Ya sabéis que a mí el argumento me importa poco y que, de hecho, la mayor parte de las veces me sumerjo en un libro o en una película sin saber apenas de qué va y, lo que es mejor todavía, sin tener ni idea de qué me voy a encontrar.
A veces, sin embargo, ni siquiera leer la sinopsis es un impedimento para eso porque en algunas grandes ocasiones no hay argumento que contar. Ese es, efectivamente, el caso de El cuaderno rojo, de Paul Auster, traducido por Justo Navarro (también autor del prólogo).
Lo que yo sabía antes de leer esta novela es que Paul Auster recogía en ella algunas anécdotas, algunos acontecimientos que, a lo largo de su vida, le habían marcado en mayor o menor medida. Justo Navarro, por su parte, completaba la serie con el reflejo de Auster en sí mismo, por decirlo de alguna manera. El resultado es simplemente extraordinario, mucho más que sorprendente y, sinceramente, memorable.
Es posible que algunos de vosotros lo encontréis pobre y poco interesante pero a mí, creo que ya os lo he dicho en alguna ocasión, lo que me gusta es que me cuenten cosas.
A veces, sin embargo, ni siquiera leer la sinopsis es un impedimento para eso porque en algunas grandes ocasiones no hay argumento que contar. Ese es, efectivamente, el caso de El cuaderno rojo, de Paul Auster, traducido por Justo Navarro (también autor del prólogo).
Lo que yo sabía antes de leer esta novela es que Paul Auster recogía en ella algunas anécdotas, algunos acontecimientos que, a lo largo de su vida, le habían marcado en mayor o menor medida. Justo Navarro, por su parte, completaba la serie con el reflejo de Auster en sí mismo, por decirlo de alguna manera. El resultado es simplemente extraordinario, mucho más que sorprendente y, sinceramente, memorable.
Es posible que algunos de vosotros lo encontréis pobre y poco interesante pero a mí, creo que ya os lo he dicho en alguna ocasión, lo que me gusta es que me cuenten cosas.