Será por tener Olvidado Rey Gudú tan reciente, pero Aranmanoth no me ha impresionado tanto. Es también una historia estupenda, encantadora como la que más, no me entendáis mal. Lo que pasa es que le falta la grandilocuencia de Olvidado Rey Gudú. En fin, aquella era una de esas historias que dan sensación de abismo, de infinito; esas que podrían absorberte como un agujero negro. Aranmanoth está hecha a una escala más pequeña.
De momento parece una valoración casi negativa y, podéis creerme, soy la más sorprendida ahora mismo. Seguiré diciendo que Aranmanoth me gustó, pero es que al lado de una novela que me impactó tanto como Olvidado Rey Gudú es difícil volver a sonar tan entusiasta.
Me planteaba cuando terminé Aranmanoth que a lo mejor el problema era haber leído estas dos novelas tan seguidas (asuntos de calendario ajenos a mi control, por otra parte) pero, según avanzo este post, me voy dando cuenta de que la situación no cambiaría nada pasara el tiempo que pasase. Tengo que asumir que hay libros que no se pueden separar de otros y que acababan viviendo en su sombra. Son cosas que pasan. Por lo menos, esa es la sensación que yo he tenido con Aranmanoth: no está en absoluto relacionada con Olvidado Rey Gudú salvo por esa atmósfera a su manera fantástica, y sin embargo aquí estoy, intentando escribir un post sobre Aranmanoth y fracasando miserablemente.
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