Recuerdo que uno de los problemas que suelo tener con las películas de Woody Allen es que sus protagonistas me resultan demasiado cargantes. Con Blue Jasmine debería pasarme lo mismo caso (y en cierto modo así es) pero, a diferencia de ocasiones anteriores, me ha encantado de principio a fin.
Esta película te planta en el peor momento de la vida de Jasmine, justo cuando ha tocado fondo, y va recuperando las circunstancias que la han llevado a ese punto. Creo que es una de las pocas veces en que esta combinación no resulta agobiante ni se desarrolla más una de las líneas a expensas de la otra: ambas se combinan perfectamente a lo largo de toda la cinta. Ni siquiera hacen falta transiciones, sólo Cate Blanchett: no hay más que mirarla unos segundos a la cara para saber si es millonaria o está en números rojos. Por esos detalles, esta es mi interpretación favorita de la actriz hasta el momento.
El caso, y aquí está la miga de la película, es que Jasmine nunca llega a cambiar. Es un personaje redondo: gira sin poder llegar a detenerse, siempre con el mismo centro, siempre con el mismo objetivo. Como todos, en el fondo.
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