sábado, 4 de junio de 2016

La vida secreta de Walter Mitty

La vida secreta de Walter Mitty no es una historia de aventuras extraordinarias; conviene tener eso claro antes de meterse en esta película. 
Llevo un tiempo dándole vueltas a una cosa. Hablaba el otro día con un compañero de una novela que me había impactado muchísimo (espero poder dedicarle un post pronto), pero enseguida dije que el final no me había sorprendido. El caso es que para mí eso no era malo; sólo me pilló desprevenida el hecho de que no me importase nada. Lo que valoré en ese libro, y también en La vida secreta de Walter Mitty, es algo distinto. 
Si me tengo que guiar por estas experiencias, sólo puedo pensar que cuando una historia se centra tanto en lo personal la intriga se acaba perdiendo. En el fondo tiene sentido ¿no? Al fin y al cabo, conocer tanto a una persona supone poder anticiparse a sus reacciones. 
Da la sensación de que La vida secreta de Walter Mitty me dejó muy tibia, y la verdad es que el recuerdo que tengo de ella es muy dulce. No esperaba gran cosa de ella cuando me puse a verla y me acabé llevando una gratísima sorpresa. Es una película muy bien hecha, con mucho mimo en todos los detalles (atentos al color y la banda sonora). Lo que más agradecí, personalmente, fue ver un personaje tan de carne y hueso: podría haber sido un hombre terriblemente amargado o uno de esos optimistas insoportables, pero no tomó ninguno de esos caminos. 
Parece que La vida secreta de Walter Mitty optó en general por mantenerse en un término medio; quizá por eso no me sale ponerme más visceral. Se impone la modestia de esta película: cumple todo lo que prometía, pero, para empezar, sus promesas nunca fueron demasiado ambiciosas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario