Desde Origen le pillé el gustillo a esas películas que funcionan más o menos como un puzzle. Esas historias, ya sabéis, que se construyen a distintos niveles y, al final, descubiertas todas las piezas, esas escenas en apariencia inconexas cobran sentido.
Por supuesto, este tipo de juegos son muy difíciles de hacer. La película no puede ser tan enrevesada que no se pueda seguir ni tan simple que no tenga gracia; no debe dejar demasiado a la imaginación de cada uno ni cerrar demasiado el final (claro que esto es discutible, es una manía mía). No debe, en resumen, sobrar ni faltar nada.
Desgraciadamente, Looper no cumplió mis expectativas en este sentido. Tenía muchísimas ganas de verla y, sobre todo, mucha fe. Tenía la sensación de que realmente podía ser la película del año y este pálpito se vio alimentado por buena parte de la crítica. A lo mejor tener tantas esperanzas depositadas en ella influyó; quién sabe.
Con todo, Looper no es una mala película. Lo que plantea es muy interesante y sí que ofrece, a pesar de lo que pueda parecer después de leer lo que va de post, un espectáculo más que digno. Tengo que reconocer que las dos horas que dura se me pasaron volando y siempre considero eso un mérito tremendo.
Ahora bien, aunque reconozco que Looper me ha dado en qué pensar, está lejos de ser el tremendo peliculón que yo suponía. Está bien, pero me gustaba más lo que iba deduciendo yo y que al final no tenía nada que ver con lo que ocurría. Es, en fin, de esas películas que se disfrutan más comentando que viendo.