sábado, 18 de marzo de 2017

Sueños de piedra, de Iria G. Parente y Selene M. Pascual

En la biblioteca de mi colegio había una especie de cartel o pancarta, no recuerdo bien, que decía: "No hay libro tan malo que no tenga algo bueno". Difícilmente iba a saber entonces que aquello era una cita del Quijote; lo importante es que es una máxima que sigo teniendo muy en cuenta como lectora. 
Sin embargo, echo la vista atrás y no encuentro ningún interés en Sueños de piedra. No sabéis cuantísimo siento decirlo porque tenía muchas esperanzas puestas en esta novela. La amiga que me la prestó me había dicho que seguramente no sería de mi estilo pero, no sé, lo que más interioricé de todo lo que contó de Sueños de piedra fue que era una vuelta de tuerca feminista a la clásica historia de caballerías. 
Para ser justos, mi primer problema con Sueños de piedra es sólo mío: esperaba una historia de aventuras y resultó ser fundamentalmente un romance. Hacia la mitad de la novela queda claro que la trama inicial es la excusa que pone en marcha la relación entre los protagonistas. No tengo nada en contra de este tipo de historias, pero sé que no son para mí. Lo único que puedo señalar al respecto en Sueños de piedra es que el romance se fue comiendo todo lo demás y, al final, esta fue la única línea que tuvo un desenlace propiamente dicho; el resto casi parecía un accidente.
El asunto que ya me preocupa más es el aire feminista de Sueños de piedra. Vayamos por partes: es maravilloso que la protagonista tenga tan claro que lo que quiere, por encima de todo, es ser una gran comerciante. Me encanta que sea su ambición y su fuerza de voluntad lo que la pone en movimiento, no su pasado como prostituta. Ahora bien, me preocupa un poco que en un momento dado este mismo personaje diga: "Quizá él podría curarme". No insinúo que el feminismo sea incompatible con una relación romántica, pero no puedo dejar de pensar que tal vez esta no era la mejor forma de plantearlo: es demasiado fácil que este planteamiento derive en la jerarquía de siempre. 
Camino con pies de plomo por este post porque sé que las autoras escribieron Sueños de piedra con la mejor de las intenciones. Por desgracia, a veces eso no basta. Pienso sobre todo en la caracterización de los protagonistas: se nota que intentaron darles dimensión, complejos, claroscuros..., pero nunca fueron capaces de desarrollar sus dilemas de una forma realmente orgánica. Creo que el problema es que tenían demasiado miedo a que esos matices se perdieran, y por eso hicieron que los propios personajes explicitasen sus preocupaciones en lugar de dejar que sus acciones hablaran por ellos. 
Con todo, lo que más me resquema es que no hay nada gris en estos personajes. Sueños de piedra se empeña en plantear escenarios muy sórdidos, pero no deja que nada de eso cale en los protagonistas: están diseñados como algo tan intrínsecamente heroico que nunca jamás podrían caer en nada siquiera medio censurable. Puede que fuese aquí donde Sueños de piedra me perdió definitivamente porque, a diferencia de todo lo demás, esto estaba definido desde el principio. 

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