martes, 7 de octubre de 2014

Boyhood

A veces el cine puede funcionar como una ventana. A otros mundos, otras realidades, otras vidas; lo que queráis. El caso es que pocas veces se hace tan obvio como en Boyhood.
Esta es seguramente una de las películas más fieles a su concepto que he visto en mucho tiempo. Aquí en España se le añadió al título un paréntesis muy ilustrativo: momentos de una vida. Aunque no me gusta eso de los títulos bilingües, tengo que reconocer que en este caso resume a la perfección lo que es esta película. Yo por lo menos no me lo he podido sacar de la cabeza desde que la vi. 
Boyhood nos permite ver una serie de episodios a lo largo de la vida de este niño que mira las nubes desde el póster. Es posible que no sean los momentos clave, o los más emblemáticos, pero gracias a ellos podemos hacernos una idea de lo que será ese niño cuando crezca, de lo que serán las personas que lo rodean y, lo que es más importante, podremos interesarnos y preocuparnos por todos ellos. 
Boyhood rezuma humanidad. A lo mejor la suya no es una trama absolutamente absorbente por sí sola, pero el hecho es que Boyhood interesa porque Mason interesa, no ya como personaje o por su historia, sino como persona. No al estilo de Frances o Nancy (por suerte); Mason interesa como lo puede hacer un vecino de siempre o un amigo de toda la vida. Ese es el mayor triunfo de Boyhood: es vida hecha cine.

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