A mí no me emociona el fútbol. Tampoco me gustan particularmente las bodas. Ni tengo una gran familia. Sin embargo, nunca podré llegar a explicar lo mucho que me encantó La gran familia española.
Eso es lo bonito del cine: consigue conectarte a algo que en principio te era ajeno. Y algo tiene esta película que logra atraparte desde el primer minuto. Es una historia tan bien contada que siempre parece sencilla aunque, cuando todo acaba, no es difícil darse cuenta del largo camino que se ha recorrido desde aquel inocente comienzo hasta un final agridulce y genial. De alguna manera, uno puede crecer en esta película.
La verdad es que no tengo nada negativo que decir de La gran familia española. De hecho, y esto es aún más raro, no hay nada que no quisiera destacar, absolutamente nada. Sólo quiero insistir, antes de irme, en que no os la perdáis: esta película realmente merece la pena.
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