falta algo más de actividad. Prefiero que un personaje tenga que abrir su propio camino, no que baste con dejarse llevar.
Supongo que no será más que una cuestión de gustos. Al fin y al cabo, parece que lo mismo que yo "reprocho" es seguramente lo mejor de la película o, como poco, lo más distintivo. Pero es que a mí las cosas tan naturales y tan determinadas por la lógica me dejan bastante fría, la verdad.
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