Hace ya unos cuantos años que vi El Imaginario del Doctor Parnassus. Ya no recuerdo de qué iba exactamente ni cómo terminaba, mucho menos por qué me fascinó tanto. Sólo sé que siempre acabo comparando otras películas con ella, como Stardust el otro día. Y salió perdiendo, por cierto. Ya sé que las comparaciones son odiosas pero a veces son inevitables.
El Imaginario del Doctor Parnassus tenía ese estilo como de cuento retorcido y trasnochado que tanto me gusta y que muy pocas veces he vuelto a ver. Por lo menos no recuerdo ninguna ahora mismo. Supongo que a estas alturas debería ir planteándome que a lo mejor el tiempo ha ido adornando el recuerdo y que, en el fondo, de aquella era aún más impresionable que ahora.
Mientras tanto no puedo librarme de esta sensación como de decepción. Es que Stardust empezaba de una manera muy similar a El Imaginario del Doctor Parnassus; la atmósfera era muy parecida y tenía toda la pinta de seguir el mismo camino. Os podéis imaginar que no fue así.
Tampoco quiero echar por tierra la película completa, entre otras cosas porque sí es cierto que me entretuvo bastante y, además, hubo algunos puntos sencillamente geniales. Lo que hacía en esos momentos era tomar elementos más que tradicionales y darles un punto inesperado y bastante absurdo, pero estupendo en conjunto.
Es una pena que hacia el final de la película acelerasen tanto los acontecimientos. Llegados a este punto, el problema no es ya no contar una historia más o menos original, sino no poder contar bien una historia, sin más. Quedaron demasiadas cuestiones sin resolver y muchos asuntos mal rematados y, además, parece que ya no había sitio para lo sorprendente, ni lo más mínimo. La verdad es que me desilusionó bastante encontrar en el final de Stardust lo mismo de siempre.